Los pijos y la televisión

Los pijos y la televisión

La 'first class' de verdad nunca iría a 'First Class'.

Foto del rodaje de 'First Class'.NETFLIX

Hace unos días se estrenó en Netflix un programa ¿absurdo? que se llama First Class. Como algunos nos hemos reído bastante (no con el programa, sino del programa) oí a alguno de sus responsables y participantes que es que “no habíamos entendido nada”.

Será eso, queridos. No pasa nada. La tele es así, a veces se hacen cosas con una intención y sale otra cosa que no era lo que queríamos hacer

La cosa es que no me voy a extender en analizar el programa. Solo voy a dar un titular. La first class de verdad, los diletantes pobladores de las masías de l’Empordà catalán, nunca iría a First Class televisivo, y tampoco lo vería, y si lo viera se espantaría, y por supuesto no se sentiría representado.

Así que lo que propongo en este post, el segundo de la serie Y tú qué miras, es otro recorrido por el mundo pijo, el que hicimos en La Ser Marc Giró (periodista, autor del divertidísimo y afiladísimo Pijos. Guia práctica. Qui son, què fan i on trobar-los), Mikel López Iturriaga, el jefe de El Comidista, que contó cómo eran las pijas de la gastronomía televisiva (Samanta Vallejo Nájera, Tamara Falcó). Repasamos además la película Selfie, de la mano de Víctor García León, su director, y de Santi Alverú, su protagonista.

Podeis escucharlo aquí.

La televisión, el audiovisual está más llena de pijos de lo que nos creemos. Con sus casas perfectas y luminosas en distintas latitudes, sus tramas sentimentales y sus infidelidades, sus quehaceres absurdos, sus colegios de élite, sus problemas del primer mundo. Están en la ficción y en el entretenimiento, a veces son actores (como en Sucession, como en Selfie) o pretende serlo (como en First Class, porelamordedios) y a veces son personas reales, como Tamara Falcó.

Arrancamos con esta frase demoledora para tener claro dónde estamos: “Hay lucha de clases, guerra de clases, muy bien, pero es mi clase, la clase rica la que está haciendo la guerra, y la estamos ganando”, de Warren Buffet, inversor y empresario estadounidense. Frase que me sirve para dejaros algo claro: vosotros, queridos lectores, no seréis nunca pijos de verdad, aunque lo deseéis de corazón. Porque, ¿sois ricos? ¿no? Pues entonces, NADA. Quizá vosotros, como Mikel y Marc podríais pasar por uno de ellos, hasta que abrís la boca. O hasta que buceáis en vuestro patrimonio. Entonces os daréis cuenta de que no.

Otra máxima que repitieron todos los invitados del programa: a los pijos no les importa nada lo que nosotros pensemos de ellos. Por eso, tal y como explicó Mikel, Tamara Falcó habla sin filtro, y dice siempre lo que le viene en gana, sin medir. Sabe que no habrá consecuencia alguna. No va a perder trabajos, ni patrimonio, ni reputación.

Hablamos del pijo woke, (el activista, concienciado) que sale en la serie Sucession, (serie de la que Marc Giró ha visto “el primer capítulo y no ha necesitado ver más”), hablamos de los pijos arquetípicos como los de White Lotus (serie que os recomiendo para este verano), de los que viven en casas imposibles, cuyos vestidores son como la superficie de Soria, como los de Gossip Girl (que pese a todo son infelices a su manera, con sus pequeñas tragedias cotidianas).

Hablamos, claro, de los que estudian bachillerato en colegios privados, como los de Élite. Algunos han cumplido ya los 20 años pero siguen cursando bachiller, y como sabéis tienen más sexo en un solo capítulo del que muchos de vosotros habéis tenido en los últimos ¿meses? Y sí, todos son guapos, y con cuerpos de ensueño, como bien explicó su creador Carlos Montero, en unas declaraciones a Fotogramas, que resultaron polémicas. “Son cuerpos a los que aspiramos, ya sea para parecernos a ellos o para acostarnos con ellos. ¿Cuáles son las razones de mostrar estos cuerpos y no los de verdad? Pues los mismos de estar contando una élite española que tampoco existe. Es una estilización, una idealización. Igual que muestro piscinas y casas de ensueño, muestro también cuerpos de ensueño”. 

