Las películas de Navidad: una corriente interminable de rojo, verde y nieve
Y los empalagosos catálogos con olor a jengibre.
Siempre hay un abrigo de camello. Probablemente también un jersey rojo de cachemira. O uno verde de cuello alto. Súmale algunos elegantes vestidos de tubo de colores sólidos, cómodas bufandas a cuadros y montones, montones de árboles de hoja perenne, luces centelleantes y cojines de temporada. ¿Es el año 2002? ¿2012? ¿2020? Es difícil saberlo, porque esta estética sólo puede significar una cosa: estás viendo una película de Navidad hecha en exclusiva para la televisión (o las plataformas).
Hacer una maratón de estas películas significa ver lo mismo una y otra vez: su misma estética y sus historias invariables. Las producciones navideñas se machacan a sí mismas y entre sí. Son un flujo constante de mujeres solteras tristes con abrigos rojos y verdes combinados con bufandas a cuadros sobre su elegante ropa de trabajo.
Mujeres que también decoran sus apartamentos o las posadas que regentan con bolas de Navidad, con cojines cubiertos con muñecos de nieve y luces centelleantes, con enredaderas de acebo. Y aun así, encuentran tiempo para hornear una bandeja perfecta de galletas que huelen a... ¡oh, sorpresa! Navidad.
Este empalagoso catálogo con olor a la jengibre y repleto de nombres como Amor de calendario, Operación Feliz Navidad, La Navidad mágica de los Jungle o Navidad en la plaza —todas ellas de Netflix— son un elemento básico de la temporada, y se extiende por España desde noviembre hasta entrado enero.
Ayudan a corroborar que la Navidad no es cosa de un día, sino una temporada que suma de la manera más indigesta (en pantalla) decoraciones, intercambios de regalos, comidas, atuendos y fiestas, y muy de vez en cuando un drama con un final feliz.
Porque todo se resuelve con espíritu navideño. A nadie le sorprende (tampoco) que la mayoría sean comedias románticas con muchas buenas intenciones, esas que sólo el espíritu navideño arranca a la gente.
Cuentos de hadas sobre el consumo
Hay más. Las películas navideñas son, como escribió Claire Fallon en la edición estadounidense del HuffPost, “cuentos de hadas sobre consumo”. El resultado final es una estética con un gran atractivo comercial. Pocos se resisten a echarse una siesta con ellas.
Son capaces, incluso, de salvar la Navidad. Literalmente. En Crónica de Navidad 2, una adolescente de mal humor da la espalda a las fiestas, hasta que ella y su hermanastro van al Polo Norte para unirse a Santa Claus y evitar que su malvado hermano destruya la Navidad. ¿Lo conseguirán? Que nadie tema este spoiler: pues claro.
En Amor de calendario el cuento no cambia mucho: Emma Roberts y Luke Bracey son dos solteros empedernidos que odian las fiestas, pero deciden poner fin a su soledad en estas fechas tan señaladas. Acuerdan ser pareja durante las fiesta, desde Halloween hasta Año nuevo. El final, superfeliz.
Y cómo no, en Amazon Prime Video se puede rememorar la comedia romántica Last Christmas en la que Emilia Clarke muestra una postura desencantada y cínica de la vida. Inesperadamente conoce a un chico que le ayuda a descubrir los pequeños y mágicos detalles de la ciudad. Todo un propósito navideño.
En noviembre, Shane Meador, el diseñador de producción de la cadena de pago Hallmark Channel (Estados Unidos), explicó a House Beautiful que buscaba “decoraciones navideñas tradicionales de Nueva Inglaterra” y que se inspiraba en películas como El gran Gatsby y en la decoración navideña del Palacio de Buckingham —aprovechando que la monarquía británica también se resiste al cambio estético— para el diseño de los escenarios.
La mayoría de estas películas se producen en tiempo récord y en grandes cantidades. Por eso cada año se convierten en un largometraje lleno de escenas cada vez más artificiales con ramas de acebo, decoraciones cada vez más elegantes y vestidos de fiesta cada vez menos ostentosos.
Algunas de las principales ofertas navideñas de Netflix, como la trilogía Un príncipe de Navidad o la duología Cambio de princesa y Jingle Jangle dejan claro que invertir un poco más de dinero hace que todo brille mucho más —a veces hasta el borde del ataque epiléptico—, casi como el árbol más famoso del mundo, el del Rockefeller Center en Nueva York.
Rojo y verde franela
Pero en la tierra de las películas navideñas de televisión, todo son aspiraciones estéticas que se consiguen con escaso ingenio, porque todo es posible en Navidad, dicen. Que nadie pase por alto las coronas con adornos de oro, las barandillas cubiertas de acebo, los accesorios de ropa exterior roja y verde... No pasan precisamente desapercibidos, son como un guantazo que despierta al espectador de la siesta.
Cualquiera de los personajes de las películas es capaz de mimetizarse con la Navidad. Tienen tanta experiencia en el asunto que cuando vuelven a casa para la cena de Nochebuena no les cuesta cambiar el traje de ejecutivo por unos vaqueros y un jersey rojo o verde (o rojo y verde) de franela.
Saltar de película en película no facilita distinguirlas y saber si estás viendo otra nueva o la misma. Porque la protagonista sólo está satisfecha cuando inevitablemente regresa a su hogar y sus raíces, a sus franelas, y encuentra un trabajador de buen corazón que la ama y decora con ella el árbol de Navidad. Suene como suene... es lo que hay en pantalla.
En el mundo real la vida transcurre rápida, con cambios que irrumpen de golpe en la sociedad. En cambio, las películas navideñas no se mueven de sus pueblos pintorescos amantes de la Navidad ni de los suburbios tranquilos cubiertos de nieve.
La vida cambia, ellas no
Todo permanece insensible al contexto, da igual en qué año se vea una de ellas. 2020 ha sido un año infernal para la mayoría debido a la pandemia, pero las comedias románticas navideñas han sobrevivido al virus, porque todo es tan ideal que es imposible no vender una vez más el mismo mensaje.
Las distinciones raciales y de clase se derrumban. ¡Todos viven en un gran pueblo lleno de armonía entre los vecinos! ¡Todo el mundo tiene un buen abrigo para resguardarse del frío! ¡A todos les encantan los árboles de Navidad gigantes, y añadirle adornos con valor sentimental! ¡Todos pueden alcanzar el amor, el éxito, la felicidad y la plenitud únicamente con creer en el espíritu navideño!
Este artículo fue publicado originalmente en la edición estadounidense del HuffPost y ha sido adaptado del inglés por Paula M. Gonzálvez