Vargas Llosa: “García Márquez funcionaba más como un artista”

Vargas Llosa: “García Márquez funcionaba más como un artista”

Por Winston Manrique Sabogal

Tras una fuerte tormenta de verano se rompió un silencio de 41 años. Dos amigos se dejaron de hablar en 1976. Nunca hablaron en público el uno del otro. Hasta este jueves lluvioso del 6 de julio en que Mario Vargas Llosa lo hizo de Gabriel García Márquez, en San Lorenzo de El Escorial (España). Unas palabras esperadas toda la vida, sobre todo después de la muerte del Nobel colombiano en 2014. Lanzó elogios literarios y desconcertó al deslizar desdenes y críticas políticas.

Las palabras de Vargas Llosa llegaron en una caravana de anécdotas, magistrales análisis literarios y del funcionamiento de la cabeza de un genio de la narrativa y, claro, la opinión sobre la posición política del autor de Cien años de soledad impregnadas de pullas. La voz amena del Nobel peruano armó, minuto a minuto, el rompecabezas de una amistad y una época con frases como estas:

"Lo descubrí en los años sesenta en París al leer en francés El coronel no tiene quien le escriba".

"Antes de conocernos en persona, en 1967, tuvimos una correspondencia bastante intensa".

"La principal conexión que teníamos era la lectura. Los dos éramos grandes admiradores de Faulkner".

"Era una persona divertidísima que sabía contar las cosas".

"García Márquez no era un intelectual, funcionaba mucho más como un artista, o como un poeta".

"No era muy consciente de las cosas milagrosas que hacía a la hora de componer sus historias".

"Al principio yo era muy entusiasta de la revolución cubana, García Márquez, muy poco".

"Cuando lo conocí, él estaba decepcionado del socialismo. Tenía motivos. Había sido purgado junto a su amigo Plinio Apuleyo Mendoza cuando, a comienzos de los sesenta, trabajaron en La Habana en Prensa Latina".

"Creo que era un hombre con un sentido muy práctico de la vida. En privado podía ser muy crítico con el comunismo, pero descubrió que era mucho mejor para un escritor estar bien con Cuba que estar contra Cuba.

"Es uno de los pocos casos en que una obra maestra, como Cien años de soledad, tiene tantos atractivos para un lector refinado y uno elemental".

Historias, anécdotas y análisis que volatilizaron una hora en la cual Vargas Llosa dio luces sobre una amistad y una generación irrepetible de escritores. Unas 500 personas fueron testigos de este momento histórico para la literatura en que un Premio Nobel habló con generosidad y admiración de otro escritor contemporáneo. Fue en el Aula Magna del Real Colegio Universitario María Cristina, en San Lorenzo de El Escorial, dentro de los Cursos de Verano de la Universidad Complutense de Madrid. Allí, durante cinco días, la Cátedra Vargas Llosa le rindió homenaje a García Márquez con motivo del cincuentenario de la publicación de Cien años de soledad, el pasado 5 de junio.

Recién pasados los sesenta minutos de anécdotas, atisbos de nostalgia, análisis y risas, y cuando ya la charla tocaba a su fin, Carlos Granés, que entrevistaba al Nobel peruano, preguntó lo que todos esperaban: "¿Volvieron a verse después de 1976?"

El lugar

La charla de Mario Vargas Llosa sobre Gabriel García Márquez estaba prevista que fuera al aire libre, en el Parque de la Bolera de San Lorenzo de El Escorial. Las previsiones de lluvia y centellas hicieron cambiar los planes. Mejor bajo techo. El Aula Magna del Real Colegio Universitario María Cristina fue el lugar elegido. Muy cerca del salón donde esta semana se llevó a cabo el curso sobre el escritor colombiano con la presencia, entre otros de sus dos biógrafos: el colombiano Dasso Saldívar y el inglés Gerald Martin, quien además prepara la biografía del autor de La ciudad y los perros.

