Un 'paseo' por el pazo Meirás (pero no el que Franco querría)
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Un 'paseo' por el pazo Meirás (pero no el que Franco querría)

Así es el histórico hogar de Pardo Bazán, lugar de verano de un dictador y ahora propiedad del Estado.

Se abre el portalón que albergó el Alcázar de Toledo antes de su destrucción en la Guerra Civil y un reguero de personas cruzan el umbral, todavía con muescas de bala visibles sobre el metal. Pero no están en Toledo. Siguen al guía de una visita que va enumerando la distintas medidas de seguridad debido al coronavirus para acabar anunciando que al final del recorrido tendrán un rato para moverse con libertad. Hace una pausa y afirma: “Bueno, lo de la libertad puede ser malinterpretado en este espacio”. No le falta razón. La comitiva acaba de entrar en la finca del pazo de Meirás, antes propiedad de la familia Franco.

La primera parada de las visitas que realiza el Concello de Sada en la propiedad que ahora forma parte del Estado, mediante un litigio todavía en curso, los lleva ante tres gigantescos eucaliptos centenarios. Estos indican los límites originales de la finca. Hoy en día hay un buen trecho entre ellos y la entrada. “Se fue ampliando poco a poco... y siguiendo determinados procedimientos...”, deja caer el guía sembrando pistas en cada pausa.

El técnico de Turismo municipal, José Ángel Sánchez, comienza a narrar la historia de la edificación, explicando que fue erigida por un caballero como fortaleza medieval y luego destruida en la invasión francesa. Cuenta cómo los antepasados de la escritora Emilia Pardo Bazán la reconstruyeron y luego acabó como el lugar de veraneo de un dictador, a base de compras de dudosa legalidad.

Toda esa explicación histórica choca con algunas de las remodelaciones realizadas a posteriori. Por ejemplo, el paziño, la recreación del conjunto que conformaba una suerte de casa de juegos de la hija de Franco. Con su pequeña cocina bilbaína y su pequeño hórreo. Una dotación con mayores recursos que la de muchas familias en la Galicia de la década de los 30.

Continúa la visita por la vasta finca hasta llegar a la fachada que presiden las conocidas como torres de Meirás, un añadido a la estructura completamente diseñado por dos mujeres, Emilia Pardo Bazán y su madre. La parada no es casualidad, pues ilustra a la perfección las dos esencias que conviven en Meirás. Por un lado, la de una figura femenina revolucionaria para su época y autora hasta de los detalles de las vidrieras y los motivos ornamentales de un edificio que se convirtió en centro cultural entre 1907 y 1921. Y por otro lado, la de un señor cuya única aportación es un escudo de armas autootorgado colocado bajo el balcón de las musas.

En realidad, no sólo puede verse ese ‘aporte’. Frente a la fachada se encuentran otras de esas remodelaciones realizadas por el dictador, como la de traerse pieza por pieza la balaustrada del pazo de Dodro o las gárgolas y heráldicas que fueron relegadas a ornamentos de unos bancos pétreos. Acto seguido la visita se traslada al imponente vestíbulo que conforma lo único que de momento puede verse del interior del edificio. Se escucha algún comentario lamentando no poder echarle un vistazo al tesoro de la biblioteca de Pardo Bazán, con primeras ediciones de Voltaire o libros dedicados por Zola y Blasco Ibáñez. Si es que siguen ahí, porque no existe una catalogación ejemplar a ejemplar.

Bueno, el busto de ahí no [fue diseñado por Bazán]
Comentario irónico del guía de la visita al pazo de Meirás

Con una simple mirada es fácil intuir el resto de la decoración del pazo. Decenas de cabezas de ciervos y otras presas de caza mayor, maquetas de barcos, mosquetones y en lo más alto, sobre las puertas, dos grandes cuadros. En uno la hija de Franco, en el otro, él envuelto en una bandera española vistiendo el uniforme de Falange . El guía prosigue su narración para que los presentes admiren la buena factura de la escalinata. Apunta que los detalles de la escalera son obra de Bazán, al igual que los de la vidrieras, pero que “bueno, el busto de ahí no”. Y la comitiva repara en la cabeza del más famoso inquilino del lugar.

  El vestíbulo del pazo de Meirás, cuya escalinata es coronada por el busto de FrancoLAURA MARTELO

A la derecha, esta vez sin dobles sentidos, se encuentra el despacho que acogió desde tertulias entre literatos a la visita del ministro de Asuntos Exteriores de Reino Unido en 1943, en plena Segunda Guerra Mundial. Entre esas cuatro paredes, tanto puede negociarse la compraventa de wolframio para la industria armamentística como debatir sobre la última publicación de Pérez Galdós.

