Vuelven los cazarrecompensas
Llega la moda de privatizar el control del tráfico. Como no somos capaces de ordenar el tráfico con corrección, dejemos que otros lo hagan, talonario en mano. ¿El siguiente paso será con pistola al cinto, creando cuerpos privados de seguridad? Ya no hace falta presentar el cadáver del delincuente, basta con una foto de la infracción y la ayuda de los datos informatizados. Y que conste que soy el primero en afirmar que hay que ser intolerante con el infractor, pero no convertir a los ciudadanos en delatores.
Se cuenta que un hermano jesuita solicitó permiso para fumar un cigarrillo mientras rezaba sus oraciones diarias; permiso que fue rotundamente negado. Pocos días después, vio que otro hermano iba fumando un pitillo mientras leía su Breviario. Sorprendido, le preguntó si estaba autorizado por el Superior y cómo lo había conseguido, a lo que este segundo hermano le respondió que él había solicitado permiso para rezar mientras fumaba un pitillo. El jesuita pronto comprendió que no es lo mismo fumar mientras se reza que rezar mientras se fuma.
Me acordé de esta historia al enterarme de que el Ayuntamiento de Montgat (y creo que otro más) ha autorizado a una empresa pública a instalar tres radares para obtener unos interesantes beneficios por las multas, a cambio de pagar al consistorio el 70 por ciento de lo recaudado. Un excelente "por ciento" que hará palidecer a Bárcenas de todo pelaje.
Bueno, la verdad es que en el Ayuntamiento barcelonés, como el hermano jesuita listo, lo explican de la otra manera: rezar mientras se fuma. Dicen que han encargado la recaudación a esta empresa, a cambio de una comisión del 30 por ciento.
Ciertamente, y por lo leído, la empresa ha instalado los radares en una zona en que las infracciones eran abundantes. Y, ciertamente también, se ha mejorado la seguridad en la zona. El fin justifica los medios, que es la doctrina que nuestros políticos utilizan día tras día y que en materia de tránsito (otros prefieren llamarlo tráfico) alcanza niveles sobrecogedores. "Todo lo que es bueno para la seguridad vial es bueno para la sociedad". Pues no todo.
La privatización de determinados servicios es también otra de las características de nuestros gobernantes. No por convicciones ideológicas o por beneficio social, sino por el reconocimiento implícito de su incapacidad: "Como somos incapaces de administrar bien un hospital, dejemos que otros lo hagan". No es que apliquen doctrinas liberales, es que son incapaces de encontrar soluciones.
Y ahora llega la moda de privatizar el control del tráfico. Como no somos capaces de ordenar el tráfico con corrección, dejemos que otros lo hagan, talonario en mano. ¿El siguiente paso será con pistola al cinto, creando cuerpos privados de seguridad?
En el pasado (y no sé si también en el presente) algunos Ayuntamientos privatizaron el cobro de las sanciones; y no sólo sanciones de tráfico. Así, subastaban a agencias recaudadoras, paquetes de multas que luego estas agencias se encargaban de cobrar a cada uno de los morosos. Ahora, con las modernas tecnologías, con poco esfuerzo y una buena base de datos, cualquier administración es capaz de cobrar la casi totalidad de las sanciones... menos a las putas. Sí: a las putas. El Ayuntamiento de Barcelona ha reconocido que solo ha podido cobrar 30 de las más de 2.000 sanciones por prostitución en espacios públicos porque las meretrices ni tienen domicilio, ni cuenta corriente, ni documentación en la inmensa mayoría de los casos. Es lo malo de no tener una base de datos del tráfico... carnal.
Así pues, para los ediles de Montgat, lo mejor es rescatar la figura del cazarrecompensas: alguien que haga el trabajo sucio. Ya no hace falta presentar el cadáver del delincuente, basta con una foto de la infracción y la ayuda de los datos informatizados. Y que conste que soy el primero en afirmar que hay que ser intolerante con el infractor, pero no convertir a los ciudadanos en delatores. ¿Cuál es el siguiente paso? ¿Animar a los vecinos a que graben imágenes de quienes no echan las basuras en los cubos de reciclaje correspondiente? ¿Pedir que se envíen las fotos de quienes despilfarran el agua regando a deshora? No. El sheriff del pueblo no puede ir colocando estrellas a quien le parezca honrado y tenga buena puntería. Ni siquiera porque eso asegure que se acabe con los malhechores. Y si además, quien ha recibido una estrella en la camisa entrega el 70 por ciento de su sueldo al sheriff, la cosa resulta de lo más sospechosa.