La llegada

Poco antes de las ocho de la tarde, hora prevista para la conversación, Vargas Llosa salió del salón de huéspedes del Real Colegio rumbo al encuentro con una parte importante de su pasado personal y literario. El que lo unió a García Márquez de manera muy próxima durante casi década y media. La complicidad fue tal que incluso llegaron a plantearse escribir una novela a cuatro manos sobre una guerra de comienzos del siglo XX entre Colombia y Perú. No próspero, pero, en cambio, el autor peruano escribió Historia de un deicidio, uno de los libros-análisis clave de Cien años de soledad.

Después de la tormenta

El aguacero tropical de las seis de la tarde, en mitad de España, había repintado todo: plantas, tierra y piedras del edificio. Allí posó el autor de La casa verde para los fotógrafos con su traje azul noche, camisa blanca y corbata azul de diminutos puntos blancos. En pocos minutos, sus palabras se remontarían al momento en que conoció al periodista y narrador colombiano. "Antes de conocerlo en persona, lo descubrí en París", contaría. A mediados de los años sesenta, Vargas Llosa tenía un programa de libros en Radio Francia. Un día llegó a sus manos una novela titulada en francés Personne ne lettre pour le colonel (El coronel no tiene quien le escriba), de un autor colombiano llamado Gabriel García Márquez. "Lo leí en francés. Me gustó mucho, y traté de conseguir más libros de él".

Camino al pasado

"¿Esto era un monasterio?", preguntó Vargas Llosa cuando caminaba por los pasillos del Real Colegio Universitario. "No, un colegio mayor", le dijo alguien. Pues ese edificio forma parte del complejo arquitectónico del Monasterio de El Escorial, construido entre 1563 y 1584, a petición del rey Felipe II. El autor de Conversación en La Catedral se dejaba guiar por los fotógrafos que buscaban la mejor imagen de un pequeño momento histórico para la literatura. Un Vargas Llosa que toda la vida ha guiado a tantos lectores con sus artículos y críticas y perfiles de escritores y libros estaba a punto de romper su silencio público de 41 años sobre uno de los grandes creadores del siglo XX. "Es uno de los pocos casos en que una obra maestra como Cien años de soledad tiene tantos atractivos para un lector refinado y uno elemental".

Listo para armar el rompecabezas

En medio del zumbido de voces del Aula Magna, al autor de Pantaleón y las visitadoras le pusieron el micrófono para que pudiera contar y reconstruir su historia con el escritor colombiano. Carlos Granés recordaría que a los dos autores los unía un pasado biográfico parecido: ambos criados por sus abuelos maternos, ambos con relaciones conflictivas con sus respectivos padres, ambos empezaron pronto en el periodismo... Pero, aclaró Vargas Llosa, la afinidad "principal fue la lectura. Los dos éramos grandes admiradores de Faulkner. De la manera como esa literatura nos había educado".

Ruptura del silencio

Hacias las ocho y tres minutos terminaron 41 años de silencio. "Cuando nos vimos las caras con García Márquez en el aeropuerto de Caracas, en el año 1967, en realidad ya nos conocíamos; y ya nos habíamos leído. La verdad es que el contacto fue inmediato. La simpatía, recíproca. Y creo que al salir de Caracas juntos para ir a Bogotá ya éramos amigos, y yo diría, casi casi, íntimos amigos". Aquel encuentro en Caracas fue porque el autor peruano había ido a recibir el Premio Rómulo Gallegos por La casa verde, escrita en 1966, mientras el narrador colombiano empezaba a vivir lo que sería el éxito global de Cien años de soledad, publicada el 5 de junio de ese 1967.