“No me imaginaba que tuviese estas vistas”, revela Leticia a la salida, oteando al horizonte acompañada de Bruno, su pareja, con la que lleva viviendo cuatro años en Sada. El mismo tiempo que llevan queriendo visitar Meirás. Y, al igual que todos y cada uno de los testimonios que se recaban durante esta visita, contestan riendo a la gran pregunta. “Sí, nos parece un gran lugar de veraneo”, aseguran antes de dirigirse a la capilla del pazo.

Dentro de ésta, el técnico de Turismo confirma lo que todos ya sabían y esperaban ver. En los laterales se hallan las dos estatuas del maestro Mateo, autor del Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago de Compostela. Desaparecidas hasta la década de los 40, el Ayuntamiento las adquirió en esa época “con la mala coincidencia de ese día pasaban Franco y Polo por allí”. El retablo barroco que preside el ábside se trajo del pazo de Santa María de Sada, pero eso hay que perdonárselo al dictador, puesto que es el pago de una deuda con la autora de La cuestión palpitante. “Como cada uno empiece a pedir lo suyo hay que desmontar medio pazo”, se escucha comentar en el grupo.

  Una de las estatuas del Mestre Mateo, en el interior de la capilla del pazo de MeirásLAURA MARTELO

El resto de la visita supone un recorrido por la conocida como la granja, entre edificios auxiliares rehabilitados y hórreos de un estilo propio del de Pontevedra. Momento oportuno para recordar que el pazo está en otra provincia. Samuel y Cristina, de las localidades coruñesas de Buño y Negreira, observan atentamente los carteles con las fotografías de las reformas realizadas en los inmuebles por el Estado después del traspaso.

Ante una serie de imágenes que recuerdan a los anuncios del antes y el después, la pareja reconoce que tenían muchas ganas de acceder al complejo que “tanto tiempo estuvo secuestrado”. Ambos argumentan que venían más por la historia de Pardo Bazán, pero, aprovechando que el franquismo pasa por Galicia, “hay que estar orgullosos de que se lo quitaran a esa gente”.

De hecho, destacan que, a juzgar por las imágenes de en qué condiciones se entregó el inmueble, no debía de importarles mucho a sus anteriores propietarios. No obstante, y en este preciso momento, Cristina y Samuel todavía desconocen que el final de la visita pasa por delante de una avejentada pista de pádel. Con toda probabilidad, no fue instalada por la creadora de Los pazos de Ulloa.

  Cartel con las remodelaciones realizadas por el Estado en la fincaLAURA MARTELO

“Atención camino peligroso”

Luego la comitiva se aventura entre parajes tan exóticos como un bosque de bambú o un túnel de magnolios, para detenerse ante un cartel informativo que advierte de posibles caídas en el sendero. El guía hace hincapié en que estén prevenidos y cita ”‘atención, camino peligroso’”, puntualizando con lo que en Galicia llaman retranca, “es porque se puede resbalar, eh”. Nadie pasa por alto que en una tierra en la que la represión de la dictadura fue tan grande, hay paseos y “caminos peligrosos” que pueden dar lugar a equívocos.

El busto lo destruiría o lo metería en un desván para que se quedara ahí como un recuerdo leve de lo que no debe volver
Paco, vecino de Betanzos, en su visita al pazo de Meirás

Paco también pilla la ironía, a juzgar por sus carcajadas. Ha venido desde Betanzos a conocer una parte de Galicia, de su patrimonio y recuerda que pertenece a todos los presentes, a pesar de ser “un expolio realizado durante la dictadura”. A su parecer, deberían ponerse en valor las heráldicas gallegas frente a la simbología franquista del lugar. “El busto lo destruiría o lo metería en un desván para que se quedara ahí como un recuerdo leve de lo que no debe volver”, propone, con metáfora incluida.

Las vacaciones de Carlos y Ana les llevan de Madrid a Galicia. Explican que tenían que ver un complejo de tanto valor artístico, cultural y natural. Sobre todo, ante lo que puede acontecer en el proceso judicial. “A lo mejor dentro de un tiempo vuelve a la familia o no, cualquiera sabe, hay litigio para todo”, indica él. Y ése es el mejor resumen de la esencia de la visita. Por si las moscas, merece la pena darse un paseo por Meirás. Mas no el que Franco querría.

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Antón Parada es redactor de actualidad en El HuffPost. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Antes de llegar aquí trabajó cinco años en La Voz de Galicia y pasó por los micrófonos de Radio Voz.

Puedes contactar con él escribiendo a: anton.parada@huffpost.es