Sólo queda una bala

Sólo queda una bala

Decenas de caminos posibles y uno sólo es el bueno. Hace mucho que el PSOE viene equivocándose y ya no hay más margen de error posible. Al PSOE sólo le queda un disparo antes de caer en la irrelevancia. Apunta bien, Pedro.

Muchos de los objetos que utilizamos en nuestra vida diaria tienen su origen en la investigación militar. Cosas tan cotidianas como la comida enlatada, el microondas, el bolígrafo, la gabardina o Internet tienen un pasado militar. Son casos en los que la inversión en ciencia y la innovación tecnológica de los ejércitos han tenido una feliz continuación en la sociedad civil y en los hogares.

Leía la semana pasada que han inventado una bala que da siempre en el blanco. Una de las agencias de desarrollo más avanzado de EEUU, la DARPA (Defense Advanced Research Projects Agency) ha creado estas balas autoguiadas, que con la ayuda de un dispositivo instalado en los rifles, es capaz de controlar la dirección de una bala ya disparada con el fin de conseguir que dé en el blanco.

A pesar del miedo que me inspiran este tipo de avances y deseando que incorpore un módulo que haga que la bala se autodestruya cuando detecte que su objetivo es un niño o un vuelo comercial, estoy contando los minutos para que algún emprendedor derive esa tecnología hacia la vida civil y desarrolle alguna app que haga reconducir trayectorias y decisiones erradas de manera que se acierte siempre.

Creo que uno de los primeros en probar esa nueva tecnología sería el PSOE, que desde 1998 está tirando balas que pasan silbando sin dar en el blanco. Borrell, alejándose del felipismo, le ganó a Almunia, pero no parece que ese disparo le saliese demasiado bien al partido. Después Zapatero superó a Bono, y tras dos legislaturas en Moncloa, ZP se marchó dejando el partido hecho unos zorros, sumido en la duda de no saber ni quiénes son ni a dónde van.

Así que el desafío al que se enfrenta Pedro Sánchez es morrocotudo. Como en este país somos como somos, lo primero que se le echa en cara es que sea guapo. Ser alto, guapo, con idiomas y llegar al cargo sobradamente preparado son virtudes grandemente alabadas si hablamos del príncipe y ahora rey Felipe. Pero si el aludido es el candidato y ahora secretario general del PSOE, esas mismas virtudes se tornan defectos. En España somos así, mire usté.

No creo que Pedro Sánchez tarde mucho en superar este hándicap. Peor lo va a tener intentando reconstruir el PSOE. La diana debe ser la regeneración, la modernización y las respuestas a los grandes problemas nacionales, pero hacer ese blanco y volver a ser la alternativa progresista que España está necesitando no va a ser nada fácil. Difícil lo va a tener para recuperar la credibilidad perdida y la confianza dilapidada.

Para eso hace falta un debate profundo que permita liberarse del discurso ramplón plagado de lugares comunes al que nos tienen acostumbrados. Espero que miren de reojo a los chicos de Podemos. Han tenido que llegar los Monedero, Errejón y compañía para que oigamos hablar de Max Weber, de Gramsci, o de ciencia política. No se trata de hacer un ejercicio de pedantería, sino de que alguien en el PSOE se siente a trazar las líneas de un discurso propio y sensato en lo social y económico, de un planteamiento consistente para el partido y para España. En definitiva, que destierren de la política la improvisación y el gobierno insustancial a golpe de globo sonda.

Eso, de puertas para afuera. De puertas para adentro, en esta herida abierta del PSOE con tantas trayectorias, hallar la dirección correcta por la que empezar a suturar va a ser cosa de cirugía fina. El me quiere, no me quiere de Susana Díaz, las primarias que si antes o después, la reconciliación con las familias políticas de los contrincantes derrotados... Tendrán que instalarle a Sánchez un tablero de minibasket en el despacho de Ferraz si quiere seguir practicando los tiros a canasta, no le va a quedar tiempo para nada.

El PSOE va a necesitar esa bala inteligente. Se puede ver en la sonrisa de los francotiradores en liza. De la sonrisa de Rajoy, nada que decir, sigue siendo la de la esfinge. Me llama la atención la sonrisa de Pablo Iglesias. Antes de las elecciones, su gesto era serio y de entrecejo fruncido. En la noche electoral, cuando los compañeros le felicitaban por la victoria, hacía esfuerzos para contener la sonrisa, como si le diera pudor mostrar alegría por ganar. Últimamente, en casi todas sus apariciones televisivas, le nace una media sonrisa que no sé si es suficiencia, soberbia, o un aviso a navegantes de que en las próximas generales "se acerca el invierno" con Podemos. Pero a Sánchez se le ha caído la sonrisa. Tras la carrera a la secretaría general y entrar en meta sonriente y triunfante, la sonrisa ha vuelto al baúl de las mejores ocasiones. Es la sonrisa rota de los montañeros que al alcanzar una cima se dan cuenta de que esa altura les ocultaba a la vista la cordillera que se escondía detrás, y que es diez veces más elevada y escarpada que el pico que acaban de escalar. La sonrisa se transforma en rictus mientras te preguntas: "Y ahora, ¿por dónde tiro? ¿Y si me equivoco?"

Decenas de caminos posibles y uno sólo es el bueno. Hace mucho que el PSOE viene equivocándose y ya no hay más margen de error posible. Han disparado demasiados proyectiles que han tomado una mala dirección. Necesitan que alguien corrija la trayectoria de todos esos disparos y por fin dé en el blanco. Al PSOE sólo le queda un disparo antes de caer en la irrelevancia. Apunta bien, Pedro.