Al margen de que tenga razón, derecho a contar lo que le dé la gana, y por supuesto la obligación a aceptar las réplicas y la controversia, a Montero le tengo que dar la razón en una cosa: no suele haber pijos gordos, ni feos, ni con mal pelo.

Hay más pijos en la tele. Los campechanos como Bertín Osborne y su casa donde recibió a María Pombo y a su novio. Si no lo visteis, lo recomiendo. Eso sí que es realismo y no lo de First Class.

A mí me encantaban las pijas de Sexo en Nueva York, las estupendas pijas con sororidad de Big litle lies y por supuesto me encantó Paloma, la pija que interpretaba Pilar Castro en El asombroso mundo de Pocholo y Borja Mari, un papel dificilísimo que ella bordó, acompañada por Javier Gutierrez y por Santiago Segura (que, como siempre, me sobra). Era 2004 y parodiaban a tres pijos monumentales es la primera ficción española que convertía en protagonista a ese universo. Un comedia pura.

Pasaron 13 años hasta que una ficción se adentró en ese mundo. El 23 de junio de 2017 llegó Selfie, de la mano del guionista y director Víctor García León. La película contaba la historia de un pijo paradigmático, Bosco, (esos nombres que darían para otro post), que interpretó francamente bien el actor Santi Alverú.

Recomiendo la película entera, pero de momento, no os perdáis este trocito impagable, con una perorata impagable.

Tal y como nos contó Victor, la película llega en el momento perfecto, el 15M, el contexto político, con Podemos germinando, y el hartazgo del propio director.

“Un gilipollas es como una linterna que alumbra todo lo que tiene al lado. Te obliga a manifestarte. No hay posibilidad de no opinar, no puedes caer en la equidistancia. Nos convenía mucho el retrato de Santi. Yo llevaba haciendo mucha publi, estaba muy desesperado porque no levantaba ninguna película, me bañaba en autocompasión. Un día me levanté y me di cuenta de una cosa que me había dicho Jonás Trueba:

‘La diferencia entre la gente que hace pelis y la que no, es que los que hacen películas se levantan y las hacen’. Y la hice”. Metió al gilipollas de clase alta en Lavapiés.

Y ¿por qué Santi Alverú?, le pregunté al director. “Un actor de clase media no puede hacer de pijo. Se ve muy claramente la procedencia de un pijo por las dentaduras. A Flor, a la directora de casting, le dije, tráeme un pijo de verdad. Y localizó a Santi por Facebook”. Lección una, queridos creadores de First Class. Si no tienes un pijo de verdad, mejor lo dejas

Santi Alverú, que hacía stand up en ese momento, fue a la prueba y entendió bien lo que Víctor quería. “Me encontré con un equipo de profesionales sabios y enriquecedor.  Yo no soy esa persona, ni de coña, pero conozco ese mundo. Y podía ir sin frenos”.

Para acabar, cinco conclusiones que podemos sacar tras escuchar el programa:

  1. Los pijos nunca aceptan que son pijos, no lo ven, “igual que no ven la pobreza, no ven eso. Están en su rollo, en la nube” (Marc Giró, dixit). 
  2. Nunca se sienten representados en las parodias que la plebe se esfuerza en mostrar, nunca consideran que son ellos. 
  3. También tienen una relación compleja con el concepto del erario público
  4. Los pijos de verdad están más allá de las ficciones que vemos, son los que tienen las productoras, los que tienen la pasta, los dueños. “Los ejecutivos en realidad son sus sirvientes. Detrás del ejecutivo hay un pijazo de verdad, con el que no nos hemos topado jamás”. Recomiendo aquí este artículo Xavi Sancho
  5. Ellas están siempre “atareadas” porque pese a estar “orgullosas de mi apellido quiero valerme por mí misma”. Y a veces se van a la India a comprobar que los pobres sonríen. Y aquí, este artículo de Begoña Gómez sobre el pijo concienciado, Los pijos woke.

Y aquí la playlist del programa

Seguimos juntos en La Ser y aquí, todo el verano

MOSTRAR BIOGRAFíA

Periodista, ha trabajado para diarios como Levante y televisiones como Canal 9 y TVE. Es colaboradora de radios como Cadena Ser o RNE. Cubells ha publicado varios libros sobre el mundo de la televisión y también, en colaboración con Marce Rodríguez, el libro Mis padres no lo saben.