El profesor que lleva a sus alumnos a conocer la guerra

El profesor que lleva a sus alumnos a conocer la guerra

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La localidad belga de Ypres, al oeste de Bélgica, fue escenario de alguna de las peores y más decisivas batallas de la I Guerra Mundial. Allí, en mayo de 1915, se utilizó por primera vez un gas letal con fines militares. Las tropas del imperio alemán lanzaron cloro asfixiante contra las fuerzas aliadas de Francia, Reino Unido, Australia y Canadá; a partir de entonces se combatió con máscaras de gas.

“Aquí están enterrados 200.000 cuerpos de jóvenes de vuestras edades que dejaron a sus madres, a sus padres, a sus novias y que ya no volvieron más, pero hay otros 300.000 cuyos cadáveres no se han encontrado. Siguen buscando. Fue una generación sacrificada”, le dice el profesor a sus alumnos frente a las lápidas del cementerio de Tyne Cot.

El profesor es Alejandro Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1949). Tras tres legislaturas en el Parlamento Europeo, la vida le ha llevado a la Universidad de Extremadura a impartir clases sobre su gran pasión: Europa. “He conocido la otra cara de la luna”, cuenta a El Huffington Post este histórico dirigente socialista mientras lleva a sus alumnos de excursión a Ypres. Se refiere Cercas a que los políticos tienden a rodearse de colaboradores y amigos afines. Esta nueva etapa docente le está permitiendo vivir más pegado a la realidad de los jóvenes españoles.

Los alumnos de Cercas han pasado un día visitando el Parlamento Europeo –invitados por la Delegación Socialista española, valiéndose del cupo de 110 ciudadanos que cada diputado al Parlamento Europeo puede invitar una vez al año para conocer las instituciones europeas– y como complemento a las reuniones institucionales, el profesor Cercas ha elegido pasar el día en Ypres.

Otros grupos suelen combinar la jornada parlamentaria con algunos planes más ociosos, como un recorrido por la ciudad de Brujas o Ámsterdam, a unas tres horas de Bruselas. Pero ya es el segundo año que Cercas quiere que sus alumnos conozcan de cerca la memoria histórica de Europa.

“He venido desde Cáceres en tren hasta Bruselas. Ha sido una paliza, pero no me quería perder la visita porque la preparamos con meses de antelación y es muy importante para los alumnos”, cuenta Cercas. Tras una operación ocular, el médico le desaconsejó tomar aviones. A Cercas le acompaña su mujer, Belén, y Mario Pedro Díaz, Catedrático de Historia que participa también en la cátedra Jean Monnet que imparten en la universidad.

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KILÓMETROS DE HISTORIA

Los 22 alumnos han sido citados a las 8 de la mañana en las puertas de su hotel en la Avenida Louis de Bruselas. Caminan despacio y llevan algo de retraso porque la noche ha sido larga. La cerveza belga es una atracción que acecha por los cuatro rincones de la Grand Place, parada obligatoria de cualquier visitante en la que es quizás la más bella plaza europea. El profesor Cercas, ya con el autobús en marcha, muestra algo de compasión con sus alumnos. Micrófono en mano, comienza: “Dejadme que os cuente algo en diez minutos y luego os dejo dormir”.

Al final Cercas habla más de media hora. No lo puede evitar, porque su retiro de la política activa no le ha quitado ni un gramo de energía. Sus alumnos le escuchan con atención. Ha comenzado con la historia de Bélgica – desde su fundación como Estado en 1830 – hasta el traumático proceso de descolonización del Congo en 1960, con anécdotas incluidas sobre el asesinato del líder congolés Patricio Lumumba. Antes se ha detenido en la I Guerra Mundial, el objeto de la visita a Ypres. “La guerra es un suceso que puede volver a ocurrir. La I Guerra Mundial nadie la esperaba. Y luego duró cuatro años y causó diez millones de muertos y veinte millones de heridos. Por eso hemos venido esta mañana aquí, para que no se nos pueda olvidar”.

La guerra es un suceso que puede volver a ocurrir. La I Guerra Mundial nadie la esperaba

Algunos artistas e intelectuales bautizaron la década anterior al inicio de la primera gran guerra como Belle Epoque. Europa era el centro del mundo y sus colonias proporcionaban a sus metrópolis materias primas baratas con las que engrasar un capitalismo que despegaba con fuerza. Pero el progreso y la euforia típica de este nuevo tiempo no pudieron evitar la guerra. Tras el asesinato del archiduque austriaco Francisco Fernando Ferdinand en Sarajevo el 28 de junio de 1914, las piezas comenzaron a caer en cascada desatando el horror.

