Primo Levi, cien años del hombre que contó el infierno nazi para no olvidar nunca

Primo Levi, cien años del hombre que contó el infierno nazi para no olvidar nunca

El escritor italiano Primo Levi (1919-1987).

Por Wiston Manrique Sabogal

Bajamos, nos hacen entrar en una sala vasta y vacía, ligeramente templada. ¡Qué sed teníamos! El débil murmullo del agua en los radiadores nos enfurecía: hacía cuatro días que no bebíamos. Y hay un grifo: encima un cartel que dice que está prohibido beber porque el agua está envenenada”.

Como envenenada estaba la vida entonces durante el nazismo en la Segunda Guerra Mundial. Como envenenada está el alma humana, viene a advertir Primo Levi como superviviente de los campos de exterminio. Es un atisbo a la vida de este hombre que convirtió en palabra eterna y recuerdo el hecho de que la humanidad es prestada porque el ser humano quiere que sea así. Y es este su propio creador del infierno.

Y Primo Levi está ahí, ya para siempre, como memoria del horror y a la vez de los destellos de la grandeza del ser humano en el mismo hecho de contar así el infierno y recordar lo que es el ser humano como lo dice en la continuación de Si esto es un hombre:

Esto es el infierno. Hoy, en nuestro tiempo, el infierno debe ser así, una sala grande y vacía y nosotros cansados teniendo que estar de pie, y hay un grifo que gotea y el agua no se puede beber, y esperamos algo realmente terrible y no sucede nada. ¿Cómo vamos a pensar? No se puede pensar ya, es como estar ya muertos. Algunos se sientan en el suelo. El tiempo transcurre gota a gota”.

Italiano de origen judió sefardí, hace cien años nació Primo Levi en Turín, el 31 de julio de 1919, y quien falleció el 11 de abril de 1987. Era un joven veinteañero cuando en el invierno del 21 de febrero de 1944 fue deportado a Auschwitz. Su número fue el 174517. Sobrevivió, y en el cerco de la incertidumbre y las héridas vivas su experiencia la empezó a escribir en 1946. Un año más tarde una editorial pequeña publicó Si esto es un hombre. Tuvo pocos lectores. El mundo prestaba atención a otras cosas. Es en 1957 cuando la editorial Einaudi publica aquel testimonio y Levi obtiene más lectores, y el mundo empieza a conocer más cómo fue la campaña de exterminio nazi contra los judíos.

Pero también en cada línea, en cada recuerdo que busca ser memoria está el canto a la vida.

En sus primeras memorias deja clara su posición:

“No lo he escrito con la intención de formular nuevos cargos; sino más bien de proporcionar documentación para un estudio sereno de algunos aspectos del alma humana. Habrá muchos individuos o pueblos, que piensen, más o menos conscientemente, que ‘todo extranjero es un enemigo’. En la mayoría de los casos esta convicción yace en el fondo de las almas como una infección latente; se manifiesta solo en actos intermitentes e incordinados, y no está en el origen de un sistema de pensamiento”.

Primo Levi soportó y pudo sobrellevar todos sus recuerdos en parte a su profesión de químico. Antonio Muñoz Molina lo explica en el excelente prólogo de la edición publicada por El Aleph, al tiempo que da una gran pincelada de su persona y vida: “A Primo Levi la Química le sirvió como asidero contra una realidad hostil durante su adolescencia de judío apocado, le dio una pasión intelectual vigorizadora en medio de la conformidad social de la Italia fascista y además, literalmente, le salvó la vida en Auschwitz, al permitirle la ventaja crucial de trabajar al abrigo de un laboratorio durante los meses más fríos de un invierno que habría sido letal para él, como lo fue para tantos otros, si hubiera tenido que soportarlo a la intemperie”.

Levi nunca lo negó. Fue una idea insomne. En esas primeras memorias habla de la caída del ser como individuo:

Al terminar, nos quedamos cada uno en nuestro rincón y no nos atrevemos a levantar la mirada hacia los demás. No hay dónde mirarse, pero tenemos delante nuestra imagen, reflejada en cien rostros lívidos, en cien peleles miserables y sórdidos. Ya estamos transformados en los fantasmas que habíamos vislumbrado anoche.

Entonces por primera vez nos damos cuenta de que nuestra lengua no tiene palabras para expresar esta ofensa, la destrucción de un hombre. En un instante, con intuición casi profética, se nos ha revelado la realidad: hemos llegado al fondo. Más bajo no puede llegarse: una condición humana más miserable no existe, y no puede imaginarse”.

Sobre esa incomodidad de Primo Levi como sobreviviente y testigo de Auschwitz, Muñoz Molina recuerda en su texto que “nunca accedió al victimismo blando, a la sentimentalización del sufrimiento, a la tranquilidad de conciencia que habría obtenido aceptando una división limpia y nítida entre los oprimidos y los opresores, entre los verdugos y las víctimas: ’Toda víctima debe ser compadecida, todo superviviente debe ser ayudado y compadecido, pero no siempre pueden ponerse como ejemplo sus conductas”.

