Por quién doblan las campanas

Por quién doblan las campanas

No se espante si le cuento que el presupuesto para la lucha contra la violencia doméstica y de género se ha venido reduciendo desde 2011 . Nadie se acordará de nosotras cuando hayamos muerto. Sólo nuestras familias. Desde luego, no los políticos. Si acaso, el INE, donde seguirás engrosando la estadística que tachará tu nombre y pondrá un número.

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A mucha gente le da miedo irse de vacaciones. Primero, a la ida, porque creen que todo será un desastre si ellos se marchan. Después, a la vuelta, porque les aterroriza admitir que se han marchado y no ha pasado nada. Importas poco. Contigo o sin ti, la vida sigue, como si nada.

Nos hemos ido, hemos vuelto, y todo sigue como si nada. En el paréntesis veraniego han sucedido cosas, pero parece que importan poco. En estos dos meses de verano han muerto dieciséis mujeres a manos de sus exparejas, ocho niños han sido asesinados por sus progenitores, tres madres por sus hijos, el novio de una de las mujeres asesinadas y la amiga de otra, y 4 agresores se han suicidado. Pero no se espante si le cuento que el presupuesto para la lucha contra la violencia doméstica y de género se ha venido reduciendo desde 2011. Nadie se acordará de nosotras cuando hayamos muerto. Sólo nuestras familias. Desde luego, no los políticos. Si acaso, el INE, donde seguirás engrosando la estadística que tachará tu nombre y pondrá un número.

Nadie se acordará de nosotras cuando hayamos muerto. Sólo nuestras familias. Desde luego, no los políticos. Si acaso, el INE, donde seguirás engrosando la estadística que tachará tu nombre y pondrá un número.

Y es que importas poco. Esto va de supervivencia, pero no de la nuestra, sólo de la suya. Del sistema, supongo. La sociedad actual es una sociedad de decisiones arriesgadas, donde algunos directivos y altos mandatarios son los que han tomado las decisiones mientras que otros somos los que hemos corrido los riesgos. Hemingway lo describía por boca de uno de sus personajes, un rebelde republicano: "Me parece que no entiendes nada de la política ni de la vida del guerrillero. En política, como en la guerra, lo primero es seguir viviendo. Mira cómo ha seguido viviendo, y la cantidad de mierda que tuvo que tragarse de ti y de mí para seguir viviendo". Seguir viviendo, perpetuarse, a costa de lo que sea y de quien sea. Al fin y al cabo, una rosa es una cebolla, la gaviota se alimenta de carroña, y luchar contra la violencia machista no da votos. Algún golpe de pecho, algún acto de contrición de cara a la galería, foto, y aquí paz y después gloria.

Dios tenga piedad de los españoles. Cualquiera de sus dirigentes los traiciona. Dios se apiade de ellos el día en que descubran que algunos cambian de partido para defender sus principios. Otros, de principios para defender a su partido. Y otros, se inventan nuevos partidos para alcanzar su único principio, que no es otra cosa que conseguir el poder. O conservar el cargo. O mantener la nómina. Sobrevivir, o sea. El peaje que pagar a cambio importa poco.

Dios tenga piedad de los españoles. Cualquiera de sus dirigentes los traiciona. Dios se apiade de ellos el día en que descubran que algunos cambian de partido para defender sus principios. Otros, de principios para defender a su partido.

Me pregunto por qué se nos olvida. ¿Tendrán algo que ver los móviles? El consumo de minutos de voz en llamadas móviles en España se reduce cada año. Los españoles aumentamos un 21% nuestro consumo de datos en el móvil y hablamos un 10% menos. Hablamos poco, mandamos muchas fotos, vemos muchos vídeos, y olvidamos mucho. Es la amnesia digital, hija no deseada de las nuevas tecnologías. Los teléfonos móviles e Internet han propiciado que nuestra memoria se utilice cada vez menos. Ya no memorizamos teléfonos ni caminos, ni víctimas ni agravios. ¿Para qué, si lo podemos consultar en Google? El olvido es una erosión lenta y lentamente hemos olvidado que desde 2005 han muerto 648 personas a manos de los que decían quererlas. Es una buena anestesia, el olvido.

Yo prefiero recordar. Intentarlo, al menos. Querría no olvidar que el mismo día de agosto en que la comunidad científica reveló que la primera flor que coloreó el planeta Tierra hace 130 millones de años surgió en Cuenca, ese mismo día en Cuenca las familias llevaban flores a las lápidas de Laura y Marina, asesinadas a manos de un troglodita también conquense.

Antes de los móviles, las redes sociales y el Whatsapp, las campanas eran las encargadas de anunciar los acontecimientos y el devenir de la vida en el campo. Campanas de bronce y badajo de hierro que tocaban a misa en los días de diario y repicaban alegres para la misa de domingo y fiestas de guardar. Si alguien moría, se tocaban tránsitos, con una cadencia que me sobrecogía. Cuando un fuego amenazaba las cosechas y el monte, se tocaba a rebato, y el pueblo entero cogía tractores -aquellos viejos Barreiros-, arados, azadas y sin otras armas que estas y sus manos, todos se lanzaban a apagarlo. Durante toda la noche del día uno de noviembre -día de todos los Santos-, y hasta el amanecer del día dos -día de las Ánimas-, las campanas tañían ininterrumpidamente en recuerdo de todos los difuntos. Pero de todos ellos, el tañido más triste del campanario era el de una campana pequeñita, que sólo se tocaba cuando moría un niño. Veinticinco tañidos fúnebres graves por los adultos muertos tendrían que haber sonado este verano, 8 repiques agudos y finos por los niños asesinados. Tránsitos y más tránsitos suenen sobre las conciencias de aquellos cuya obligación es poner los medios para acabar con esta lacra, pero que hacen la regla de tres y les sale a cuenta no hacer nada. Infinitos toques a rebato para que como sociedad corramos a socorrer a todas esas mujeres que viven preguntándose si para ellas y para sus hijos habrá otro verano.

En la famosa confrontación en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca en 1936, Unamuno le espetó al general de la legión Millán Astray: "Venceréis, pero no convenceréis". Hay que convencer, sí, pero hay que empezar a vencer, además. Seguimos interpretando el papel de los que convencen, pero fracasan. Mientras eso suceda, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas. Doblan por ti.