Nueve personas que borraron sus redes sociales comparten sus impresiones

Nueve personas que borraron sus redes sociales comparten sus impresiones

Viví tres años a mi propio ritmo. Me sentí libre. Las redes sociales pueden esperar. La vida, no.

REBECCA ZISSER/HUFFPOST

Las redes sociales son una herramienta estupenda que permite a cualquier usuario conectarse con una persona que vive a miles de kilómetros de distancia, enterarse de cualquier noticia de cualquier parte del mundo en directo, compartir con otros usuarios sus pensamientos, sus ideas y sus mejores fotos y estar al día con la vida (o de una parte de ella) de sus conocidos. Y precisamente por ello se trata de una herramienta de doble filo: las redes sociales también te acercan a personas con las que preferirías no tener nada que ver, lees noticias que te quitan el sueño y te encuentras con ideologías y teorías absurdas con megáfonos poderosos.

Kate Rosenblatt, terapeuta y directora de la plataforma de terapia online Talkspace, asegura que, en los últimos meses, muchos de sus pacientes han tomado la decisión de borrar sus redes sociales o dejarlas un tiempo en cuarentena a modo de desintoxicación digital. Y, según aseguran, el minimalismo digital está obrando maravillas en su salud mental.

“Un año después del inicio de la pandemia, muchos de mis clientes me han contado que, al haber pasado más tiempo en redes sociales por el confinamiento, les está sentando de maravilla pasar una temporada desconectados”, comenta Rosenblatt. “La vacuna ya ha llegado y el mundo ha empezado a abrir poco a poco, de modo que ya pueden empezar a relacionarse con gente más allá de las pantallas”.

Sin embargo, borrar tus redes o desconectarte de ellas una temporada es más difícil de lo que parece. Ni siquiera hace falta estar muy enganchado para sentir la atracción por los me gusta que recibes cuando publicas una foto o cuando te felicitan por un éxito laboral.

Los estudios demuestran que recibir me gusta y comentarios en las fotos provoca una liberación de dopamina en las zonas del cerebro que forman parte del sistema de recompensas”, comenta Rosenblatt. “Es decir, te hace sentir mejor”.

Puede surgir dependencia a esos breves subidones de dopamina y, sin darte cuenta, empiezas a pasar horas en las redes sociales, viendo las publicaciones de los demás y preparando las tuyas. A la larga, la que lo paga es tu salud mental, advierte Rosenblatt.

Pero ¿qué se siente cuando abandonas las redes sociales cuando estás enganchado a ellas? Lee a continuación los testimonios de nueve personas que hablan de cómo fue, qué dificultades tuvieron y cómo afectó su decisión a sus amistades y a su salud mental.

“Ya había dejado de utilizar Facebook hace años, pero lo que pasó en primavera me llevó a borrarme también Instagram: la pandemia, la muerte de mi suegro por coronavirus, luego lo de George Floyd... El algoritmo de Instagram hizo que mi feed se llenara de recomendaciones de injusticias políticas y sociales, aparte de las continuas publicaciones de mis amigos. Cada vez tenía más ansiedad y no dejaba de buscar noticias sobre tiroteos policiales, nuevos casos de coronavirus, etc. Mi último día en Instagram fue el día que murió la magistrada Ruth Bader Ginsburg. Pensé que estaría mejor si me hacía una nueva cuenta y la programaba para recibir otro tipo de publicaciones, pero al final decidí borrar tanto la cuenta como la aplicación.

Sin Instagram, duermo mejor y me agobio menos. Tengo menos ansiedad, estoy menos enfadada y puedo organizar mis pensamientos en vez de solo enfadarme. Mis amigos me apoyan. Ahora tengo que ponerme al día con ellos por WhatsApp y nuestras interacciones son más sinceras y significativas.

A veces me siento ‘vieja’ por haberme desconectado de las redes, pero supongo que es innegable que cada vez me hago mayor y tengo más perspectiva de lo que me pueden hacer las redes sociales y las fotografías idílicas pasadas por filtros”.

Tate, 21 años

“Lo que me animó a borrarme las redes sociales fue la negatividad que circulaba por todas partes, sobre todo por Facebook. Después de años siendo una usuaria muy activa y de alcanzar muchos seguidores, decidí borrarme todo.

