Héctor Abad: "Cada libro mío está asociado a un amor de mi vida"

Héctor Abad: "Cada libro mío está asociado a un amor de mi vida"

El autor colombiano reflexiona sobre su vida a partir de su último libro: 'Lo que fue presente. Diarios (1985-2006)'.

El escritor colombiano Héctor Abad Faciolince publica ‘Lo que fue presente. Diarios (1985-2006). / Fotografía cortesía de la página web del autor

Por Winston Manrique Sabogal

Una semana antes de cumplir 35 años, Héctor Abad Faciolince destiló en una frase de su diario toda su incertidumbre, angustia, impotencia, sueños y amor por la existencia: “Si yo pudiera describir cuál es el argumento de mi vida”.

Veintiséis años después, y ya con 61 años, el escritor colombiano sabe cuál es ese argumento. Estaba escrito antes, aunque él no lo había visto, pero su padre sí.

“Si yo pudiera describir el argumento de mi vida” es como el centro de una gota en un estanque que no sabe que creará las ondas que no solo prueban y prolongan su existencia, sino que es el impulso de lo que vendrá.

La frase está escrita en Lo que fue presente. Diarios (1985-2006) (Alfaguara). Al escucharla en boca de otro, el escritor queda en silencio unos segundos, insinúa una sonrisa y su cara ensombrece antes de decir, en la biblioteca de su editorial en Madrid, justo antes de que se desatará la pandemia en primavera y no se supiera su argumento:

No me había dado cuenta, pero recordé que en vida mi padre me dijo algo raro en público. Yo era joven, tendría menos de 20 y más de 15, y dijo: “Yo seré recordado por mi hijo».

Para bien o para mal, me he tenido que dedicar a hacer que mi padre se ha recordado. A lo mejor ese es el argumento de mi vida…. Cumpliendo esas palabras de mi padre que adquieren ese algo un poco solemne, un poco oracular y mágico… Y lo he cumplido hasta donde he sido capaz».

Futuro y pasado, pasado y futuro siempre han estado en el mismo punto de la vida de Héctor Abad Faciolince (Medellín, Colombia, 1958). Están en esa gota que contiene todo, la gota que es presente y que se refleja en títulos como El olvido que seremos, donde cuenta la historia de su padre, el doctor Héctor Abad Gómez, y las circunstancias de su asesinato, su familia y su vida y, a la vez, retrato del espejo roto de Colombia. Y que se repite en este diario de Lo que fue presente porque esos escritos tan íntimos y reveladores de muchas facetas de su vida personal y profesional los escribió hasta que empezó a hacer realidad las palabras de su padre: la escritura de El olvido que seremos publicado en 2006. Una obra que acaba de ser llevada al cine bajo la dirección de Fernando Trueba, con Javier Cámara en el papel del doctor Abad, y prontó tendrá una versión en novela gráfica.

«… Creo que entendí muy bien para qué escribí los diarios: para no enloquecer, y entendí muy bien que ya no era necesario escribir diarios. Fue el desapego al ejercicio del diario. Ya no tengo ni la tentación porque los diarios, al menos este tipo de diario que yo escribí, eran con mucha incertidumbre de qué puedo hacer, de qué soy capaz, de qué no soy capaz y las posibilidades, ver qué el futuro se va estrechando con los años… Ahora ya sé que hasta el último día de mi vida escribiré. Sé que no voy a tener más hijos, sé que en la medida de lo posible no me separaré de mi mujer porque quiero seguir con ella. He dejado atrás muchas de las cosas que escribí.

Esas páginas de Lo que fue presente es la geografía de una perseverancia, de un joven que quiere escribir, es el rastro de obstáculos y trampas de la vida mientras él insiste a pesar de sus dudas y desconfianza en sí mismo como cuenta en el siguiente vídeo:

Héctor Abad Faciolince cuenta en este vídeo el origen de ‘Lo que fue presente. Diarios (1985-2006)’, para WMagazín.

«Siempre supe que quería dedicarme a un oficio que tuviera que ver con libros: librero, editor, traductor, bibliotecario… Toda mi vida ha girado alrededor de los libros, de la palabra y la lectura. Tuve suerte de poder hacer esos oficios y también escribir.

Lo que pasa es que al principio hay mucha incertidumbre de si eres capaz; esa sensación de impotencia ya no la tengo, y sí creo que escribiré otro libro».

Es curioso porque estos diarios surgieron para reemplazar una novela o el fracaso de una novela. Y una noche, cuando conversaba con su editor de Colombia, Gabriel Iriarte, y decirle que no publicaría la novela que acababa de terminar le dijo que solo le quedaban un montón de cuadernos con sus diarios. Al editor se le iluminó la cara. Así, estos Diarios llegaron para salvarlo de “la mudez y del silencio”, como escribe en el prólogo.

Unos Diarios que hablan de que no era capaz de escribir y de más cosas personal. Hay un momento en que piensa que “el futuro es un desierto”. ¿Qué pensaría ese hombre treintañero que escribió aquella frase frente a la vida que ha tenido hoy?

