Las claves para entender las elecciones en Argentina

Las claves para entender las elecciones en Argentina

Argentina tiene este domingo una cita con las urnas. Y no es una más. El país afronta el fin de ciclo de la carismática presidenta Cristina Fernández,tras dos mandatos consecutivos, el tope que le fija la Constitución. Podrá presentarse nuevamente dentro de cuatro años, pero de momento otros protagonizarán la pelea por la Casa Rosada.

La ciudadanía se muestra dividida entre el candidato aparentemente más continuista, Daniel Scioli -representante oficialista, él más cercano a la presidenta, pero que amaga con hacer cambios- y la oposición, el viraje conservador que supone Mauricio Macri -que, para complicar más las cosas, apoya algunas de las medidas de Fernández de estos años-. Otro peronista, Sergio Massa, trata de hacerse hueco entre ellos. Entre estos tres hombres está en juego el futuro del kirchnerismo.

Los 32 millones de argentinos llamados a las urnas en más de 14.000 colegios tienen que elegir este 25 de octubre no sólo a su nuevo presidente y vicepresidente, sino también a 11 gobernadores, 130 diputados (la mitad de la Cámara), 24 senadores (un tercio del total) y 43 parlamentarios del llamado Parlasur, el parlamento de Mercosur. Votar en Argentina es un acto no voluntario, sino obligatorio.

Los candidatos que ahora buscan ser presidentes surgieron de las elecciones primarias que se realizaron el pasado 9 de agosto. La cita de este domingo puede ser definitiva o requerir de una segunda vuelta que aclare las cosas. Esa segunda cita o ballotage tendría lugar el 22 de noviembre. Eso ocurrirá si ninguna formación obtiene en las elecciones generales más del 45% de los votos, o si logra un 40% pero saca al menos 10 puntos a la siguiente fuerza.

Aunque no hay diferencias abismales entre los candidatos, todas las encuestas dan como favorito al hombre más cercano a la presidenta Fernández, Daniel Scioli, al que se le asignan por ahora entre el 38 y el 39% de los sufragios.

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Daniel Scioli y su esposa Karina Rabolini, durante un mitin en Buenos Aires.

Scioli es en teoría el heredero del kirchnerismo, ya que ha recibido el apoyo expreso de Cristina y fue, además, vicepresidente con su marido y predecesor en el cargo, Néstor Kirchner. Cuenta con el visto bueno de los principales mandatarios de América Latina, abrumadoramente de izquierdas, con los que su madrina ha forjado una alianza importante en sus ocho años de gestión. No conquista tanto, sin embargo, al venezolano Nicolás Maduro, el único de los líderes de la zona que no han ido a arroparlo en campaña.

De 58 años, empresario, gobernador de Buenos Aires -donde se concentra el 40% de la población del país-, Scioli es menos izquierdista que la presidenta. Se identifica con la derecha del peronismo, más cercano a su familia, la de un muy adinerado vendedor de electrodomésticos. El ahora candidato presidencial era un niño bien, con aficiones caras, hasta que en 1990 se hizo diputado, animado por el ahora innombrable Carlos Menem.

Lo que afirman los principales analistas del país es que Scioli, camaleónico como demuestra su trayectoria, se acercará al centro, entibiando las políticas de Cristina. Se especula con un recorte en ayudas sociales -aunque no los ha acometido como gobernador, ahora dice que la coyuntura llama a hacer "ajustes"-, una mayor apertura a las inversiones extranjeras y reformas, por ejemplo, en el Instituto de Estadística; no es algo menor, teniendo en cuenta que se le ataca por supuesta manipulación de cifras esenciales para entender la realidad de Argentina. Lo que hará con las nacionalizaciones es una incógnita aún.

Se ha convertido en la gran esperanza del Frente para la Victoria (FpV) para mantenerse en el poder, sí, pero los suyos -colegas y votantes- no dejan de verlo como un posible caballo de Troya. Por ejemplo, porque Scioli también se abrirá más a EEUU, frente al bloque ruso-venezolano que abrigaba a su antecesora. Se ha entrevistado con el embajador de Washington, con quien Cristina no se llevaba. En su casa, repite la prensa, tiene estatuas del Che Guevara y Winston Churchill. Scioli es una amalgama de iconos, y también de ideas que no termina de definir en público -apenas explica su programa a grandes rasgos-, todo unido con el pegamento de un populismo en el que es fiel a los Kirchner y un culto a su persona que a veces es hasta cuestión de chistes. No le gusta discutir con los demás y, por eso, se negó a acudir al debate de candidatos.

Y una curiosidad: al candidato peronista le falta el brazo derecho, que perdió en una carrera de motonáutica, especialidad de la que llegó a ser campeón en competiciones nacionales e internacionales.

Mauricio Macri, el actual alcalde de Buenos Aires, es el segundo candidato al que los sondeos auguran mejores datos. Hombre de Cambiemos (suma de Propuesta Republicana, UCR y Coalición Cívica), fue segundo en las primarias de agosto y ahora se estima que logrará entre un 29 y un 30% de los votos. Dependiendo de los indecisos, podría forzar una segunda vuelta frente a Scioli.

Ingeniero nacido en 1959, hijo de otro empresario potentísimo, es otro candidato cambiante, que se amolda a cada etapa política, y que incluso en campaña ha ido adaptando su discurso en función de las posibilidades de éxito. Sabe que el electorado es mayoritariamente de izquierdas y que un excesivo conservadurismo puede asustar.

