Macron se rebela frente a la parálisis europea (pero necesita ayuda)

Macron se rebela frente a la parálisis europea (pero necesita ayuda)

Las señales están por todas partes. Tiempos excepcionales que siembran dudas en el proyecto europeo. Trump. Brexit. Viktor Orbán en Hungría. La lista sigue. Y sin embargo podría suceder que cada una de estas olas no permitan a una sociedad imbuida en la incansable actualidad informativa ver el mar, como advierte Timothy Snyder en su reciente libro Sobre la tiranía: veinte lecciones que aprender del siglo XX.

El presidente francés, Emmanuel Macron, sí es consciente de las lecciones aprendidas en el sangriento continente europeo. Al menos así lo ha expresado este martes en un debate de tres horas con diputados de todo rango y condición en el Parlamento Europeo. Admite Macron que su generación no vivió la guerra, pero apunta: "La democracia es una palabra cargada de sentido porque es fruto de las batallas del pasado".

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Las alarmas que agita Macron son conocidas. Otro presidente francés, François Mitterrand, que sí conoció tiempos más oscuros, advirtió en este mismo parlamento hace 23 años: "El nacionalismo es la guerra". Macron asegura que no quiere ser parte de una generación de sonámbulos que vio las señales pero no actuó. El problema es que no basta con sentir el calor del fuego para saber cómo apagarlo.

El método Macron: robar los conceptos a los populistas

El presidente francés roba algunos de los conceptos que los nacionalistas agitan con éxito, pero para ponerlos al servicio de Europa, no para contagiarse, como les ha pasado a otros líderes que para combatir el populismo han terminado con las manos manchadas.

Ante unos gobiernos nacionales cada vez más impotentes frente a una hiperglobalización que no conoce fronteras, Macron propone la soberanía europea para recuperar el control y "proteger a los ciudadanos". Ya sea para lograr resultados concretos en la crisis de refugiados, la amenaza terrorista, la lucha contra el cambio climático o recuperar el vigor económico, la clave, insiste Macron, es hacerlo a escala europea.

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Macron también evoca sin complejos "la identidad", otra de las flechas favoritas de los ultraderechistas para denunciar la inmigración y el cambio de colores en la sociedad europea. El presidente francés apela sin embargo al orgullo de la "identidad europea", basada no en los tonos de piel sino en el respeto a las minorías y los valores democráticos. "Los egoísmos nacionales parecen más importantes que aquello que nos une frente al resto del mundo", ha recordado en un discurso en el que también ha mencionado la distancia atlántica con Trump en la Casa Blanca.

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Según las tesis de Macron, las divisiones entre la izquierda y la derecha han quedado superadas en Europa por el cisma que separa a quienes creen en la democracia liberal y quienes apuestan por las "democracias iliberales"; entre quienes alimentan los repliegues nacionales y quienes creen en la apertura. "Ante el autoritarismo que nos rodea, la respuesta no es la democracia autoritaria sino la autoridad de la democracia".

Piedras en el camino

A juzgar por los aplausos, sonrisas y selfies que ha generado Macron en la Eurocámara – las críticas más feroces las han propiciado algunos eurodiputados lepenistas - su plan para que la UE conquiste los corazones y conciencias de unos ciudadanos que asisten desconcertados a una época de cambios vertiginosos cuenta con amplio respaldo, pero la realidad europea es más complicada que la que se palpa en Estrasburgo.

  Vista del Parlamento Europeo antes del discurso de MacronEFE

El poder de Francia es limitado, por mucho que haya habido una eurodiputada que le haya llamado "Napoleón" al actual ocupante del Elíseo. La UE de hoy tiene 28 miembros, 27 tras el divorcio británico que teóricamente tomará forma en marzo del año que viene. La economía francesa no tiene el peso que tuvo en el pasado y lo mismo podría decirse del eje franco-alemán. Su buena salud es fundamental para Europa, pero no suficiente.

Macron quiere reformar la zona euro, dotarla de un presupuesto propio y crear una especie de fondo monetario europeo para que la buena marcha de la economía actual (el crecimiento de 2017 fue del 2,3%, el mayor en una década) no produzca un espejismo. A pesar del viento favorable, se necesita blindar la zona euro para la siguiente crisis.

La resistencia para los planes de Macron vienen del norte. Ocho países - escandinavos, bálticos, Países Bajos e Irlanda - firmaron recientemente un comunicado en el que tratan de frenar el entusiasmo del francés por las reformas. Más preocupantes son las noticias que llegan de Berlín. Tras esperar seis meses a que socialdemócratas y democristianos acordaran un nuevo gobierno, Macron observa ahora cómo los primeros pasos del nuevo ministro de economía, Olaf Scholz, evocan a los de su temido predecesor, Wolfgang Schäuble.

Alguien en su puesto, ha advertido Scholz, más allá de su color político – él es socialdemócrata - "siempre será un ministro de finanzas alemán". Este jueves Macron realizará con Merkel una reunión de trabajo en Berlín en la que espera rascar algo, pero, como le ha advertido Udo Bullmann, flamante líder de los socialistas en la Eurocámara, "Madame NO en Berlín ya le ha demostrado hasta qué punto lo va a tener difícil". Bullman sabe de lo que habla: es miembro del SPD y participó en las negociaciones para reeditar la gran coalición.

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Elecciones europeas: lucha de poder y luna de miel con Ciudadanos

El calendario de Macron para sus reformas es ajustado. En un año se celebrarán las elecciones europeas y terminará el mandato de la actual Comisión Europea. El presidente francés tiene también sus propios planes para proyectar su poder en la Eurocámara. Al igual que revolucionó la política francesa al crear un nuevo partido, En Marche, y desbancar a los tradicionales, Macron quiere formar un nuevo movimiento en Europa, algo que genera atracción y recelos a partes iguales.

"Macron no nos va a comer. Nosotros no nos comeremos a Macron". La frase fue pronunciada por Hans van Baalen, el presidente de ALDE (el partido europeo que aglutina a los liberales europeos y que teóricamente más se parece a Macron) en su congreso celebrado en Ámsterdam en diciembre pasado. En un tono más conciliador se ha expresado Guy Verhofstadt, líder de los liberales en la Eurocámara: "No tenga dudas, no abdique, en el nuevo parlamento europeo [tras las elecciones de 2019] habrá más gente que quiera apoyarle]".

Macron aspira a rascar eurodiputados y partidos políticos desacomplejadamente pro-europeos a las grandes familias de liberales, conservadores, socialdemócratas europeos para atraerlos a su nuevo movimiento. Es un plan en el que participan discretamente miembros de Ciudadanos y del que se conocen pocos detalles. En Madrid y en París comparten esta reflexión y tratan de darle forma: si el sistema de partidos de la mayoría de países europeos ha cambiado tras la crisis, ¿por qué iba a ser una excepción el tablero del Parlamento Europeo?