El arma secreta de la Armada Española para acabar con la revuelta rifeña en 1925
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El arma secreta de la Armada Española para acabar con la revuelta rifeña en 1925

Fue clave en una de las operaciones militares más ambiciosas de España.

El arma secreta de la Armada Española para acabar con la revuelta rifeña en 1925

Fue clave en una de las operaciones militares más ambiciosas de España.

El arma secreta de la Armada Española para acabar con la revuelta rifeña en 1925

Fue clave en una de las operaciones militares más ambiciosas de España.

El arma secreta de la Armada Española para acabar con la revuelta rifeña en 1925

Fue clave en una de las operaciones militares más ambiciosas de España.

El arma secreta de la Armada Española para acabar con la revuelta rifeña en 1925

Fue clave en una de las operaciones militares más ambiciosas de España.

Salida del Dédalo 25Ministerio de Defensa

En plena década de los años 20, con la revuelta rifeña extendiéndose por el norte de África y tras el desastre de Annual, España necesitaba urgentemente una respuesta estratégica a la altura del desafío. Sin fondos para construir un portaaviones desde cero ni adquirir uno en el extranjero, la Armada Española recurrió a la imaginación, la ingeniería y la necesidad.

Originalmente el ‘Neuenfels’, fue un mercante alemán cedido a España tras la Primera Guerra Mundial. Más tarde, entre 1921 y 1922, el buque fue transformado en un portaaeronaves pionero. Bajo la dirección del ingeniero Jacinto Vez y el capitán de corbeta Pedro María Cardona, el viejo navío fue adaptado para operar hidroaviones y dirigibles, convirtiéndose en una pieza clave de la Aeronáutica Naval española.

La transformación fue ambiciosa ya que le añadieron: hangar con ascensor, talleres, cubierta elevada para el transporte y despegue de hidroaviones, grúas de carga, armamento defensivo y hasta una estructura para sostener dirigibles diseñada por el inventor Leonardo Torres Quevedo. 

El ‘Dédalo’ en combate

El momento culminante del ‘Dédalo’ llegó el 8 de septiembre de 1925, cuando participó en el histórico desembarco de Alhucemas, considerado el primer desembarco anfibio moderno con apoyo aéreo, blindados y artillería naval. 

Frente a las posiciones del líder rifeño Abd el-Krim, el ‘Dédalo’ desplegó sus hidroaviones desde la bahía de Alhucemas, lanzando cerca de 200 bombas sobre las defensas enemigas y abriendo paso a las tropas españolas. Aquel día, desde su cubierta, el ‘Dédalo’ envió aeronaves que exploraron, bombardearon y guiaron a la infantería del ejército español en tierra hostil.

Durante tres años, sus hidroaviones acosaron al enemigo en el norte de África, apoyando operaciones de reconocimiento, ataque y patrullaje. Pero fue Alhucemas el momento en que el 'Dédalo' demostró ser el arma secreta de la Armada Española.

Un legado truncado

Pese a su éxito, la vida operativa del ‘Dédalo’ no fue sencilla. La frágil situación económica del país limitó sus salidas al mar. Aun así, dejó huella con hazañas como en 1934, cuando el célebre ingeniero Juan de la Cierva aterrizó su autogiro sobre su cubierta, marcando otro hito en la aviación española.

Sin embargo, con la llegada de la Guerra Civil, su destino se torció. Fue desarmado, remolcado a Sagunto y bombardeado hasta convertirse en chatarra. Finalmente, se hundió en Valencia, sellando el triste final de un gigante que, en sus días de gloria, había redefinido la guerra moderna.

En plena década de los años 20, con la revuelta rifeña extendiéndose por el norte de África y tras el desastre de Annual, España necesitaba urgentemente una respuesta estratégica a la altura del desafío. Sin fondos para construir un portaaviones desde cero ni adquirir uno en el extranjero, la Armada Española recurrió a la imaginación, la ingeniería y la necesidad.

Originalmente el ‘Neuenfels’, fue un mercante alemán cedido a España tras la Primera Guerra Mundial. Más tarde, entre 1921 y 1922, el buque fue transformado en un portaaeronaves pionero. Bajo la dirección del ingeniero Jacinto Vez y el capitán de corbeta Pedro María Cardona, el viejo navío fue adaptado para operar hidroaviones y dirigibles, convirtiéndose en una pieza clave de la Aeronáutica Naval española.

La transformación fue ambiciosa ya que le añadieron: hangar con ascensor, talleres, cubierta elevada para el transporte y despegue de hidroaviones, grúas de carga, armamento defensivo y hasta una estructura para sostener dirigibles diseñada por el inventor Leonardo Torres Quevedo. 

El ‘Dédalo’ en combate

El momento culminante del ‘Dédalo’ llegó el 8 de septiembre de 1925, cuando participó en el histórico desembarco de Alhucemas, considerado el primer desembarco anfibio moderno con apoyo aéreo, blindados y artillería naval. 