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Mauricio Macri se toma un 'selfie' con sus seguidores en Córdoba.

Es liberal y procede de una formación que se opuso a las nacionalizaciones claves del kirchnerismo, como las de YPF y Aerolíneas Argentinas. Sin embargo, en campaña Macri ha dicho que no es momento de darle la vuelta a esas nacionalizaciones y promete mantener las ayudas sociales del kirchnerismo, muy queridas por la población. Hay cosas con las que no cede, como con la ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo. Su oposición es firme.

Es otro que también se ha dedicado a sacar a pasear los símbolos: hasta ofrendas ha hecho ante la estatua de Juan Domingo Perón, un guiño a los votantes supuestamente naturales de Scioli. Pragmatismo para conquistar.

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Sergio Massa posa con su familia en la capital argentina.

Massa también fue durante una década un personaje clave del kirchnerismo, ocupando cargos de jefe de la seguridad social y jefe de Gabinete. Es, pues, otro peronista de raíz, pero aunque intentó una alianza con Scioli, parece ser que asesores del favorito le negaron esta opción. Sin embargo, quizá ahora se arrepientan, ya que Massa aún conserva, dicen las encuestas, un 20% de los apoyos de los argentinos.

Lo que ofrece es igualmente más centrista que lo hecho por Cristina, incluyendo además elementos novedosos como reclamo, centrados en la mejora de la seguridad ciudadana y la lucha contra el narcotráfico, un problema creciente en el país.

El peronismo, con sus diferentes familias, logrará aproximadamente el 60% de los votos, indican las encuestas. Ahora mismo se divide entre el 40% de Scioli y el 20% de Massa. Quizá es esa división la única amenaza para Scioli, para que tenga que irse a una segunda vuelta por falta de apoyos suficientes en la primera, la de este domingo.

No hay unión en el movimiento, pero tampoco en los opositores, incapaces de ponerse de acuerdo para batir a la corriente que siempre es más estable en Argentina, la única que acaba las legislaturas completas. Se han dividido en cinco listas diferentes, con multitudes de propuestas dispares. Divididos pierden fuerza y sobre ellos ha erigido Scioli su campaña, sin tener que asumir grandes compromisos en campaña.

En los últimos años con Fernández, la relación entre los empresarios e inversores españoles y Argentina ha sido tensa. El episodio más oscuro fue la decisión de la presidenta de expropiar Repsol YPF en 2012, lo que no gustó a los empresarios y tampoco al Gobierno, que salió en defensa de los intereses nacionales.

Hubo amenazas de boicot, pero nunca llegaron a nada, porque las relaciones comerciales son demasiado fuertes entre el empresariado de los dos lados. En el primer cuatrimestre de 2015, España vendió bienes por valor de 466,2 millones de euros, un 4,63% más que en el mismo periodo del año anterior, según la Agencia Tributaria.

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Soy redactora centrada en Global y trato de contar el mundo de forma didáctica y crítica, con especial atención a los conflictos armados y las violaciones de derechos humanos.

 

Sobre qué temas escribo

Mi labor es diversa, como diverso es el planeta, así que salto de Oriente Medio a Estados Unidos, pero siempre con el mismo interés: tratar de entender quién y cómo manda en el siglo XXI y cómo afectan sus decisiones a la ciudadanía. Nunca hemos tenido tantos recursos, nunca hemos tenido tanto conocimiento, pero no llegan ni las reformas ni la convivencia prometidas. Las injusticias siempre hay que denunciarlas y para eso le damos a la tecla.

 

También tengo un especial empeño en la actualidad europea, que es la que nos condiciona el día a día, y trato de acercar sus novedades desde Bruselas. En esta ciudad y en este momento, la defensa es otra de las materias que más me ocupan y preocupan.

 

Mi trayectoria

Nací en Albacete en 1980 pero mis raíces son sevillanas. Estudié Periodismo en la Universidad de Sevilla, donde también me hice especialista en Comunicación Institucional y Defensa. Trabajé nueve años en El Correo de Andalucía escribiendo de política regional y salté al gabinete de la Secretaría de Estado de Defensa, en Madrid. En 2010 me marché como freelance (autónoma) a Jerusalén, donde fui corresponsal durante cinco años, trabajando para medios como la Cadena SER, El País o Canal Sur TV.

 

En 2015 me incorporé al Huff, pasando por las secciones de Fin de Semana y Hard News, siempre centrada en la información internacional, pero con brochazos de memoria histórica o crisis climática. El motor siempre es el mismo y lo resumió Martha Gellhorn, maestra de corresponsales: "Tiro piedras sobre un estanque. No sé qué efecto producen, pero al menos yo tiro piedras". Es lo que nos queda cuando nuestras armas son el ordenador y las palabras: contarlo. 

 

Sí, soy un poco intensa con el oficio periodístico y me preocupan sus condiciones, por eso he formado parte durante unos años de la junta directiva de la ONG Reporteros Sin Fronteras (RSF) España. Como también adoro la fotografía, escribí  'El viaje andaluz de Robert Capa'. Tuve el honor de recibir el XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla por mi trabajo en Israel y Palestina y una mención especial en los Andalucía de Periodismo de la Junta de Andalucía (2007). He sido jurado del IV Premio Internacional de Periodismo ‘Manuel Chaves Nogales’.

 

 


 

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