Antes, las redes sociales consumían mi vida. El drama que circulaba en Facebook a raíz de la muerte de un amigo me empezó a afectar directamente. Decidí que no podía más y borré la cuenta y la aplicación de todos mis dispositivos.

Mi salud mental ha mejorado una barbaridad. Aunque todavía pierdo bastante tiempo en el móvil, no me noto estresada ni presionada como cuando tenía que hacer publicaciones diarias. Mis amigos y mis familiares me apoyan y, evidentemente, sigo en contacto con ellos por otras vías. En general, no me arrepiento lo más mínimo de mi decisión”.

Glenn, 40 años

“Hasta la llegada de Trump a la presidencia en 2016 vivía enganchada a las redes típicas: Facebook, Instagram, Snapchat, Twitter... Soy más bien de derechas, pero me acabé cansando de los anuncios y las noticias que me llegaban de una ideología trumpista que no comparto. También me cansé de todos los comentarios y memes despectivos que algunos amigos de izquierdas publicaban contra todos los conservadores sin distinción. No me atrevía a ‘salir del armario’ en cuanto a mi ideología, tenía miedo de las posibles represalias que recibiría si alguien me pillaba siendo de derechas.

Cuando borré mis cuentas, me aseguré de descargar todas las fotos y vídeos que había publicado para no perder nada. Antes no sabía que las redes sociales te dan esa opción y ese es uno de los motivos por los que no me marché antes.

Al principio echaba de menos la falta de contacto con mis amigos y conocidos, pero con el tiempo me di cuenta de que los que de verdad son importantes se mantienen en contacto contigo aunque no tengas redes sociales. Desde que borré mis cuentas, me he creado algunas temporales con pseudónimos para hacer algunas compras y para seguir en contacto con unos grupos de apoyo de los que formo parte, pero, más allá de eso, no me veo regresando.

Me di cuenta de que soy mucho más productiva sin redes y sin pantallas que me distraigan. Mi ideología política ahora tiene muchos más matices y está menos sesgada por las publicaciones que me llegaban de uno y otro lado. Y lo más importante: ahora soy libre de disfrutar del mundo y de la gente que me rodea. Y ahora resulta que me gusta respirar aire fresco y socializar con mis vecinos”.

Jody, 40 años

“Tuve Facebook e Instagram hasta hace cuatro años. Me fui para tener menos negatividad en mi vida. Tenía demasiadas amistades falsas. En Facebook borré a todos mis contactos, pero la cuenta la sigo utilizando para hacer compras. Tampoco me borré del todo la cuenta de Instagram, pero, de vez en cuando, la dejo unas semanas en cuarentena. La última vez estuve todo el verano sin meterme.

Antes de borrar a todo el mundo en Facebook, compartí una publicación anunciando que me iba y que quien quisiera seguir en contacto conmigo podía hacerlo por mensaje o por teléfono. Tal y como intuía, fueron muy pocos los que se pusieron en contacto, pero ahora sé a quiénes puedo considerar mi verdadero círculo de amigos.

No echo de menos nada porque lo que de verdad es importante para mí lo tengo ante mis ojos: mis hijos, mis mejores amigos y mi familia. Y todo eso lo mantengo incluso sin redes sociales. La vida es muy corta y creo que mucha gente se ha dado cuenta de ello con la pandemia. Estoy segura de que nunca echaré la vista atrás y diré: ’Ojalá hubiera pasado más tiempo en redes sociales”.

Zufayri, 22 años

“En noviembre del año pasado, decidí borrar mis tres redes sociales para desintoxicarme: Instagram, TikTok y Twitter. Lo hice porque no dejaba de compararme con mis amigos y no me sentía satisfecha conmigo misma. También lo hice porque había empezado a adoptar un estilo de vida más minimalista y uno de los objetivos es, precisamente, no compararte con nadie.

El cambio me sentó de lujo... o eso pensaba al principio. Durante los primeros tres días, me di cuenta de que utilizaba mucho menos el móvil y me duraba más la batería. Tenía tiempo para hacer cosas productivas: limpiar la casa, leer y escribir. Sin embargo, conforme pasaron los días, me empecé a agobiar porque no me enteraba de lo que pasaba en el mundo. Me estaba perdiendo las nuevas modas. Cuando mis amigos se enteraron, comprendieron mi decisión y me hicieron el favor de enviarme por chat lo más destacable del momento.