Frente a las posiciones del líder rifeño Abd el-Krim, el ‘Dédalo’ desplegó sus hidroaviones desde la bahía de Alhucemas, lanzando cerca de 200 bombas sobre las defensas enemigas y abriendo paso a las tropas españolas. Aquel día, desde su cubierta, el ‘Dédalo’ envió aeronaves que exploraron, bombardearon y guiaron a la infantería del ejército español en tierra hostil.

Durante tres años, sus hidroaviones acosaron al enemigo en el norte de África, apoyando operaciones de reconocimiento, ataque y patrullaje. Pero fue Alhucemas el momento en que el 'Dédalo' demostró ser el arma secreta de la Armada Española.

Un legado truncado

Pese a su éxito, la vida operativa del ‘Dédalo’ no fue sencilla. La frágil situación económica del país limitó sus salidas al mar. Aun así, dejó huella con hazañas como en 1934, cuando el célebre ingeniero Juan de la Cierva aterrizó su autogiro sobre su cubierta, marcando otro hito en la aviación española.

Sin embargo, con la llegada de la Guerra Civil, su destino se torció. Fue desarmado, remolcado a Sagunto y bombardeado hasta convertirse en chatarra. Finalmente, se hundió en Valencia, sellando el triste final de un gigante que, en sus días de gloria, había redefinido la guerra moderna.

En plena década de los años 20, con la revuelta rifeña extendiéndose por el norte de África y tras el desastre de Annual, España necesitaba urgentemente una respuesta estratégica a la altura del desafío. Sin fondos para construir un portaaviones desde cero ni adquirir uno en el extranjero, la Armada Española recurrió a la imaginación, la ingeniería y la necesidad.

Originalmente el ‘Neuenfels’, fue un mercante alemán cedido a España tras la Primera Guerra Mundial. Más tarde, entre 1921 y 1922, el buque fue transformado en un portaaeronaves pionero. Bajo la dirección del ingeniero Jacinto Vez y el capitán de corbeta Pedro María Cardona, el viejo navío fue adaptado para operar hidroaviones y dirigibles, convirtiéndose en una pieza clave de la Aeronáutica Naval española.

La transformación fue ambiciosa ya que le añadieron: hangar con ascensor, talleres, cubierta elevada para el transporte y despegue de hidroaviones, grúas de carga, armamento defensivo y hasta una estructura para sostener dirigibles diseñada por el inventor Leonardo Torres Quevedo. 

El ‘Dédalo’ en combate

El momento culminante del ‘Dédalo’ llegó el 8 de septiembre de 1925, cuando participó en el histórico desembarco de Alhucemas, considerado el primer desembarco anfibio moderno con apoyo aéreo, blindados y artillería naval. 

Frente a las posiciones del líder rifeño Abd el-Krim, el ‘Dédalo’ desplegó sus hidroaviones desde la bahía de Alhucemas, lanzando cerca de 200 bombas sobre las defensas enemigas y abriendo paso a las tropas españolas. Aquel día, desde su cubierta, el ‘Dédalo’ envió aeronaves que exploraron, bombardearon y guiaron a la infantería del ejército español en tierra hostil.

Durante tres años, sus hidroaviones acosaron al enemigo en el norte de África, apoyando operaciones de reconocimiento, ataque y patrullaje. Pero fue Alhucemas el momento en que el 'Dédalo' demostró ser el arma secreta de la Armada Española.

Un legado truncado

Pese a su éxito, la vida operativa del ‘Dédalo’ no fue sencilla. La frágil situación económica del país limitó sus salidas al mar. Aun así, dejó huella con hazañas como en 1934, cuando el célebre ingeniero Juan de la Cierva aterrizó su autogiro sobre su cubierta, marcando otro hito en la aviación española.

Sin embargo, con la llegada de la Guerra Civil, su destino se torció. Fue desarmado, remolcado a Sagunto y bombardeado hasta convertirse en chatarra. Finalmente, se hundió en Valencia, sellando el triste final de un gigante que, en sus días de gloria, había redefinido la guerra moderna.

En plena década de los años 20, con la revuelta rifeña extendiéndose por el norte de África y tras el desastre de Annual, España necesitaba urgentemente una respuesta estratégica a la altura del desafío. Sin fondos para construir un portaaviones desde cero ni adquirir uno en el extranjero, la Armada Española recurrió a la imaginación, la ingeniería y la necesidad.

Originalmente el ‘Neuenfels’, fue un mercante alemán cedido a España tras la Primera Guerra Mundial. Más tarde, entre 1921 y 1922, el buque fue transformado en un portaaeronaves pionero. Bajo la dirección del ingeniero Jacinto Vez y el capitán de corbeta Pedro María Cardona, el viejo navío fue adaptado para operar hidroaviones y dirigibles, convirtiéndose en una pieza clave de la Aeronáutica Naval española.

La transformación fue ambiciosa ya que le añadieron: hangar con ascensor, talleres, cubierta elevada para el transporte y despegue de hidroaviones, grúas de carga, armamento defensivo y hasta una estructura para sostener dirigibles diseñada por el inventor Leonardo Torres Quevedo. 

El ‘Dédalo’ en combate

El momento culminante del ‘Dédalo’ llegó el 8 de septiembre de 1925, cuando participó en el histórico desembarco de Alhucemas, considerado el primer desembarco anfibio moderno con apoyo aéreo, blindados y artillería naval. 

