Terrorismo machista

Terrorismo machista

EFE

Perdonen que insista, nos están matando, nos están violando, nos están maltratando, humillando y, además, lo están whatsappeando con sus móviles al mejor postor y emitiendo en las televisiones cual peor impostor. Cuesta defender la dignidad y la igualdad por encima de los graznidos de los que elevan una carrera mediática cimentada a costa del dolor de una mujer violada por una piara de sinvergüenzas.

La sola sospecha de ver a La Manada aparecer triunfantes en los platós de televisión ha arrancado ese coraje que nos hace remover contra la aberración de ver cómo cada palabra de los violadores se pueda convertir en un manoseo baboso y cada sonrisa como el trofeo de caza de mujeres drogadas para ser abusadas como parte de la hoja de ruta de la fiesta de La Manada.

Todo lo que rodea a La Manada es putrefacto. Lo es que un guardia civil haya abusado de una chica de 18 años y que, además, sepamos que ha atendido a mujeres víctimas de violencia machista. Lo es que en su entorno sean loados como quienes esperan la vuelta de los héroes de hazañas imposibles. No hay quien soporte el hedor de la podredumbre de la parte de la sociedad que pone el foco a la mujer violada para atenuar la violación, insoportable la sensación de que no haya límites en esto de hacer espectáculos mediáticos, hasta el punto de que hasta el abogado de La Manada se haya convertido en parte de un circo mediático que nada tiene que ver con los principios y valores del Derecho sino con un almidonado de ego que resulta absolutamente indigestible.

La Manada, todas las manadas, son terrorismo machista, son una parte de ese terrorismo que mata y tortura

Quienes alientan y justifican estos comportamientos de hampa sexual son los principales causantes de que haya muchas mujeres que hayan sufrido abusos no se atrevan a denunciar. Es la cruel paradoja de una sociedad de la información que corre el riesgo de ser el peor enemigo para la transformación social necesaria en pleno siglo XXI porque trivializa hasta la obscenidad con valores tan inherentes a la persona como es el respeto y la libertad de las mujeres.

Hoy conocemos que cuatro de los miembros de La Manada tienen otra orden de alejamiento de la víctima de Pozoblanco a la que supuestamente también violaron apenas 48 horas antes de San Fermín.

Y había riesgo de fuga. ¡Claro que lo había! Ahí tenemos a uno de ellos intentando renovar el pasaporte sabiendo que la libertad provisional estipulaba la entrega del pasaporte y no salir del país . En este grupo de violadores la ingenuidad de la justicia es la oportunidad de seguir abusando de más mujeres.

También conocemos a un grupo de violadores que se ha autodenominado La Nueva Manada, como si ser delincuentes sexuales fuera motivo de orgullo patrio. Y a los que violaron a una chica en un maletero, y más, cada vez más y más jóvenes.

Hemos pasado de ser violadas a que nos violen en grupo.

Perdonen que insista, pero La Manada, todas las manadas, son terrorismo machista, son una parte de ese terrorismo que mata y tortura, el terrorismo que apaga voces y las ahoga en llanto, es el que ya no puede maquillar los golpes del cuerpo y alma, el que destroza las vidas de quienes son abusadas.

Es el goteo incesante de dolor de mujer, de hijos e hijas. Debería ser el insoportable grito de quienes se atreven a poner paños calientes y bálsamos de sal a heridas lacerantes.

La hipocresía es como el más contagioso de los virus. Los mismos que jalean y se sienten como jueces del circo romano pidiendo la cabeza de los que agredieron a los guardias civiles de Alsasua defenderán que lo sucedido en San Fermín con la chica abusada no es lo mismo. Como si la violación no fuera el reflejo del acerbo ideológico del guardia civil de la manada, como si el machismo no fuera un atentado ideológico en sí mismo.

Si algo me ha mostrado mi profesión en los últimos tiempos es que nada volverá a ser como antes. Afortunadamente. De repente un grupo de mujeres periodistas elevamos nuestra voz conscientes de que somos capaces de generar opinión a través de nuestra forma de comunicar, de nuestra forma de informar. No somos las guardianas de las esencias; somos las cuidadoras de ese derecho a la información que respeta algo tan esencial como la igualdad, que lucha desde el feminismo con denuedo contra ese machismo que en los medios se convierte en inyecciones letales de autoestima para los machistas, maltratadores y violadores de esta España que cada día duele más.

No sólo no se apaga nuestra voz, sino que se suman más y más voces, intergeneracionales, expertas, bisoñas, de presente y futuro, voces que hablan por las que ya no tiene voz, voces que no permitirán que la voz de la víctima de La Manada se silencie.

Ni un minuto más de regocijo de violadores y maltratadores, ni un segundo más para el enaltecimiento del terrorismo machista en las parrillas de televisión, ni un minuto más para quienes tienen la tentación de añadir vejaciones a las víctimas que son abusadas por delincuentes, ni un acto más de injusticia impartida por el machismo letrado con toga -por muy juez que sea-, ni un ápice de interpretación por el que el machismo patriarcal de la justicia de este país puedan intentar hacer valer su ideología medieval para con las mujeres.

Ni un segundo más de lo de siempre si queremos un resultado distinto. Ni un sólo minuto más de nuestras vidas violadas en Youtube sin impunidad.

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