La cuestión catalana: revisar las normas de convivencia
Hace falta algo más que oponernos al ejercicio del derecho de autodeterminación. Algo más que abordar los problemas de la financiación. Tenemos que sentarnos juntos a revisar nuestras normas de convivencia, nuestra Constitución. Sé que no es una tarea fácil. Pero es imprescindible. Y me pregunto por qué, si fuimos capaces de hacerlo en la Transición, no podemos reeditarlo ahora, después de treinta y cinco años de convivencia democrática, y actualizar lo que en aquel momento supimos consensuar.
Las tensiones entre Cataluña y el resto de España no son nuevas, pero la lectura falsa e interesada que el gobierno nacionalista catalán ha hecho de la crisis -"si no tuviéramos que contribuir a la solidaridad en España nos iría mejor"- las ha acentuado. Sin embargo, el origen del problema no es meramente económico. Por ello, no se resolverá solo con esperar el final de la crisis, que en contra de lo que dice el gobierno de Rajoy, aún está lejos.
Tampoco bastará con negociar un sistema de financiación nuevo que trate de atender a las reivindicaciones de Cataluña, algo que, por lo demás, la difícil situación por la que atraviesan las cuentas del Estado y las aspiraciones del resto de las Comunidades Autónomas, hace muy complicado en estos momentos.
Sin desdeñar, en modo alguno, la trascendencia de los temas económicos, creo que hace falta algo diferente. Algo más que oponernos al ejercicio del derecho de autodeterminación. Algo más que abordar los problemas de la financiación. Por eso, vengo defendiendo que tenemos que sentarnos juntos a revisar nuestras normas de convivencia, nuestra Constitución. Sé que no es una tarea fácil. Pero es imprescindible. Y me pregunto por qué si fuimos capaces de hacerlo en la Transición, cuando en la mesa estaban fuerzas políticas emparentadas con el viejo régimen y otras recién salidas de la clandestinidad, no podemos reeditarlo ahora, después de treinta y cinco años de convivencia democrática, y actualizar lo que en aquel momento supimos consensuar.
Así lo planteé en el último Debate del Estado de la Nación. El tiempo no ha hecho sino agudizar los problemas que entonces denuncié y, por ello, hacer más acuciantes las soluciones.
Transcribo a continuación mi intervención, en aquel debate. Creo que releerla hoy, casi un año después, tiene sentido.