El enigmático puerto español que fue enclave de piratas y presunto refugio de "lobos grises" nazis
Este lugar es una mezcla entre el mito y la historia.

En la costa cántabra, entre acantilados y niebla, hay un lugar tan magnífico como misterioso que guarda más de un secreto. Se llama Puerto Calderón, y aunque hoy parece un rincón abandonado, durante siglos ha sido escenario de actividad humana, rumores y leyendas que rozan la ficción.
Este antiguo enclave minero, ubicado en el municipio de Alfoz de Lloredo, no solo ofrece un entorno natural y casi intacto, sino que arrastra consigo una leyenda difícil de ignorar. Entre sus múltiples historias, la más intrigante sucedió durante la Segunda Guerra Mundial.
Desde romanos y contrabandistas hasta los temidos submarinos alemanes de la Segunda Guerra Mundial, este enclave natural ha alimentado la imaginación colectiva y se mantiene como uno de los puntos más enigmáticos del norte de España.
Entre el mito y la historia
Rodeado por las puntas rocosas de Calderón y del Poyo, el Puerto Calderón ha sido desde hace siglos testigo de muchos sucesos como la navegación romana o la minería del siglo XX. Pero lo que más fascina a quienes conocen sus secretos es su posible papel durante la segunda Guerra Mundial.
Según se ha ido contando de generación en generación, los U-Boat alemanes, conocidos como “lobos grises”, aprovecharon la gran profundidad natural del puerto para ocultarse temporalmente de las patrullas aliadas.
Aunque no existen documentos oficiales que lo confirmen, este relato ha calado en la memoria colectiva local, sumándose a otras leyendas que vinculan este enclave con piratas, contrabandistas e incluso con el mítico Portus Blendium, un supuesto puerto romano cuyo emplazamiento aún es motivo de debate.
Una belleza intacta
Hoy en día, llegar hasta Puerto Calderón requiere recorrer una pista rural desde Oreña, una localidad cercana con gran riqueza patrimonial. Al final del camino, se pueden encontrar piezas oxidadas de su pasado minero como: vagonetas, tolvas, raíles y muros de piedra. Todos ellos son restos del intenso tráfico de zinc que partía desde este punto hacia otros puertos cantábricos.
Pero más allá de las ruinas, el verdadero atractivo es su paisaje salvaje, moldeado por siglos de oleaje. La bahía no tiene arena, sino una plataforma rocosa que la convierte en un remanso de aguas profundas, ideal para pescadores o bañistas que buscan alejarse del turismo masivo. Además, cuando hay marea baja, se pueden observar amarres de piedra que algunos asocian, sin pruebas concluyentes, con la época romana.
Puerto Calderón es un lugar que ha escapado de las grandes rutas turísticas y que, por ello mismo, conserva su autenticidad. Es ideal para quienes buscan senderismo costero, tranquilidad o simplemente dejarse envolver por ese silencio cargado de ecos históricos.