Frente a las posiciones del líder rifeño Abd el-Krim, el ‘Dédalo’ desplegó sus hidroaviones desde la bahía de Alhucemas, lanzando cerca de 200 bombas sobre las defensas enemigas y abriendo paso a las tropas españolas. Aquel día, desde su cubierta, el ‘Dédalo’ envió aeronaves que exploraron, bombardearon y guiaron a la infantería del ejército español en tierra hostil.

Durante tres años, sus hidroaviones acosaron al enemigo en el norte de África, apoyando operaciones de reconocimiento, ataque y patrullaje. Pero fue Alhucemas el momento en que el 'Dédalo' demostró ser el arma secreta de la Armada Española.

Un legado truncado

Pese a su éxito, la vida operativa del ‘Dédalo’ no fue sencilla. La frágil situación económica del país limitó sus salidas al mar. Aun así, dejó huella con hazañas como en 1934, cuando el célebre ingeniero Juan de la Cierva aterrizó su autogiro sobre su cubierta, marcando otro hito en la aviación española.

Sin embargo, con la llegada de la Guerra Civil, su destino se torció. Fue desarmado, remolcado a Sagunto y bombardeado hasta convertirse en chatarra. Finalmente, se hundió en Valencia, sellando el triste final de un gigante que, en sus días de gloria, había redefinido la guerra moderna.

En plena década de los años 20, con la revuelta rifeña extendiéndose por el norte de África y tras el desastre de Annual, España necesitaba urgentemente una respuesta estratégica a la altura del desafío. Sin fondos para construir un portaaviones desde cero ni adquirir uno en el extranjero, la Armada Española recurrió a la imaginación, la ingeniería y la necesidad.

Originalmente el ‘Neuenfels’, fue un mercante alemán cedido a España tras la Primera Guerra Mundial. Más tarde, entre 1921 y 1922, el buque fue transformado en un portaaeronaves pionero. Bajo la dirección del ingeniero Jacinto Vez y el capitán de corbeta Pedro María Cardona, el viejo navío fue adaptado para operar hidroaviones y dirigibles, convirtiéndose en una pieza clave de la Aeronáutica Naval española.

La transformación fue ambiciosa ya que le añadieron: hangar con ascensor, talleres, cubierta elevada para el transporte y despegue de hidroaviones, grúas de carga, armamento defensivo y hasta una estructura para sostener dirigibles diseñada por el inventor Leonardo Torres Quevedo. 

El ‘Dédalo’ en combate

El momento culminante del ‘Dédalo’ llegó el 8 de septiembre de 1925, cuando participó en el histórico desembarco de Alhucemas, considerado el primer desembarco anfibio moderno con apoyo aéreo, blindados y artillería naval. 

Frente a las posiciones del líder rifeño Abd el-Krim, el ‘Dédalo’ desplegó sus hidroaviones desde la bahía de Alhucemas, lanzando cerca de 200 bombas sobre las defensas enemigas y abriendo paso a las tropas españolas. Aquel día, desde su cubierta, el ‘Dédalo’ envió aeronaves que exploraron, bombardearon y guiaron a la infantería del ejército español en tierra hostil.

Durante tres años, sus hidroaviones acosaron al enemigo en el norte de África, apoyando operaciones de reconocimiento, ataque y patrullaje. Pero fue Alhucemas el momento en que el 'Dédalo' demostró ser el arma secreta de la Armada Española.

Un legado truncado

Pese a su éxito, la vida operativa del ‘Dédalo’ no fue sencilla. La frágil situación económica del país limitó sus salidas al mar. Aun así, dejó huella con hazañas como en 1934, cuando el célebre ingeniero Juan de la Cierva aterrizó su autogiro sobre su cubierta, marcando otro hito en la aviación española.

Sin embargo, con la llegada de la Guerra Civil, su destino se torció. Fue desarmado, remolcado a Sagunto y bombardeado hasta convertirse en chatarra. Finalmente, se hundió en Valencia, sellando el triste final de un gigante que, en sus días de gloria, había redefinido la guerra moderna.

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Soy redactora en El HuffPost España, donde te cuento las historias más curiosas y te intento ayudar a encontrar esos detalles que marcan la diferencia en la vida cotidiana.

 

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Mis artículos son un surtido de historias curiosas, viajes, cultura, estilo de vida, naturaleza, ¡y mucho más! Mi objetivo es despertar tu curiosidad y acompañarte con lecturas útiles y entretenidas.

  

Mi trayectoria

Soy madrileña, pero con raíces en Castilla-La Mancha. Estudié Periodismo en la Universidad Ceu San Pablo, aunque siempre digo que mi verdadera escuela ha sido El HuffPost, el lugar donde escribí mis primeras líneas como periodista. Empecé como becaria y ahora colaboro en este medio que me ha visto crecer.


Mi pasión por el periodismo nació en la infancia, cuando dibujaba las portadas de los medios deportivos y soñaba con convertirme en una de aquellas reporteras que veía en la televisión.

 


 

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