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Cultura de la violación: por qué hay hombres que guardan silencio ante la violencia sexual

Cultura de la violación: por qué hay hombres que guardan silencio ante la violencia sexual

Dos investigadoras en violencia sexual explican por qué se produce este fenómeno especialmente relevante en el caso Pelicot y por qué la respuesta entre muchos hombres son movimientos como el #NotAllMen.

Pancarta con los nombres de los agresores de Gisèle Pelicot.Marc Asensio

Desde jóvenes a ancianos de todo tipo de clase social y nacionalidad. Los 51 hombres que violaron durante una década a Gisèle Pelicot mientras estaba inconsciente debido a sumisión química ofrecida su exmarido Dominique Pelicot guardaron silencio. También  dos hombres que solicitaron información y finalmente no violaron a la mujer y otras dos decenas de hombres que no han llegado a identificarse en la investigación policial. 

El silencio reinó en esta horrible violación masiva que ha sacudido la prensa mundial y que se saldó con una sentencia para los 51 acusados con penas de prisión entre los 20 años de Dominique Pelicot (también denunciado por su hija Caroline) y los tres años. 

Sin embargo, la respuesta colectiva entre muchos hombres ha sido una defensa bajo el argumento #NotAllMen defendiendo que no todos los hombres son violadores o "monstruos" como se ha calificado a Dominique Pelicot. Sin embargo, este y otros muchos casos de difusión de vídeos íntimos de mujeres sin consentimiento en grupos de WhatsApp cuentan con un silencio cómplice, generalmente por hombres.

Este silencio y complicidad forma parte de lo que se conoce como "cultura de la violación", una serie de comportamientos que se van sedimentando y formando una naturalización de las violencias sexuales hacia las mujeres.

Beatriz Sánchez Rubio, investigadora en violencia sexual y contratada predoctoral PIF de la Universidad de Sevilla, lo define a El HuffPost como "un sistema de creencias que naturaliza las violencias sexuales y cuya base está sumergida en todas las esferas sociales".

La violación, la punta del iceberg de una cultura se forja desde la educación

Sánchez recuerda que las agresiones sexuales y las violaciones son la punta "más visible" de esta cultura de la violación, pero generalmente se pasan por alto otra serie de actos más "tolerables" que cementan la "construcción sexista de la sociedad". "Creer que las mujeres mienten sobre los hechos contados, configurar las agresiones sexuales como actos que sólo se cometen por personas anónimas o bajo amenaza o una gran violencia son ejemplos que apoyan este sistema de creencias", recuerda la especialista.

De hecho, los datos muestran que la violencia sexual es intrínseca en la sociedad. La última Macroencuesta de Violencia contra la Mujer, realizada con los datos recogidos durante el año 2019 y presentada en 2020 por el Ministerio de Igualdad, el 6,5% de las mujeres ha sufrido violencia sexual.

Aunque la pornografía sumada a la falta de educación sexual es uno de los factores primordiales en este tipo de violencias, Sánchez va más allá. "Mantenemos todo un discurso acerca de las relaciones sexuales basado en el deseo masculino", enfatiza y recuerda que el caso Pelicot aúna diversos factores que sustentan la violencia sexual.

"La base es la misma, importa más el respeto a otro hombre que cualquier acto que pueda incomodar o destruir la vida de una mujer"
Beatriz Sánchez Rubio, investigadora en violencia sexual y contratada predoctoral PIF de la Universidad de Sevilla

Por un lado, el principal de la "configuración de la mujer como un objeto de complacencia sexual, es decir, se cree que toda mujer quiere y desea el sexo a cualquier hora, solo que mienten para molestar al hombre o hacerse las interesantes". 

Además, Sánchez apunta a otra característica particular del caso Pelicot como que los abusos a esta mujer casada contaban con el "permiso" del marido: "El hombre que debería cuidarla permite e invita a sus compañeros a satisfacer unas 'necesidades' sexuales, por lo que no existe una falta de respeto a su igual y la mujer pasa a un segundo plano ya que, de todas formas, no sabe lo que está ocurriendo". 

Para ella, en otro plano, "estos principios se sustentan en no pueden relacionarse con las novias de sus amigos" si no tienen un determinado visto bueno: "La base es la misma, importa más el respeto a otro hombre que cualquier acto que pueda incomodar o destruir la vida de una mujer".

La fratría y los pactos de lealtad

La RAE define como fratría una "sociedad íntima, hermandad, cofradía" que tiene su origen en la Antigua Grecia, donde se trataba de una "subdivisión de una tribu que tenía sacrificios y ritos propios". En los hombres, esta camaradería, fraternidad o hermandad toma unas peculiaridades que se han forjado durante su socialización y que las distinguen de otros movimientos como la sororidad entre mujeres. Los apodos surgidos tras La Manada no son casualidad.

