Los fans ya no solo forran carpetas: así hunden audiencias o trolean a políticos

Los fans ya no solo forran carpetas: así hunden audiencias o trolean a políticos

Cómo el ARMY y los fans del k-pop han llegado a liderar movimientos sociales.

Fans de BTS en las puertas del Staples Center de Los Ángeles (EEUU) en 2018.Chelsea Guglielmino via Getty Images

El k-pop va mucho más allá de ser un estilo musical. Este género coreano de música pegadiza y bailes de cuidada coreografía mueve masas y, lejos de lo que puedan pensar muchos, su fuerza se aleja de la imagen estereotipada de adolescentes chillonas desmayándose ante sus ídolos. El movimiento fan que despertaban en su día The Beatles o Backstreet Boys poco tienen que ver con este.

Un solo ejemplo de su poder: pueden tumbar audiencias de eventos mundiales. Es lo que se vio esta misma semana con uno de los grupos más populares del momento, BTS. Su ARMY —como llaman al conjunto de fans— desplomó más de la mitad la audiencia de los premios Grammy después de que la boy band no consiguiera el premio a Mejor canción pop de dúo o grupo.

De 1,3 millones de espectadores que estaban siguiendo la gala en el canal oficial de YouTube, se pasó en un abrir y cerrar de ojos a 500.000.

Las valoraciones positivas de la gala también cayeron en picado en redes sociales a partir del momento en el que los fans del grupo empezaran a acusar de xenofobia a la Academia Nacional de Artes y Ciencias de la Grabación.

Pero más allá de lo que para muchos puede ser una monumental pataleta masiva por un galardón que recayó finalmente en Lady Gaga y Ariana Grande por su tema Rain on me, los k-popers volvieron a constatar el poder de su voz. Es tan alta que puede boicotear hasta un mitin de Trump.

El pasado 20 de junio el acto de Donald Trump en Tulsa (Oklahoma, EEUU) aspiraba a congregar a 19.000 personas, convirtiéndose en el mayor evento en un recinto cerrado durante la pandemia del coronavirus. Pero el ejército de fans se adelantó, se movilizó en TikTok y reservó en masa más de tres cuartas partes de las invitaciones. Hicieron la reserva pero no fueron. Al final al evento acudieron 6.200 personas. Todo un troleo.

El duro golpe a Donald Trump no ha sido el único movimiento global maquinado por los fans del k-pop. Consiguieron bloquear una app de la Policía de Dallas con la que pretendían controlar las protestas del movimiento Black Live Matters.

En iWatch Dallas, los ciudadanos podían subir fotos, vídeos o texto de posibles altercados, pero en su lugar se encontraron con imágenes y gifs de los idols —como se conoce a los cantantes que siguen— coreanos.

La app tuvo que cerrar por problemas técnicos y, además, estos fans lograron bajar su puntuación en la App Store a apenas una estrella con una oleada de malas valoraciones y comentarios como ACAB (All Cops Are Bastards) o a favor del BLM.

En España, los fans de estos conjuntos también han dado su golpe de efecto con troleos a la cuenta de Vox en Twitter y a los hashtag ultraderechistas. “Las vidas blancas importan” se convirtió en trending topic a mediados de junio de 2020 como una respuesta de la ultraderecha al movimiento antirracista. Pero los usuarios que entraban en él se encontraban con una avalancha de las llamadas fancams, actuaciones de estrellas de k-pop.

En esos días, también se encargaron de popularizar los hashtag #Abascalprincesa o #Fachaqueveofachaquefancameo en los que se incluían imágenes del líder de Vox Santiago Abascal vestido como una drag queen y con símbolos LGTBI o jóvenes coreanas bailando delante de la tumba de Franco en el Valle de los Caídos.

Este troleo masivo viene de dos conceptos básicos en la cultura del k-pop y las redes sociales: el fancameo y el shitposting.

El shitposting se define, según los fans, como una especie de spam masivo que pretende distraer el foco de un asunto concreto. Por ejemplo, en el caso de los hashtag supremacistas blancos se busca que cuando alguien vaya buscando esos mensajes de odio se encuentre con vídeos de k-pop y no pueda acceder a ellos.

El fancameo consiste, según el Urban Dictionary, en colocar vídeos (que suelen mostrar a los artistas coreanos bailando)  en cualquier hashtag para aumentar las visitas e incrementar así la influencia que tienenEn un sentido más social o político esto tiene su origen, según un artículo publicado en 2019 en Mashable, en la banda BTS y sus seguidores, el ARMY. “Así responden a las personas que hacen comentarios ignorantes o casualmente xenófobos sobre BTS diciendo que están muy ocupados como para atacarles directamente”, señala.

Ambos conceptos parten de la importancia de las redes sociales y el seguimiento de los contenidos online para la cultura k-poper durante las votaciones para los numerosos premios que se entregan en Corea para este género.

Más allá de las votaciones por teléfono, se tienen en cuenta otros factores como las reproducciones en streaming, las ventas que tengan o las visitas de los videoclips. De ahí que estén más que acostumbrados a moverse en masa en favor de uno u otro candidato y copar las redes sociales de vídeos de sus artistas favoritos.

