Cuestión de siglas

Cuestión de siglas

En qué está cada partido político y hacia dónde nos llevan.

EFE

Mal acaba lo que mal empieza. Y como la presente fue una Legislatura mal parida, nada invita a pensar en un final plácido. El Gobierno convulsiona, el presidente está KO y todos los partidos hacen sus cábalas. ¿Censura sí o no? ¿Una moción instrumental? ¿Elecciones? ¿Cuándo y quién convoca?

La política bulle y los ciudadanos bostezan. Otra vez las siglas. Otra vez el cálculo. Siempre el interés de país por detrás del de los partidos. Pasen, lean y opinen en qué está cada cual y hacia dónde nos llevan.

Si a Mariano Rajoy le hubiera importado más la estabilidad y el futuro de España que el del PP o el suyo propio, a estas horas ya habría dimitido, hablado con el resto de fuerzas parlamentarias y propuesto un nuevo candidato a la Presidencia del Gobierno ajeno a la Gürtel, la financiación ilegal, los sobresueldos y los papeles de Bárcenas.

Habrá alguien, seguro, entre los populares que no esté emponzoñado por la corrupción. Otra cosa es que el presidente del Gobierno tenga un partido en orden para afrontar una sucesión o que esté decidido a sacrificarse para salvar unas siglas con evidentes síntomas de descomposición.

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No parece que vaya a ocurrir ni lo uno ni lo otro. Rajoy sigue fiel al lema del Rey Sol: "Después de mí, el diluvio", que se entiende mejor con un "El Estado soy yo". Por más que en el PP hayan empezado a escucharse en privado voces que apuntan la salida inminente de Rajoy como única forma de salvar al partido ante las próximas elecciones, las que más se escuchan son las que apuntan contra la yugular del socialista Pedro Sánchez por presentar "una moción contra España".

Y eso que ni Rajoy es España ni la estabilidad del país pasa por la continuidad en el Gobierno de un partido financiado ilegalmente, a la espera de nuevas sentencias judiciales y con un presidente bajo sospecha de haber cometido perjurio ante un Tribunal.

Es obvio que el presidente no tiene intención de irse ni su partido de obligarle a hacerlo. Él es inmune a la presión y lo suyos están dispuestos a afrontar la moción de censura impulsada por el PSOE desde el convencimiento de que el PNV no la apoyará. Y si no fuera así, prefieren desgastar a Sánchez un par de años en La Moncloa por su dependencia de los independentistas antes que afrontar unas elecciones anticipadas en las que el PP se desangre en favor de Ciudadanos.

Ni Rajoy es España ni la estabilidad del país pasa por la continuidad en el Gobierno de un partido financiado ilegalmente

Ignoran los populares que Sánchez, bajo los efectos aún del síndrome de estrés postraumático que le causó el 1 de octubre de 2016, no tiene intención de permanecer en el Gobierno dos años. Sólo unos meses. Lo suficiente, dice, para impulsar una agenda social y levantar los vetos que el PP impuso en el Parlamento a algunas leyes.

Cualquier otra estrategia sería suicida con tan sólo 84 diputados, dependiendo del voto de Podemos y los independentistas y con el desafío catalán como primer asunto de la agenda. Su estrategia pasa por tomar impulso y convertir La Moncloa en una trampolín que le permita salir a las próximas elecciones con unos cuantos puntos de ventaja sobre Ciudadanos.

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Que Sánchez, como Rajoy, pensó más en sí mismo que en España lo demuestra la nocturnidad y alevosía con la que precipitó una moción de censura, que no consultó siquiera con su Ejecutiva. Si en lugar de impulsar la iniciativa y registrarla en el Congreso hubiera convocado a todas las fuerzas políticas -con excepción del PP- para buscar una salida de emergencia nacional, hubiera arrebatado igualmente la iniciativa a Ciudadanos, y probablemente Rajoy tendría que haber dimitido y convocado elecciones. Claro que al PSOE, que no remonta en los sondeos desde su apoyo al Gobierno en la aplicación del 155, como al PP tampoco le interesa hoy una convocatoria electoral, que sólo favorece a Ciudadanos.

Albert Rivera, por su parte, se ha subido al carro de una exótica "moción instrumental" -que no contempla la Constitución- y pide un candidato que no sea Sánchez y que convoque elecciones inmediatamente. Si en lugar de pensar en sacar rédito de la corrupción del PP y el bloqueo catalán, lo hubiera hecho en España, nada más conocer la sentencia sobre Gürtel hubiera pedido la dimisión de Rajoy y la consiguiente disolución de las Cortes.

Ni al PSOE ni al PP le interesan hoy una convocatoria electoral, que sólo favorece a Ciudadanos

No lo hizo en una demostración de que lo que ve el líder de Ciudadanos cuando pasea por las calles de España no son españoles, sino votos. En apenas tres días ha defendido tres posiciones: elecciones ya, moción propia y moción con candidato consensuado y después convocatoria electoral.

Lo que no está es por la labor de hacer presidente a Sánchez, y así el secretario general del PSOE sólo ganaría la moción con el apoyo de Podemos, Compromis, ERC, PDeCat, PNV y Bildu. Y aunque Pablo Iglesias no ha puesto ninguna condición para prestar sus votos y ERC estaría dispuesto, a Puigdemont no le interesa el apaciguamiento, sino la tensión con el Estado para seguir retroalimentándose.

  El presidente del PNV, Andoni Ortuzar.EFE

La clave en todo caso está, de nuevo, en el PNV. No parece fácil que se sume a la salida de un presidente que hace cuatro días salvó de la pira con su apoyo a los Presupuestos Generales del Estado, pero para su electorado será complicado entender que el nacionalismo cargue con la culpa de mantener a un Gobierno corrupto.

Todo dependerá de lo que más beneficie o perjudique a Ciudadanos, un partido declaradamente enemigo del independentismo catalán, pero también del nacionalismo vasco. Ortuzar no hará nada que beneficie a los intereses electorales de Rivera, y eso de momento pasa por la convocatoria de unas elecciones inmediatas.

En todo caso, nadie duda de que Rajoy está muerto. Lo saben hasta quienes en La Moncloa redactaron el viernes un argumentario de emergencia para sembrar el pánico ante la moción de censura. Es cuestión de tiempo. Pero, aun en el caso de que el presidente del Gobierno saliera vivo de este trance, no habrá partido que quiera aparecer al lado del PP en lo que resta de Legislatura ni democracia que se pueda calificar de decente si sostiene a un presidente en estas circunstancias.

Cuando Albert Rivera pasea por las calles de España no ve españoles, sino votos

Nadie se atreve a ponerle el cascabel al gato, pero ante semejante panorama la única salida es que Rajoy dimita, que la moción de Sánchez decaiga y que se acuerde una presidencia capaz de pilotar el país en situación de emergencia y que convoque un superdomingo electoral. Mayo de 2019: municipales, autonómicas, europeas y generales al mismo tiempo.

Cualquier otro escenario podría resultar un parche que conduciría a los siguientes escenarios: que un Rajoy agónico siga en La Moncloa en contra de las mínimas reglas de higiene democrática, que Sánchez logre reinar pero no gobernar con 83 diputados o precipitar que Ciudadanos, de momento sólo con 31 escaños, tenga la batuta con la que marcar el ritmo de la política española. No hay más.