De hecho, la propia palabra camaradería tiene un origen fundamentalmente masculino, ya que refiere a los compañeros de cámara, en referencia a una habitación militar. Esto se refleja, como recoge la investigadora de la manosfera y socióloga de la Universidad Complutense de Madrid, Elisa García-Mingo, en algunos "grupos de WhatsApp de chavales en los que hay comentarios sexistas o apología a la violación o se comparten vídeos muy vejatorios". 

"Algunos de ellos muchas veces dicen que no les gusta nada, pero no se sienten capaces de decir 'oye, no me gusta' o irse del grupo. Hay algo muy fuerte de lo que llaman la fratría, algo que se asocia de hombres, de compañeros, hermanos. Muchas veces de los que se sostienen, se protegen, aunque a veces no están totalmente de acuerdo, pero tampoco les van a denunciar porque no les quieres 'destrozar la vida", explica.

"Hay algo muy fuerte de lo que llaman la fratría, algo que se asocia de hombres, de compañeros, hermanos. Muchas veces se sostienen, se protegen, aunque a veces no están totalmente de acuerdo, pero tampoco les van a denunciar porque no les quieres 'destrozar la vida"
Elisa García-Mingo, investigadora de la manosfera y socióloga de la Universidad Complutense de Madrid

Sánchez recalca que que "la fraternidad masculina es muy grande" y esto explicaría, por ejemplo, que los que no participaron de los abusos de Pelicot, pero tenían conocimiento no lo denunciasen, pero también apunta a factores como que la denuncia implica un "esfuerzo" y un "trámite".

"Entran muchísimos factores a tener en cuenta y creo que la cuestión principal es por qué a estos hombres le parece erótica la situación y no son capaces de denunciar estos hechos. Subyace una cosificación de la mujer y un muro invisible en el que algunos hombres, todavía no consideran a las mujeres sujetos de derecho en igualdad", recalca.

El silencio en torno a la violencia sexual y digital

La situación de Pelicot es solo uno de los extremos que se sustenta por lo que se ha visto en numerosos grupos de WhatsApp en los que se difunde contenido no consentido de índole sexual. 

Basta con recordar el caso de la trabajadora de Iveco que se quitó la vida después de que sus compañeros compartieran un vídeo suyo de índole sexual durante días, cómo varios  jugadores de la cantera del Real Madrid han sido denunciados por una presunta difusión de vídeos de índole sexual de dos menores de edad e incluso la difusión de la violación en Sanfermines por parte de La Manada y las bromas y comentarios jocosos que se encontraban en los chats.

Pero también el chat de Telegram identificado en Portugal donde 70.000 hombres difundían imágenes íntimas de mujeres sin su consentimiento que denunciaba el portal NiT el pasado 30 de octubre.

La violencia sexual en el ámbito digital se ha convertido en uno de los ámbitos más frecuentes, donde se dan conceptos como "pornovenganza" o memes y gifs sexuales y misóginos se repiten entre grupos tanto de hombres adultos como de adolescentes. De hecho, supone un riesgo especialmente alto entre los menores, ya que según los datos del informe Impacto de la tecnología en la adolescencia. Relaciones, riesgos y oportunidades de Unicef, el 42% de los adolescentes afirma haber recibido mensajes de contenido erótico o sexual a través de redes sociales

Sánchez recuerda que en estos grupos y compartir este tipo de contenidos también hay una diferencia de sexo, siguiendo un estudio de 2019 de Rosemary Ricciardelli y Michael Adorjan en que "concluyeron que el envío y recepción de 'fotos pene' son actos normalizados por las mujeres y no se considera perjudicial para el hombre ni siquiera un acto de vergüenza que se haga público".

"Muchas veces se necesita de esa base, de hombres, de iguales que la legitimen, que la sostengan y entonces cuesta mucho romper ese pacto de silencio"
Elisa García-Mingo, investigadora de la manosfera y socióloga de la Universidad Complutense de Madrid

"Existen grupos de mujeres en los que se envían contenido íntimo y sexual de hombres, pero el discurso es totalmente distinto: las mujeres se ríen de estos contenidos o les genera asco y su difusión, normalmente, se restringe a un grupo reducido y no pasa en cadena. Sin embargo, si se trata de un contenido íntimo sobre una mujer, la difusión no tiene límites y su conformación está basada en la erótica", explica y apunta a las diferentes reacciones de ellos y ellas, siendo ellas avergonzadas y castigadas públicamente. 