De esta forma, tal y como cuentan desde ARMY España, cada uno de los millones de fans de BTS puede proponer alguna actividad para promocionarlo. “Se proponen ideas y se difunden por redes. También se pueden concertar actividades con otras cuentas; pero al final cada persona decide en qué participa y en qué no. No hay una jerarquía. De hecho, muchas actividades provienen de ARMY individuales que las propone a otras cuentas y si gusta, se difunden”, señalan.

De esta forma han conseguido mucho más que llenar estadios, también conseguir que tiendas e incluso radios pongan sus canciones. “A fin de cuentas, son millones de personas las que apoyan al grupo, es normal que tengan tanto impacto”, apuntan.

Tal es su potencia mundial que según contó Nicole Santero, responsable de la cuenta de datos de Twitter @ResearchBTS, a The New York Times, en mayo de 2020 solo hubo dos días en que un término relacionado con BTS no estaba entre las tendencias mundiales en Twitter.

A pesar de que pueda parecer cosa de quinceañeros, los fans del k-pop abarcan muchos perfiles distintos. “Es un fandom compuesto por gente de todas partes del mundo, con edades diferentes —hay desde niños a abuelos, aunque es cierto que la gran mayoría del fandom tiene entre 20 y 30 años— niveles educativos diferentes, cultura, religión, pensamiento y circunstancias socioeconómicas diferente”, señalan desde el ARMY español.

Lo que sí los une, además de la pasión por BTS, es el compromiso con la juventud compartido con sus miembros. “BTS se han mostrado comprometidos con la situación de los jóvenes en la sociedad contemporánea: desde el sistema educativo, hasta la presión que afronta la juventud para encarar el futuro, ansiedades, miedos, prejuicios, etc”, señalan.De ahí que muchos de sus seguidores hayan cargado contra la ultraderecha.

Lo que se busca es realizar una buena acción que impacte positivamente en el mundo o en el entorno en el que se necesite
ARMY España

Desde ARMY recuerdan que el grupo también ha contribuido a causas benéficas y sociales. “Con UNICEF colaboran en la campaña Love MySelf, de lucha contra la violencia/bullying, por ejemplo; y en cada cumpleaños de un miembro del grupo donan dinero a una causa, desde la educación de niños hasta la promoción del arte”, apuntan.

Este afán por los movimientos sociales se comparte con ARMY en todos los países. “También realizamos acciones benéficas. Por ejemplo, recientemente en España, con motivo del cumpleaños de dos de los miembros de BTS, un grupo de cuentas organizó una actividad de recogida de libros para la biblioteca de un centro escolar que lo necesitaba en Murcia. Se logró aunar unos 350 libros”, señalan.

Esta es solo una de las actividades, pero recuerdan que hay otras relacionadas con la ecología, la donación de comida o la educación. “Lo que se busca es realizar una buena acción que impacte positivamente en el mundo o en el entorno en el que se necesite, según el nivel al que cada uno tenga acceso”, enfatizan.

Lo de que los fans adolescentes se limiten a forrar carpetas con las fotos de sus ídolos es cosa del pasado.

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Soy redactora de LIFE en El HuffPost España y mi misión es acercarte la última hora del mundo de la cultura, la música y el entretenimiento.

 

Sobre qué temas escribo

Escribo principalmente de música, cultura, cine, series y entretenimiento porque, aunque sirva para desconectar, bailar o echar un rato entre palomitas, la cultura esconde mucho más. Evitando el elitismo, trato de tender la mano a las nuevas tendencias de la industria musical o del audiovisual a través de entrevistas con artistas emergentes —que pronto dejarán de serlo— y compaginarlo con el análisis de lo más mainstream como Taylor Swift o Bad Bunny.


En estos ocho años he cubierto los Goya, los Oscar, el Benidorm Fest o Eurovisión. Sí, soy la responsable de los memes que han inundado la cuenta de X de El HuffPost en Eurovisión. Siempre buscando un contenido cercano, sin perder el rigor, contando más allá de lo que se pueda ver en la pantalla.
Aunque no siempre haya relación con la industria cultural, también he cubierto temas relacionados con el Feminismo y el colectivo LGTBIQ+.

 

He podido contar en primera persona con supervivientes del “Stonewall español” que es el Pasaje Begoña, denunciar la situación que viven los menores trans o hablar sobre qué significa la manosfera antes de que llegara a Netflix ‘Adolescencia’.

 

Mi trayectoria

Nací en Málaga, donde estudié Periodismo por vocación en la Universidad de Málaga, entre playlists de Spotify, discos y conciertos. Antes de incorporarme a El HuffPost en 2017, colaboré diversas revistas culturales y de entretenimiento. En 2016 trabajé en el departamento de comunicación de UPHO Festival, un festival de fotografía contemporánea urbana parte del proyecto europeo Urban Layers. Y, aunque sigo echando de menos Andalucía, me trasladé a Madrid para estudiar el Máster en Periodismo Cultural en la Universidad CEU San Pablo. En 2018, compaginé mi trabajo en El HuffPost con la coordinación de proyecto de la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE celebrada en CentroCentro. Desde 2017 trabajo en El HuffPost España, donde he logrado una nominación a los premios GLAAD y ser finalista de los Premios Papageno en 2022.

 


 

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