La enseñanza de 'Cien años de soledad'

"Deslumbrante", fue la palabra que utilizó Vargas Llosa para describir su lectura de Cien años de soledad. El impacto fue tal que el autor peruano empezó a trabajar una tesis que luego se convertiría en el libro Historia de un deicidio. Más tarde empezaría a enseñar la obra de su colega. Un libro de que, tras la discusión que tuvieron en 1976, nunca más volvió a autorizar su publicación, hasta el año 2005, cuando lo recuperó en el volumen de sus obras completas. Un año después apareció en la edición conmemorativa que hizo la Real Academia Espñaola de los 40 años de Cien años de soledad.

Una obra única para lectores refinados y elementales

"Entre otras características de Cien años de soledad, algo que tienen pocas obras maestras, está la capacidad de ser un libro lleno de atractivos para un lector refinado, culto y exigente, o para un lector absolutamente elemental que solo sigue la anécdota. Es un caso muy raro que un libro pueda ser leído por tan distintos lectores".

García Márquez funcionaba más como un artista

"García Márquez no era un intelectual. García Márquez funcionaba mucho más como un artista, como un poeta, que como un intelectual, que es alguien que reelabora conceptualmente aquello que hace y está en condiciones de explicarlo. Él no estaba en condiciones de explicar intelectualmente el enorme talento que tenía a la hora de ponerse a escribir; lo cual quiere decir que, a la hora de ponerse a escribir, funcionaba fundamentalmente a base de intuiciones, de instintos, de pálpitos... no pasaba tanto por lo conceptual esa disposición extraordinaria que tenía para acertar tanto, con los adjetivos, con los adverbios y, sobre todo, con la trama, con la materia narrativa".

América Latina y la revolución cubana

El tema de la revolución cubana y la idea de América Latina llegó pronto a la conversación. "Al principio, yo era muy entusiasta de la revolución cubana, García Márquez, muy poco", reconoció Vargas Llosa. Contó que cuando conoció al escritor colombiano, este estaba decepcionado del socialismo y la revolución cubana. Motivos no le faltaban. Recordó que García Márquez y su amigo Plinio Apuleyo Mendoza trabajaron en La Habana en Prensa latina, a comienzos de los sesenta, y fueron purgados por el Partido Comunista. ¿Por qué cambió de opinión? El caso Padilla, en 1971, parece tener la clave. Varios intelectuales latinoamericanos firmaron una carta pidiendo la liberación de Padilla, acusado de agente de la CIA, de Estados Unidos, y la firma de García Márquez fue incluida sin su autorización. "Él se molestó", recordó Vargas Llosa. Más adelante añadió: "Creo que tenía un sentido práctico de la vida y sabía que era mejor estar con Cuba que contra Cuba. Así se libró del baño de mugre que cayó sobre los que fuimos críticos con los cambios de la revolución. (...) Pero él sí creía que América Latina merecía un destino socialista, según la tesis de Plinio Apuleyo Mendoza".

Una desconcertante teoría

Vargas Llosa deslizó una desconcertante teoría sobre por qué García Márquez se acercó a Cuba, al desdeñar sus ideas políticas y dejarlo como un cobarde o un estratega que buscó el árbol que más sombra le dio, cuando afirmó:

"Creo que tenía un sentido muy practico de la vida que descubrió en ese momento fronterizo que, digamos, era mucho mejor para un escritor estar con Cuba que estar contra Cuba. Se libraba del baño de mugre, por ejemplo, de todos los que optamos por una postura crítica. Si estabas con Cuba tu podías hacer lo que hicieras que jamás ibas a ser atacado por el enemigo verdadero para un escritor que no es la derecha, sino la izquierda. Es la izquierda la que tiene el gran control de la vida cultural en todas partes del mundo. Entonces, de alguna manera, enemistarse con Cuba era echarse encima un enemigo muy poderoso y, además, exponerse a tener que estar en cada caso tratando de explicarse y justificarse de que no eras un agente de la CIA, que ni siquiera eras proimperialista. Es decir, tener la vida mucho más fácil. Mi impresión es que la amistad con Cuba y con Fidel Castro a él lo vacunó en cierta forma contra todas esas molestias que podían ser muy largas, muy pesadas... como las que tuvimos que enfrentar quienes partir de entonces criticamos muy severamente la revolución cubana".