Desde aquel 1947 de la publicación de Si esto es un hombre, su memoria es imprescindible por lo que comparte al convertir al mundo en testigo de lo sucedido; y por el estilo narrativo preciso, claro y nítido donde el lector asiste sobrecogido a su experiencia.

“Así se arrastran nuestras noches. El sueño de Tántalo y el sueño del relato se insertan en un tejido de imágenes menos claras: el sufrimiento del día, compuesto de hambre, golpes, frío, cansancio, miedo y promiscuidad, reaparece por las noches en pesadillas informes de una violencia inaudita como en la vida libre se tiene solo en las noches de fiebre. Se despierta uno a cada instante, helado de terror, con todos los miembros sobresaltados, bajo la impresión de una orden gritada por una voz llena de cólera, en una lengua que no se entiende”.

Y así avanza la vida, sobre ella va de puntillas Primo Levi. Sombra, recuerdo, sueño. Se niega a ser un espectro. Pero los dilemas y sentimientos de culpa por haber sobrevivido están con él. Dijo que sobrevivir fue cosa del azar que tocó y rozó a muchos por el solo hecho de, muchas veces, haber tenido algún pequeño privilegio de saber algo y haber podido servir al sistema de campos de concentración. Lo expresó de varias maneras en sus diferentes memorias y libros, y lo comentó en entrevistas, a veces en palabras que formaban círculos pequeños, a veces más grandes. Y lo dice muy claro en Los hundidos y los salvados:

Al cabo de los años, se puede afirmar hoy que la historia de los Lager ha sido escrita casi exclusivamente por quienes, como yo, no han llegado hasta el fondo. Quien lo ha hecho no ha vuelto, o su capacidad de observación estuvo paralizada por el sufrimiento y la incomprensión”.

Lo mejor es recuperar más pasajes de Si esto es un hombre. Y que sea el mismo Primo Levi quien siga hablando, contando, recordando el pasado y el futuro latente:

-“Me parece, en cambio, digno de atención este hecho: queda claro que hay entre los hombres dos categorías particularmente bien distintas: los salvados y los hundidos. Otras parejas de contrarias (los buenos y los malos, los sabios y los tontos, los cobardes y los valientes, los desgraciados y los afortunados) son bastante menos definidas, parecen menos congénitas, y sobre todo admiten gradaciones intermedias más numerosas y complejas.

Esta división es mucho menos evidente en la vida común; en esta no sucede con frecuencia que un humano se pierda, porque normalmente el hombre no está solo y, en sus altibajos, está unido al destino de sus vecinos; por lo que es excepcional que algiuen crezca en poder sin límites o descienda continuamente de derrota en derrota hasta la ruina. Además, cada uno posee por regla general reservas espirituales, físicas e incluso pecuniarias tales, que la eventualidad de un naufragio, de una insuficiencia ante la vida, tiene menor probabilidad. Añádase también la sensible acción de amortiguación que ejerce la ley, y el sentimiento moral, que es una ley interior; en efecto, un país considera tanto más desarrollado cuanto más sabias y eficientes son las leyes que impiden al miserable ser demasiado miserable y al poderoso ser demasiado poderoso”.

“Con todas nuestras fuerzas hemos luchado para que no llegase el invierno. Nos hemos agarrado a las horas tibias, y a cada puesta de sol hemos procurado sujetar el sol en el cielo todavía un poco, pero todo ha sido inútil. Ayer por la tarde el sol se ha puesto irrevocablemente en un enredo de niebla sucia, de chimeneas y de cables, y esta mañana es invierno.

Sabemos lo que quiere decir, porque estábamos aquí el invierno pasado, y los demás aprenderán pronto. Quiere decir que, en el curso de estos meses de octubre a abril, de cada diez de nosotros morirán siete. Quien no se muere sufrirá minuto por minuto, día por día, durante todos los días:  desde la mañana antes del alba hasta la distribución del potaje vespertino, deberá tener constantemente los músculos tensos, dar saltos primero sobre un pie y luego sobre el otro, darse palmadas bajo los sobacos para resistir el frío. Deberá gastar pan para procurarse guantes, y perder horas de sueño para repararlos cuando estén descosidos”.

Dolor y sufrimiento que puso en evidencia al ser humano, pero en medio de esa zona en tinieblas, Primo Levi deja resquicios de vida, de fe en la humanidad. Por eso su memoria tiene un valor incalculable porque lo vivido sirve como advertencia en Los hundidos y los salvados cuando afirma sobre el nazismo y todo lo que el ser humano es capaz de hacer:

“Ha sucedido, y por consiguiente, puede volver a suceder; esto es la esencia de lo que tenemos que decir”.

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