La crisis española llega a la Antártida

La crisis española llega a la Antártida

La campaña científica que desde hace un cuarto de siglo España desarrolla en la Antártida sufrirá este año un recorte sin precedentes desde que firmara el Tratado Antártico. Por primera vez desde 1988, ningún buque oceanográfico español irá al continente blanco a llevar a los investigadores, sólo serán 18 entre las dos bases y no podrán estar más de un mes, frente a los tres y casi cuatro que se han quedado en otras temporadas.

El responsable del Comité Científico de Investigación Antártida (SCAR), el español Jerónimo López, ya ha alertado del peligro de "perder el tren" en un lugar en el que España ocupa un puesto relevante a nivel científico que ha costado mucho conseguir: entre los 10 primeros por la cantidad de sus publicaciones.

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La falta de fondos destinados a la investigación en el presente año (el presupuesto ha disminuido un 40% desde 2009) afectará por igual a la base Juan Carlos I, en la isla Livingston, y a la base Gabriel de Castilla, en la Isla Decepción, ambas bajo mínimos. Con solo 35 personas en total, sumando técnicos y los 12 militares, abrir cada instalación supondrá 250.000 euros de gasto, una cantidad que poco tiene que ver con los seis millones de otros años.

Así lo confirma el responsable de logística de la campaña, Miguel Ángel Ojeda. "Este año debido a la crisis se decidió que no fueran los buques, ni el Hespérides ni Las Palmas, así que es complicado trasladar a más personas de las que vamos. En otras campañas, se hacían relevos y al final casi 100 investigadores pasaban por allí, pero sin barcos no hay posibilidad de movernos. Además, como la convocatoria del Plan Nacional de Investigación ha salido hace tres semanas, tampoco han podido presentase nuevos proyectos", reconocía.

Según su calendario, un grupo saldrá el 3 de enero y otros el 15 desde Punta Arenas (Chile), pero el 23 de febrero todos deberán estar de vuelta en España. El viaje deberán agradecerselo a los colegas brasileños que, por amistad, han ofrecido pasajes gratuitos a los científicos españoles. El retorno lo harán en barcos argentinos y chilenos.

LOS PROYECTOS

Una vez allí, los que se quedan en la base Juan Carlos I deberán, un año más, dormir en los iglús donde se instalaron hace tres temporadas. De los nuevos edificios sólo existen las estructuras, y se teme que acaben deteriorándose en un entorno con un clima extremo. "La idea del CSIC es acabarlos, pero con su situación económica se está complicando", reconoce Ojeda.

Los pocos privilegiados elegidos en estos días ya se encuentran inmersos en la preparación de sus proyectos. Antonio Quesada, de la Universidad de Autónoma de Madrid, como gestor del Programa Polar, explica que "casi todos se centran en la recogida de datos de los instrumentos que ya están instalados, no hay margen para muchas novedades".

En la base de Isla Livingston, se recopilarán datos del retroceso y adelgazamiento del glaciar Johnson, un proyecto de Francisco Navarro desde hace casi 20 años; el botánico Leopoldo García Sancho continuará estudiando la adaptación de los líquenes al gélido clima de la región, y María Asunción de los Ríos estrenará el único proyecto de la temporada -sobre los microorganismos que viven en las rocas antárticas- gracias a que su trabajo fue aprobado en el Plan Nacional del año pasado.

No muy lejos, en Gabriel de Castilla, los científicos tienen previsto analizar el impacto de la contaminación en los pingüinos (Andrés Barbosa), recoger datos sobre el permafrost (Miguel A. de Pablo), analizar la actividad sísmica (Inma Serrano) y observar qué ocurre con la deformación del volcán que hay en la isla (Manuel Berrocoso). En total, nueve proyectos para toda la campaña, frente a los 18 que llevaron el año pasado, o a los 22 con 109 científicos que se realizaron en la Antártida en 2009.

"Les hemos pedido a todos los investigadores que hagan un esfuerzo para reducir sus trabajos, en volumen y tiempo, y lo han conseguido. Nuestro principal objetivo es mantener las recogidas de datos que llevamos haciendo más de 20 años", explica Quesada.

Coincidiendo con esta crisis, un explorador e innovador español retoma estos días su proyecto de utilizar un trineo movido por energía eólica como medio de transporte y laboratorio de recogida de muestras en el continente antártico. Se trata del Trineo de Viento de Ramón Larramendi, con el que planifica realizar una nueva expedición con científicos interesados en conocer sus posibilidades. "Mantener instalaciones abiertas en la Antártida o el Ártico es costoso, pero este vehículo es económico, sencillo de manejar y sobre todo no contamina, creo que debería considerarse una opción para aquellos que quieren investigar en el Polo Sur", argumenta.

Corrección: Raúl Bardají no viajará este año con la campaña, como se había indicado en el texto.