'El dosier del Rey': cómo la CIA ayudó a Juan Carlos a ser rey

'El dosier del Rey': cómo la CIA ayudó a Juan Carlos a ser rey

España vivió uno de sus momentos más convulsos cuando estaba acabando la dictadura de Franco y el príncipe Juan Carlos se preparaba para sustituirle. De todo esto se habla en El dosier del Rey, un libro que refleja que tan cierto como que Juan Carlos se apoyó en la CIA y en su Gobierno para alcanzar el poder, lo fue que llegado el caso les mintió para conseguir introducir en la Transición elementos a los que se oponían los estadounidenses.

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España vivió uno de sus momentos más convulsos cuando estaba acabando la dictadura de Franco y el príncipe Juan Carlos se preparaba para sustituirle. Es una parte de nuestra historia de la que se conoce poco, llena de conspiraciones ocultas, que muchos consideraron imprescindibles para conseguir superar a los grupos que se oponían a la llegada de la democracia. El personaje principal de esos movimientos en las alcantarillas del poder, el que personalmente más tenía que ganar y también perder, fue el príncipe Juan Carlos.

En El dosier del Rey, una historia de espionaje de la Guerra Fría protagonizada por el mítico espía Mikel Lejarza, alias El Lobo -centrada en la España de 1980, con los organismos de espionaje de los dos bloques atizándose sin compasión en la Guerra Fría, con un servicio secreto español dependiente hasta extremos inimaginables de la CIA-, aparece como uno de los hilos conductores de la trama lo inconfesable que el ya Rey pudo haber hecho en los últimos años del franquismo para conseguir ocupar el trono.

En 1971, Vernon Walters, el hombre en la sombra de Estados Unidos para España, que llegaría a ser director adjunto de la CIA, fue el máximo impulsor de los pasos que debía dar el príncipe Juan Carlos para sustituir a Franco. Para el presidente Richard Nixon, España era trascendental para la seguridad europea y quería disponer de alguien de confianza en la jefatura del Estado. Walters se reunió con Franco y después convenció al vicepresidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco, para coordinar sus esfuerzos con los del servicio secreto español para que la Transición saliera según lo convenido y no fuera un caos que aprovecharan los comunistas.

En los siguientes años, diversas fueron las operaciones que se montaron con este fin, una de las cuales fue bautizada en clave como Tránsito. En ella, los espías españoles, en colaboración con los estadounidenses, establecieron hasta el mínimo detalle los pasos que debería dar el nuevo rey durante sus primeras semanas tras la muerte de Franco. Se establecían detalles como que Juan Carlos debía ser más efusivo al saludar al presidente alemán que al dictador chileno Pinochet.

Está en marcha nada menos que una lucha por los derechos civiles, encabezada por los jóvenes y su inagotable energía.

En 1973 hubo un acontecimiento que paralizó la vida en España. El 20 de diciembre, ETA asesinó a Carrero Blanco, cambiando el rumbo de lo que iba a ser la Transición. La autoría está clara. Lo que ha quedado en el mundo de las sospechas es cómo una banda con tan pocos medios en aquellos momentos pudo ejecutar con éxito un plan tan ambicioso. Hay numerosos datos chocantes: le mataron a escasos metros de la embajada de Estados Unidos sin que sus servicios de seguridad se enteraran; un desconocido sin identificar - todo apunta a que pudo ser un agente del PNV que colaboraba con la CIA- pasó a los terroristas de ETA información secreta con los detalles de su vida diaria; ETA nunca usaba túneles; el explosivo se cree que era de origen militar similar al que utilizaban los militares americanos; las relaciones bilaterales se habían tensado entre los dos gobiernos por los límites impuestos por Carrero a los sobrevuelos de cazabombarderos estadounidenses durante el conflicto de Yom Kipur israelí...

Otro tema que la historia sí ha aclarado es que el Gobierno de Estados Unidos estuvo detrás de las maniobras para que España entregara a Marruecos el Sáhara. El jefe de la operación fue -de nuevo- Vernon Walters, amigo del rey Hassan II, gran aliado de Estados Unidos. Es la Guerra Fría y a los americanos les interesa reforzar a sus aliados en el norte de África, lo que queda demostrado con documentos diplomáticos desclasificados en los que mandatarios estadounidenses garantizan a Hassan que la Marcha Verde conseguirá arrebatar el territorio a España. Franco se está muriendo y España es débil políticamente. La CIA y su Gobierno apoyan al príncipe, y este tiene que lidiar para garantizarse el apoyo estadounidense para la Transición.

El rey contó con el respaldo del servicio secreto español antes y después de ocupar el trono. El mejor ejemplo fue la Operación Compás, montada para evitar las pretensiones al trono de Alfonso de Borbón, que se había casado con Carmen, la nietísima de Franco.

Consiguieron vincular al yerno del dictador, el marqués de Villaverde, con los masones y hacer creer a Franco que si su nieta llegaba a ser reina, se haría masona. Tras cuatro años de investigaciones elaboraron ese informe... sin pruebas. También tuvieron a un agente en Francia infiltrado entre los legitimistas franceses para que apoyaran a Alfonso de Borbón en sus pretensiones al trono galo y así se olvidara de España.

De hecho, todo el proceso de reforma política se pudo poner en marcha gracias a que las Cortes franquistas se suicidaron votando a favor. Pero como muchos estaban en contra y no daban su brazo a torcer, fue el SECED (embrión del actual CNI), que durante la dictadura había elaborado el llamado Informe Jano sobre la vida pública y privada de miles de dirigentes -incluidos todos sus trapos sucios-, el que utilizó esos datos para chantajearles si no accedían al cambio político.

Tan cierto como que Juan Carlos se apoyó en la CIA y en su Gobierno para alcanzar el poder, lo fue que llegado el caso les mintió para conseguir introducir en la Transición elementos a los que se oponían los estadounidenses. El principal era que no se legalizara el Partido Comunista.

Gracias a la buena relación que mantenía con el embajador Stabler de Estados Unidos, le convenció de que España jamás legalizaría al PCE de Santiago Carrillo. Stabler, que confiaba en él, había recibido previamente la misma información de varios miembros del Gobierno, por lo que informó erróneamente a su Administración.