Al final me volví a instalar todo por miedo a perderme lo que pasaba, pero no me arrepiento para nada de esa temporada que pasé sin redes”.

Roo, 30 años

“Llevo varios años alejándome poco a poco de las redes sociales, principalmente porque quería sacar más tiempo para leer y escribir. Al principio solo apagué las notificaciones, pero no me podía resistir y las revisaba de forma compulsiva, así que acabé desinstalándome las aplicaciones y comprándome un móvil con la pantalla más pequeña. Borré mis cuentas de Facebook y Twitter. La de Instagram aún la tengo y me he pasado de WhatsApp a Telegram por una cuestión de principios.

Las redes sociales me parecen divisivas, adictivas y carentes de ética. Quitármelas me dio el espacio mental que necesitaba para tener una mejor perspectiva de mi vida. A no ser que les recuerdes a tus seguidores que existes (con historias, me gusta o publicaciones), se olvidan de ti. Y no pasa nada. Ahora, las personas que tengo en mi vida me resultan más cercanas. En vez de emitir ‘comunicados de prensa’ para todo el mundo, compartimos fotos e historias directamente. Ahora importa menos el ego y más las experiencias.

Las redes sociales son una herramienta. Solo deberíamos usarlas en nuestro beneficio. En el momento en el que te empiecen a estresar, busca otras alternativas. Toma decisiones. Piensa en ti. No te dejes engullir por el algoritmo”.

David, 60 años

“Soy médico y compositor minimalista. Antes utilizaba Facebook para publicar mi música, para comunicarme con otros músicos y para mantener el contacto con un puñado de conocidos. Llegué a tener 2000 ‘amigos’. A algunos los he conocido en persona. A otros los acabé borrando por compartir contenido racista o por convertir Facebook en un lugar poco amigable.

Después de una experiencia desagradable con una asesora que mostraba abiertamente su apoyo por un supremacista blanco (Trump), me fui de Facebook en 2018 y no he vuelto. Facebook me parece una empresa criminal y este último año solo ha reforzado mis creencias. Sigo activo en Twitter (sobre todo para mantener el contacto con unos buenos amigos) y en Instagram. Mi esposa sigue en Facebook, así que me informa de las novedades importantes de nuestros amigos en común”.

Justin, 41 años

“Dejé Facebook, Instagram, Twitter y varios foros. Me pasaba el día revisando las actualizaciones. Después de cenar, dejaba el iPad, me iba a la cama y cogía el iPhone.

Tras dejarlo, durante un tiempo leí más libros y pude terminar unos proyectos que tenía pendientes. Me mantenía en contacto con mis amigos por teléfono mientras sacaba a pasear al perro.

El problema es que ahora, con un bebé de cinco meses, acabo el día agotado y necesito una forma de apagar el cerebro, así que me he enganchado a la red social Lent para ver recopilaciones de vídeos sin sentido. La cosa no ha ido a mejor”.

Mehret, 26 años

“Era 2011 cuando me di cuenta de lo enganchada que estaba a las redes sociales. Le pedía a una amiga que me dejara su móvil para mirar mi Facebook, le devolvía el móvil y a los 5 minutos ya sentía la necesidad de revisar mi cuenta. Cuanto más lo pensaba, más me daba cuenta del control que ejercía sobre mi vida y del tiempo y la energía que me hacía perder. Me cabreaba que mi productividad y mi salud mental se vieran afectadas por cosas tan tontas como ver lo que comían los demás. Me borré Facebook, Instagram, Snapchat, Tumblr y Twitter y estuve tres años sin redes sociales.

Dejar las redes sociales fue la mejor decisión de mi vida. Me permitió vivir tres años a mi propio ritmo. Me sentí libre. Cuando hacía algo, no me preocupaba por inmortalizarlo para que mis contactos lo vieran bien.

Date un respiro. Las redes sociales pueden esperar. La vida, no. Redescubre los placeres de una vida sin redes sociales”.

Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.