"Se trata de una representación más de la cultura de la violación donde las mujeres se ven como objetos sexuales y da igual cómo ellas se sientan al respecto", añade Sánchez. Para García-Mingo, la violencia sexual, especialmente digital, cuenta con una aprobación y silencio grupal. "Se suele decir que la violencia sexual es un delito o un tipo de violencia que cuando se habla de ella destruye a toda la comunidad. Cuesta muchísimo hablar de ella tanto a las víctimas, al entorno de las víctimas y, por supuesto, a los perpetradores y a los encubridores", recalca.

No obstante, García-Mingo recuerda que no es algo que ocurra solo con este tipo de violencias, también con otras como el bullying: "Muchas veces se necesita de esa base, de hombres, de iguales que la legitimen, que la sostengan y entonces cuesta mucho romper ese pacto de silencio".

Ni tampoco que ocurra exclusivamente en grupos de hombres, sino que hay casos de grupos mixtos en los que la dinámica es similar: "Suelen ser ellos los que difunden contenidos más violentos o humillantes. A veces si hay chicas, ellas tampoco dicen nada. Digamos que es un fenómeno que ocurre más entre ellos, porque ellos son los que más comparten".

Una percepción baja del riesgo

La percepción de riesgo, además, es más baja en un entorno digital en el que no se está produciendo "directamente" una agresión sexual, sino que simplemente se consume o se difunde un contenido de terceros aunque sea no consentido. 

"Muchos hombres adultos también dicen ‘bueno, sí, estoy en un grupo de WhatsApp, pero tampoco hacen nada a nadie, como tampoco salen aquí, pues tampoco quiero ser el aguafiestas’. Esta idea del aguafiestas, del killjoy, la persona que rompe un poco el buen rollo, el ambiente, o esas expresiones de broma, de conversaciones de vestuario", revela la experta, quien recuerda que incluso las víctimas no reconocen haber sido víctimas de violencia sexual digital. 

Esto se ve fomentado también por la culpa y la vergüenza que acompaña a la libertad sexual en las mujeres. Tal y como señala Sánchez, "el discurso más típico en estos casos es que las mujeres tienen que tener cuidado con lo que hacen, no pueden mandar fotos íntimas, hay que saber con quién se relacionan, no confiar en nadie".

García-Mingo apunta a que detrás de la pantalla ocurre lo que se conoce como "desconexión cognitiva" y es que "que es una percepción de que lo que ocurre en Internet no es real, no hace daño". Asimismo, recuerda que esto se da incluso en los servicios de justicia o apoyo psicológico, que no facilitaban servicios a este tipo de víctimas.

La experta de la Universidad de Sevilla recuerda que "la falsa idea de intimidad" fomenta este tipo de contenido y explica "por qué existen páginas web que se dedican exclusivamente a subir contenido de mujeres sin su consentimiento e incluso solicitar información sobre las mismas".

El 'mito de la violación' o convertir en monstruo al agresor

Parte del supuesto "bajo riesgo" bajo el que se enmarcan este tipo de contenidos está relacionado con lo que se conoce como "mito de la violación". Es decir, que este tipo de agresiones sexuales se den en unas circunstancias concretas, por ejemplo, en una calle sola por un desconocido por la víctima a altas horas de la madrugada.

Para García-Mingo, "eso también es un problema de educación". "Nadie se quiere ubicar ni identificar como un monstruo, porque hemos hecho una representación del violador como alguien que es un enfermo, que es un violador en serie", recuerda y apunta al silencio que existe socialmente ante las violaciones dentro de la pareja: "La gente no reflexiona eso de ‘oye, pues a lo mejor yo he tenido el consentimiento o he sido un poco más violento en el marco de la pareja".

"Nadie se quiere ubicar ni identificar como un monstruo, porque hemos hecho una representación del violador como alguien que es un enfermo, que es un violador en serie"
Elisa García-Mingo, investigadora de la manosfera y socióloga de la Universidad Complutense de Madrid

"Lo que ha salido, por ejemplo, en medios o lo que se cuenta siempre es ‘han violado a una mujer que iba sola o ha aparecido muerta después de violada’. Esto forma parte del mito de la violación, que parece que ese hombre es monstruoso, desconocido de la víctima", señala. 

Sin embargo, los datos son contrarios. Según datos de una investigación llevada a cabo por cuatro universidades públicas españolas (Universidad Complutense de Madrid, Universidad de Jaén, Universidad Carlos III de Madrid y Universidad de Valencia), el 80% de las agresiones sexuales se producen por conocidos de la víctima. 

Este discurso en el que se realiza un supuesto retrato de los agresores sexuales ha sido utilizado además por la ultraderecha para cargar contra la inmigración. Algo que según el Observatorio estatal de violencia contra la mujer 2022, también es falso ya que en él se recoge que el 67% de los agresores son españoles.

La respuesta 'antifeminista' bajo el #NotAllMen

A todas estas agresiones, la respuesta de muchos hombres ha sido defenderse bajo el pretexto que no todos los hombres son así con el hashtag #NotAllMen, popularizado a nivel mundial especialmente en ámbitos propios de la manosfera.