«A pesar de las derrotas y fracasos que se leen en estos diarios, la vida ha sido generosa conmigo. En ese desierto del que hablaba había muchos oasis. He tenido más de lo que soñaba… A la vida, si se le pide algo, ya no pido felicidad, le pido que no haya infelicidades, grandes tragedias. No por mí, a mí me puede pasar, sino a las personas que quiero».

La vida de Abad Faciolince parece un salto de oasis en oasis, la perseverancia de una persona que quiere ser escritor mientras a su alrededor la vida crece llena de sensaciones y comportamientos de los que hoy no se siente muy orgulloso. Está ahí el hombre “inmaduro y enamoradizo” que “se nutre de la parte más oscura de mi mente y de mi existencia”, que expone sus partes sombrías, tristes y no las luminosas. Pasado el tiempo y releído todo la mirada es:

«Volver a leerlos fue duro, a veces desagradable… Digamos que yo no veo esa vida mía que iba leyendo como una vida ejemplar. Uno vive como puede… La sensación que más tengo es de que todo es irremediable, de que la Szymborska tiene razón de que la vida no es un borrador, no es un ensayo, es lo que es.

Y al copiar los diarios y querer corregir me doy cuenta de que no se puede, sería desvirtuar el diario. Lo único que tiene que tener un diario íntimo es verdad. Uno en la literatura y en la ficción corrige la vida, uno es lo que puede y quiere ser. En los diarios la vida es lo que es y punto».

Es el escritor que busca abrirse paso, el miedo que lo embosca todo el tiempo, la impotencia de no ser capaz de acercarse a los autores que más admira. En el diario parecen escucharse esos gritos de angustia y desesperación, el murmullo de las quejas… pero se impone siempre el sueño:

«Eso ha sido una obsesión constante en mi vida. A pesar de los fracasos sigo fracasando ilusionadamente, fracaso con entusiasmo porque, a lo mejor, después se puede salir bien. El problema era que leía a los escritores que me encantaban y me comparaba con ellos, y aún hoy, veo que no llego a esa calidad. Eso da una sensación constante de fracaso».

En 1994, un año después de “Si yo pudiera describir cuál es el argumento de mi vida”, Abad Faciolince publicó su primera novela: Asuntos de un hidalgo disoluto. Los recuerdos son claros. Cada libro suyo, desvela, está asociado a una relación sentimental.

«Cada libro mío está asociado a un amor de mi vida:  Asunto de un hidalgo disoluto a Margaret de quien me enamoré, Tratado de culinaria para mujeres tristes a Irene de quien me separé, Fragmentos de amor furtivo está asociado a Eugenia y una relación de celos míos y de ella… Entonces, cada amor produce como un propio estilo.

Pero Antes de recorrer mis libros querría empezar por el libro anterior que ni siquiera se consigue. Es un librito de cuentos malos que no quiero que se vuelva a editar, Malos pensamientos. Mi papá me dejó de herencia dos amigos a quienes está dedicado El olvido que seremos, son Carlos Gaviria y Alberto Aguirre. Alberto leyó esos cuentos y me dijo que yo estaba jodido, que iba a ser escritor y lo iba a ser para siempre. Carlos Gaviria que trabajaba en la Universidad de Antioquia consiguió que la editorial de la universidad lo publicara. Me asombra la generosidad de esa herencia. Es como si ellos supieran que para que yo pudiera confiar en mí y siguiera escribiendo tenía que publicar un libro malo. Gracias a ellos seguí y crecí con la ilusión de que podía ser escritor.

Luego escribo Tratado de culinaria para mujeres tristes (1996). Es mi primera experiencia de fracaso editorial: siete editoriales lo rechazaron. Mi mujer lo publica con dinero de su bolsillo, lo lleva a la Feria del Libro y se cae el techo… Pero antes de eso, una vendedora de libros de Alfaguara, a la que no había enviado el manuscrito, de nombre Pilar Reyes, compra ese librito y se lo lleva a los editores y me lo publican. Ella deja de ser vendedora de libros y se convierte en editora. Hoy es la editora de Alfaguara en España.

«Lo que me conmueve de mis Diarios es lo frágiles que veía a mis hijos. Sentía que eran como el Licenciado Vidriera, de Cervantes, que yo no podía ni tocarlos. Me conmueve la fragilidad que percibía en esos niños y el miedo mientras ellos fueran niños y adolescentes; el miedo espantoso a morirme. Casi que en cada uno de mis viajes dejaba mis últimas voluntades».

A mí me pusieron una pistola cuando volví a Colombia. De milagro no me dispararon».

Hay un episodio estremecedor con su madre. En Medellín después del asesinato de su padre él 25 de agostode 1987 Abad Faciolince da un discurso y cuando va por el pasillo con su madre dos hombres malencarados viene de frente hacia ellos. Su madre, inmediatamente, se pone delante y les dice “¡A él no, a él no! Les da una orden, no les pide, les ordena. Los dos tipos desvían el camino y siguen de largo llevándose su estela de muerte.

«Esa escena me impresiona. Y me produce una sensación de desasosiego por mi cobardía, porque quien se pone delante de una madre es el hijo… Yo no era un niño… Ella teme que me vayan a matar… ¿Y si iban a matarnos a los dos porque ella está por delante? Eso me asombra. Es una madre con nueve hijos que dice: ‘¡Aquí estoy yo!’. Yo haría lo mismo por mis hijos».