Pero la pregunta es: ¿qué necesidad tenía de obrar así uno de los escritores más admirados y queridos del momento en el mundo?

Un material latinoamericano

Cien años de soledad y la posteridad

Si Vargas Llosa no tiené dudas de que Cien años de soledad será recordada por diferentes genraciones de lectores, tampoco duda en afirmar que la novela "más floja" del autor colombiano es El otoño del patriarca: "No me gustó. Me parece que la novela es una caricatura de García Márquez imitándose a sí mismo. El personaje no me parece creíble, es un dictador muy caricaturable. Me parece que la prosa no le funcionó".

El fin de una época

Cuando ya la charla tocaba a su fin, Carlos Granés le preguntó a Vargas Llosa lo que todos esperaban: ¿Después del distanciamiento que tuvieron, volviste a ver a García Márquez, volviste a tener contacto con él?

- "No... Entramos en terrenos peligrosos. Creo que es el momento de poner fin a esta conversación", dijo entre risas el escritor. No quiso referirse a la leyenda que cuenta que Vargas Llosa le dio un puñetazo a García Márquez, un día de febrero de 1976, por supuestas actitudes impropias con su esposa de entonces, Patricia Llosa.

Carlos Granés pasó página. Preguntó sobre cómo había recibido la noticia de la muerte de García Márquez el 17 de abril de 2014, en Ciudad de México.

-"Con pena, desde luego. Una época que se termina, como la muerte de Cortázar, como la muerte de Carlos Fuentes. Eran magníficos escritores, y fueron, además, grandes amigos. Y fueron amigos en un momentoo dado en que América Latina llamó la atención del mundo. De haber vivido como escirtor un periodo en el que la literatura latinoamericana era una credencial positiva. América Latina ya no era el país de los charros ni de los dictadores de opereta. Fue un momento muy exaltante. Al igual que la amistad que se trabó entre todos nosostros. Descubrir que soy el único sobreviviente de esa generación y el último que puede hablar en primera persona de esa experiencia, por supuesto, es algo triste. Pero digamos, como decía un vals peruano:

"La vida es así y así es la vida".

La conversación terminó. Muchos quedaron con una sensación extraña de esa mezcla de describir a García Márquez como un genio y, a la vez, deslizar desdenes, dudas y críticas sobre sus ideas y actitudes políticas.

Los aplausos llegaron tras el final de una conversación que dejó entre muchos una sensación extraña, por esa mezcla de describir a García Márquez como un genio y a la vez menospreciarlo como intelectual y dudar de sus actitudes literarias y políticas.

Mario Vargas Llosa salió del Aula Magna al patio donde lo esperaba un automóvil bajo unas nubes grises que parecían más bajas que una hora atrás. Finas gotas de lluvia prometían el fin de un paréntesis.

Este artículofue publicado originalmente en la web de WMagazín, la revista literaria online dirigida por el periodista Winston Manrique Sabogal, un espacio para conversar con sosiego sobre literatura, donde él es cronista de encuentros, reportajes y entrevistas a ambos lados del Atlántico, y los lectores son los coautores, con sus lecturas y comentarios.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Periodista literario y cultural itinerante entre Europa y América Latina que comparto experiencias lectoras y del mundo del libro en el blog winstonmanriquesabogal.com. Escribo en el diario EL PAÍS (España) y revistas latinoamericanas. Coordiné la sección de libros en Babelia y en la sección de Cultura de EL PAÍS, además de llevar su edición digital, y el blog Papeles perdidos, del mismo diario. En Colombia trabajé en los periódicos El Espectador, El Tiempo y Agrohuila, y en la Agencia Colombiana de Noticias Colprensa.