Esto, según García-Mingo, está vinculado con el mito de la violación y el no querer identificarse con ese arquetipo de "monstruo", como se ha calificado mediáticamente a Dominique Pelicot o que únicamente es violencia sexual la violación: "Por ejemplo, un acoso callejero o acoso en redes no lo consideras violencia sexual, entonces se tiende a decir que no todos los hombres son violadores. Claro que no. Pero muchos hombres perpetran violencia sexual en sus formas más leves, o sea, no te reconoces en esa forma más extrema".

"Los comentarios que antes escuchábamos de casualidad en el bar donde se reunían unos cuantos hombres y en confianza hablaban de todo menos nada bueno de las mujeres, ahora los encontramos en redes sociales y con una naturalidad bestial"
Beatriz Sánchez Rubio, investigadora en violencia sexual y contratada predoctoral PIF de la Universidad de Sevilla

Esto está asociado a la idea falsa de que el feminismo quiere "acabar con los hombres" y también con el miedo a la pérdida de privilegios por parte de ellos. "Algunos hombres, como he comentado, creen que las mujeres están intentando arrebatar derechos al hombre, ejercer una superioridad sobre los mismos y ellos tienen que luchar contra ello" indica Sánchez, quien recuerda que "en realidad, los hombres tienen miedo a que las mujeres sean como ellos, que ejerzan una venganza en claves masculinas".

Además, apunta a que las redes sociales han jugado un papel clave en estos fenómenos. "Los comentarios que antes escuchábamos de casualidad en el bar donde se reunían unos cuantos hombres y en confianza hablaban de todo menos nada bueno de las mujeres, ahora los encontramos en redes sociales y con una naturalidad bestial", explica. 

"Igualmente me parece importante siempre recalcar que, efectivamente, no todos los hombres son iguales, pero sí que es cierto que siguen existiendo un gran número de hombres que temen que su vida cambie, que tienen miedo o incluso vergüenza de que les digan que hacen las cosas mal y desde luego, no quieren que las mujeres se comporten como ellos", añade.

Ambas especialistas dejan claro, aunque para muchos no haga falta aclararlo, que no todos los hombres ejercen violencia sexual. Pero si algo queda claro es que las dinámicas siguen siendo del silencio y de pasar por alto determinados actos patriarcales y machistas. Como reza una de las recientes proclamas feministas en EEUU: “Not all men, but always a man" (No todos los hombres, pero siempre un hombre).

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Soy redactora de LIFE en El HuffPost España y mi misión es acercarte la última hora del mundo de la cultura, la música y el entretenimiento.

 

Sobre qué temas escribo

Escribo principalmente de música, cultura, cine, series y entretenimiento porque, aunque sirva para desconectar, bailar o echar un rato entre palomitas, la cultura esconde mucho más. Evitando el elitismo, trato de tender la mano a las nuevas tendencias de la industria musical o del audiovisual a través de entrevistas con artistas emergentes —que pronto dejarán de serlo— y compaginarlo con el análisis de lo más mainstream como Taylor Swift o Bad Bunny.


En estos ocho años he cubierto los Goya, los Oscar, el Benidorm Fest o Eurovisión. Sí, soy la responsable de los memes que han inundado la cuenta de X de El HuffPost en Eurovisión. Siempre buscando un contenido cercano, sin perder el rigor, contando más allá de lo que se pueda ver en la pantalla.
Aunque no siempre haya relación con la industria cultural, también he cubierto temas relacionados con el Feminismo y el colectivo LGTBIQ+.

 

He podido contar en primera persona con supervivientes del “Stonewall español” que es el Pasaje Begoña, denunciar la situación que viven los menores trans o hablar sobre qué significa la manosfera antes de que llegara a Netflix ‘Adolescencia’.

 

Mi trayectoria

Nací en Málaga, donde estudié Periodismo por vocación en la Universidad de Málaga, entre playlists de Spotify, discos y conciertos. Antes de incorporarme a El HuffPost en 2017, colaboré diversas revistas culturales y de entretenimiento. En 2016 trabajé en el departamento de comunicación de UPHO Festival, un festival de fotografía contemporánea urbana parte del proyecto europeo Urban Layers. Y, aunque sigo echando de menos Andalucía, me trasladé a Madrid para estudiar el Máster en Periodismo Cultural en la Universidad CEU San Pablo. En 2018, compaginé mi trabajo en El HuffPost con la coordinación de proyecto de la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE celebrada en CentroCentro. Desde 2017 trabajo en El HuffPost España, donde he logrado una nominación a los premios GLAAD y ser finalista de los Premios Papageno en 2022.

 


 

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