El paisaje en el exterior del autobús evoca la normalidad del norte de Europa en nuestro tiempo, con grandes laderas planas, pocos relieves, algunas casas con sus jardines verdes... Pero por aquí, hace un siglo, las trincheras llegaban de forma interrumpida desde el Mar del Norte hasta los Alpes suizos. Sólo en esta zona, más de 500.000 europeos murieron entre 1914 y 1918. “¿Estamos blindados contra la repetición de los horrores del pasado?”, es la pregunta que sobrevuela esta jornada de excursión.

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Cercas sigue con su improvisada clase: “Como dice Albert Camus, ha habido tantas guerras como pestes, pero en todas ellas la gente no se daba cuenta de que venían. Pero la guerra y las pestes no son fortuitas, no es como la caída de un meteorito, ha

habido responsables, ha habido ideas de odio nacional, de hegemonía de unos países sobre otros. El yo me quedo tuerto pero al menos dejo ciego a mi vecino. Y esas ideas continúan hoy en el mundo y también en Europa. No podemos olvidar para evitar

repetir nuestros errores”.

EL FANTASMA DE LA GUERRA

Hace más de tres años que Jean Claude Juncker –entonces primer ministro de Luxemburgo y ahora presidente de la Comisión Europea– hizo una cruda advertencia: “Cualquiera que crea que la eterna cuestión de la guerra y la paz en Europa ha desaparecido se equivoca. Los demonios no se han ido, sólo están durmiendo, como mostraron las guerras en Bosnia y Kosovo”.

Desde entonces, algunas tendencias en esta Europa trufada de nacionalismos, como la victoria en la primera vuelta de un extremista en las elecciones presidenciales de Austria, el liderazgo en las encuestas de Marine Le Pen en Francia o el riesgo real de que el próximo 23 de junio, en medio de una ola xenófoba y populista, la Unión pierda a uno de sus miembros, el Reino Unido, han terminado de confirmar la peligrosa deriva en que se encuentra el continente.

“Tenemos cada vez más integración europea”, asegura Cercas. “Es verdad, pero cada vez es más intergubernamental. Mira lo que pasó con las cumbres sobre Turquía y Brexit. Son los Estados, ya no es siquiera el Consejo quien está al mando. ¿Dónde están el Parlamento Europeo y la Comisión Europea? Si Jean Monnet tenía razón, Europa se irá a pique porque los Estados no tienen incorporada ninguna lógica de la solidaridad”.

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El museo “In Flanders Fields” en Ypres tiene toda clase de materiales sobre el horror: máscaras anti-gas, armas automáticas, cartas, fotografías y testimonios de los

supervivientes… Un vídeo que recrea una escena vivida en 1914 llama la atención de los alumnos. Unos actores representan la improvisada paz que los soldados británicos y alemanes sellaron en navidades de aquel año, intercambiando regalos, comida y

cánticos de villancicos. También liberaron prisioneros y enterraron algunos muertos con honor. Improvisados gestos de humanidad en un universo de barbarie, que quedaron prohibidos a partir de ese momento.

Tras la visita al museo, el grupo se ha desplazado unos pocos kilómetros hasta Tyne Cot. Es el cementerio de soldados de la Commonwealth más grande del mundo. El espacio fue cedido al Reino Unido por el Rey Alberto I de Bélgica, en reconocimiento por los sacrificios del imperio británico para la liberación de Bélgica durante la I Guerra Mundial. Tyne Cot es un jardín precioso que transmite la paz que no tuvieron los caídos en combate. Hay un gran monumento blanco en el centro e incontables lápidas de ingleses, canadienses o australianos, muchas de ellas sin identificar, en innumerables filas perfectamente ordenadas.

De regreso a Bruselas, la conversación con El Huffington Post conduce de Europa a España, como tantas veces sucede en Bruselas. Cercas compara, con la distancia que le ha dado dejar la política activa, a su generación, la de los dirigentes que acompañaron a Felipe González, con los nuevos líderes socialistas. “Para nosotros la política nunca fue concebida como una profesión, aunque luego lo fuera. Ahora los jóvenes conciben el partido como una carrera laboral. Dedican el 80% del tiempo a conspirar sobre puestos y repartir cargos. Eso también es un modo de corrupción porque se olvidan de que lo primero es el país. Viven de la política. Y dependen de ella. ¿Cómo pueden unos hombres y mujeres que no son libres liderar un país libre?”.