El restaurante que considera que la alta cocina es un derecho universal: el cliente puede pagar desde 13 a 109 euros por un menú
Una combinación de excelencia culinaria con principios de justicia alimentaria.

En el corazón del Lower East Side, un vecindario de Nueva York, un nuevo local culinario ha puesto sobre la mesa una idea poco habitual: hacer de la alta cocina un servicio público accesible. El restaurante ofrece un menú degustación de siete a nueve pasos por el que el comensal decide cuánto pagar: 15, 45 o 125 dólares. Eso al cambio equivale a aproximadamente entre 13 y 109 euros.
Esto es lo que defiende Community Kitchen, un restaurante neoyorkino que abrió sus puertas el pasado 29 de septiembre impulsado por el periodista gastronómico y activista Mark Bittman junto a un equipo de profesionales de la alimentación. Este local es concebido como un “proyecto piloto” de tres meses que durará hasta diciembre, aunque la idea es abrir uno permanente en Nueva York, según recoge Infobae.
“El acceso a una buena alimentación es un derecho universal”, resume el lema del proyecto. La propuesta busca combinar la excelencia culinaria con principios de justicia alimentaria. “Para mí, la buena comida significa comida cultivada por agricultores que se preocupan por lo que hacen, traída por trabajadores tratados con dignidad y respeto, bien pagados, cocinada de maravilla y servida para que todos puedan pagarla”, explica a EFE Mark Bittman.
Un proyecto pionero
El fundador del proyecto ha explicado en distintas entrevistas que la idea no es ganar dinero: el tramo intermedio (45 dólares) cubre el coste real del servicio, el más bajo (15 dólares) está pensado “para quien lo necesite” y la opción alta (125 dólares) ayuda a sufragar la misión y a subsidiar las comidas más baratas. El formato se sostiene, además, gracias a donaciones privadas y apoyo de filantropía.
En la cocina se encuentra Mavis-Jay Sanders como directora culinaria, quien diseña una carta que rota por semanas y apuesta por productos reconocibles presentados de forma sorprendente. Destacan platos tan peculiares como yema de huevo curada con brotes, un cassoulet de cordero reinterpretado, vegetales asados con yogur o ensaladas con conservas y panes de calidad, entre muchos otros.
El servicio es de “menú por tiempos”, es decir, los comensales no eligen platos, sino los van recibiendo en cierto orden, una degustación que suele durar alrededor de hora y media. Cabe destacar que el restaurante acepta reservas, pero siempre deja mesas vacías para que la gente de barrio pueda encontrar sitio sin problema. Sus responsables admiten que atraer a los vecinos ha requerido trabajo de acercamiento, pero que han conseguido una fidelización envidiable.
Pese a su originalidad, la iniciativa ha suscitado cierto debate. Para sus defensores, Community Kitchen demuestra que es posible ofrecer comida de alta calidad manteniendo salarios dignos y sin convertir la experiencia en un lujo exclusivo. Sin embargo, para otros la sostenibilidad a largo plazo de un modelo que depende de donaciones y de comensales que subsidien a otros es toda una incógnita. No obstante, Bittman espera que, concluido el piloto, la experiencia sirva de base para un proyecto permanente en la ciudad.
