En la "piña" de una selección de fútbol sala "sin apellidos": "Por querer darle valor, muchas veces nosotros mismos somos excluyentes"
'El HuffPost' vive un partido del Mundial VIRTUS de fútbol sala desde dentro de la Federación Española de Deportes para Personas con Discapacidad Intelectual. Goles, confesiones y mucha tensión.

Suena la sirena en el Palacio de Deportes Tavi y Carmona de Torrevieja (Alicante). Ya no hay lugar para nada que no sea deporte. Vestidos de corto, Eduardo, Juan Antonio, Said o Iago son "jugadores de la selección española, sin apellidos". Últimas instrucciones, un rondo y al grito de "1, 2, 3, España" saltan al campo. El esperado Mundial VIRTUS de fútbol sala 2025 acaba de comenzar. Este mundial significa mucho para España, para la Federación Española de Deportes para Personas con Discapacidad Intelectual (FEDDI) y para el deporte adaptado, pero dentro del campo no hay más objetivo que competir.
En la denominación 'deportistas con discapacidad intelectual' a veces parece olvidarse el primero de los términos. Basta que ruede el balón unos segundos para que los clichés desaparezcan. El primer choque de Said Khanouchi contra un infortunado jugador japonés resuena en todo el pabellón. Poco después llegaría el primer gol, obra del '9' español, de Toledo para más sueñas. Un espectáculo cómo juega, por cierto. A su lado se mueve Iago Cao. El vigués se vuelve infinito cuando tiene el balón cerca.
"Si te sientas en las gradas dirías que estamos viendo un partido de fútbol sala, sin apellidos", confiesa en los primeros minutos un miembro del equipo de la FEDDI, feliz del nivel deportivo que se está viviendo en Torrevieja. "Justo lo hablaba con mis compañeros antes, que los que estamos dentro del sector, por querer poner tanta clasificación, somos los primeros excluyentes", admitiría minutos después Lorenzo Martínez, responsable del comité técnico de fútbol sala de la federación; algo así como el seleccionador.
Para el técnico murciano "esta es la selección española de fútbol sala y luego ya especificas. Son deportistas, lo dan todo y cuando nosotros mismos normalicemos y expliquemos que son deportistas, daremos el paso. Pero muchas veces nosotros por poner en valor dónde estamos, caemos en el error de ser excluyentes".
No personaliza en nadie, pero destaca la calidad de sus jugadores. Si delante es Said el que marca el paso, en la portería es Eduardo Díez quien salva una y otra vez a España ante Japón. El meta burgalés es capitán en el campo y fuera. Acabado el partido, será el primero en hablar con El HuffPost de "cómo con nuestro esfuerzo de deportistas luchamos contra los clichés" y del "orgullo" de lucir la camiseta de la selección.
De vuelta al partido, el griterío es constante. Lorenzo Martínez oposita a acabar afónico. Sus ayudantes David, Hugo y Javier llevan el mismo camino. Pero el continuo de indicaciones tiene un patrón, siempre hay un 'refuerzo positivo' tras cada comentario. Es algo muy trabajado, explica el primero de los técnicos
"Tanto en el campo como en el día a día tratamos de transmitirle a los chavales el mensaje de que se resalte lo bueno. Desde el primer día les hemos pedido que destaquen algo bueno suyo, aquello en lo que puedan aportar más al equipo". El método grupal para hacer una verdadera 'piña'.
Pero integración no significa mentir. Lorenzo prosigue aclarando que "desde los técnicos a los jugadores, todos hacemos un reconocimiento de lo bueno y también de lo malo, de lo mejorable de cada uno de nosotros". Y eso se consigue "hablándonos a la cara con sinceridad para lograr sacar lo mejor de cada uno... y si logramos eso, el resultado va a ser éxito, ganes o pierdas en el campo, será un éxito".
El partido comienza muy bien. España, para sorpresa de los presentes, se adelanta y consigue controlar la calidad del bloque japonés. Pasan los minutos en el Palacio de Deportes de Torrevieja, en un intercambio de golpes y goles sin que baje la intensidad ni un ápice. Si gritan los entrenadores, más lo hacen los futbolistas. La igualdad es tal que un doble penalti se celebra como medio gol.

Detrás del banquillo, las caras de los miembros de la FEDDI son pura tensión. También hay sonrisas. Pese a la previsión, España compite... y llega a los últimos minutos con todas las opciones. De golpe, un despiste, un rechace y un gol cuando el reloj se acercaba a los 40' reglamentarios deshacen la esperanza de sumar un empate que, a tenor de los resultados futuros, habría valido las semifinales. Cosas del deporte...
Sin tiempo para el llanto por el 3-4 final, la "piña" vuelve a reunirse. Vuelven los gritos de comunión, un aplauso colectivo y un rato para "rebajar revoluciones" en el vestuario. En 24 horas toca otro partido, contra Polonia, y hay que salir a por todas, previo paso por un fisio, Javi, que sabe que va a tener trabajo esa tarde. También lo tiene, en lo psicológico, el 'seleccionador'.
"Ante una derrota se transmite que el deporte es vida y que la vida es así. Que el dolor de la derrota no pesa tanto como la satisfacción de ver el equipo y el trabajo que hemos visto", responde Lorenzo cuando se le pregunta por la gestión de las emociones tras un debut así de intenso.

El técnico habla con El HuffPost mientras tiene a su lado a dos de sus referentes en el campo. El capitán, Eduardo Díez, admite que "ser deportista de la selección española es lo máximo. Es lo que premia todo un año de esfuerzo, de dedicación". Insiste en esa "piña" en la que todos son familia. "Y todos incluye a jugadores, técnicos... y a la gente que hace posible que estemos aquí".
Eduardo, como su compañero Juan Antonio Peral compaginan "como podemos" entrenamientos, vida personal y sus trabajos. El primero, "a turnos" y ayudado por una pequeña beca de la Junta de Castilla y León. En el caso del andaluz, su trabajo es más complejo. "Lo mío es en horario nocturno... así que imagínate para luego dormir y entrenar", confiesa..
Saben que es duro, pero también que el esfuerzo encuentra recompensa en forma de internacionalidad. "Gracias a todos los que nos apoyan tenemos un futuro deportivo y unas vivencias que es algo único en la vida", concluye Juan Antonio, acompañado de su perenne sonrisa.
