Por esto pago Twitter
"Odian a voces mientras golpean un cazo con una cuchara".
Es un día cualquiera de promoción en una cafetería cualquiera de una capital de provincia. Todavía estamos en septiembre, pero empieza a hacer fresco. El periodista que está sentado frente a mí revisa sus notas, yo me acomodo en la silla de metal y me caliento las manos sujetando la taza de té.
—Volvamos a tus orígenes— dice él levantando la vista de la libreta.
Me pregunto si quizá se refiere a los orígenes del planeta, a la evolución de los homínidos o al día en que nací, hace veintisiete años, en un hospital madrileño. Pero la cuestión es otra.
—¿Por qué decidiste empezar a escribir en Twitter?
Cojo aire y suelto la respuesta habitual:
—Todo empezó en 2019 con la Feria del hilo, un certamen que organiza Twitter España coincidiendo con la Feria del Libro de Madrid. Participé con un hilo, se hizo viral y gané dos premios. Y aquí estoy, presentando mi segundo libro.
Sonríe amablemente y apunta algo en la libreta.
—¿Y qué nos puedes decir de… los haters? ¿Cómo es escribir en redes en tiempo real?
Los haters. En castellano: los odiadores, aquellos que odian. Pero no odian en silencio, odian a voces mientras golpean un cazo con una cuchara. Su hábitat natural es Internet, en especial, Twitter, hogar de memes, discusiones sobre tortilla de patata y ring de boxeo ocasional.
Me abrocho la chaqueta y respondo lo de siempre: que no hay que hacerles caso, que lo positivo gana a lo negativo, que sólo buscan atención… Y todo lo que digo es cierto. Pero para qué nos vamos a engañar, a veces la gente es tan despiadada que por unos instantes hasta a mí se me olvida que debo mantener las formas y lo único que me apetece es verlo todo arder.
Tampoco pasaría nada, porque todos sabemos que el objetivo de los haters es precisamente ese: cabrearnos. Y es que algunos lo hacen realmente bien, se lo toman con una profesionalidad envidiable. Su nivel de mezquindad haría palidecer al mismísimo Joffrey Baratheon. Pero lo importante es que el cabreo no te dure más de diez minutos, que no acabe envenenando tu vida, vamos. No soy Mr. Wonderful ni lo pretendo, pero si os tengo que dar un consejo, es ese.
Al final, los odiadores expertos, los auténticos paladines del mal, escasean. Lo más común es el hater basic, que repite comentarios manidos y poco originales. Nada memorable, a veces hasta molesta su falta de esfuerzo. Personalmente, mi versión favorita son los haters convertibles. Es un espécimen poco común, pero muy gratificante: empieza soltando perlas, pero acaba dándose cuenta de su error. Aprende, dialoga y rectifica.
En resumen, los haters están, existen y habitan entre nosotros. Por suerte, desde hace un tiempo tenemos la opción de controlar quién puede responder a nuestros tweets, además siempre podemos bloquear. Porque en ocasiones, los haters pasan de la anécdota al acoso y al discurso de odio. Y aquí, es necesario actuar, denunciar y tomar medidas.
Mientras tanto, nos queda seguir escribiendo, seguir creando contenido que merezca la pena y no agachar la cabeza.
Termina la entrevista, apuro el último sorbo de té y el periodista y yo nos levantamos de la mesa.
—En realidad, es una maravilla que hayas llegado hasta aquí. ¿Cómo ha cambiado todo verdad? —comenta mientras salimos de la cafetería.
—Y todo gracias a unos hilos de Twitter —respondo yo con una sonrisa irónica.