El hombre que buscó la independencia de este país de España y después se arrepintió
Todo ocurrió por una mala decisión y una traición.

Emilio Aguinaldo fue el rostro de la independencia de Filipinas. Lideró la rebelión contra España y proclamó el nacimiento de una nueva nación libre el 12 de junio de 1898. Sin embargo, con el tiempo, la gran traición de un país y la nostalgia por lo perdido lo llevaron a tomar una decisión radical.
Aguinaldo ha tenido siempre muy presente la política y el ejército. Fue hijo de un antiguo alcalde y a una temprana edad se unió al movimiento independentista Katipunan. Destacó en combate y se convirtió en líder del levantamiento armado contra España y en 1897, fue elegido jefe del gobierno revolucionario.
El joven general, tras la independencia de su país, se convirtió en el primer presidente de la República de Filipinas. Sin embargo, en sus últimos años de vida, confesó una inesperada devoción por España y un arrepentimiento profundo.
Una traición que cambió su visión
En diciembre de 1897 Aguinaldo firmó el Pacto de Biak-na-Bató para tener una tregua con España y se exilió en Hong Kong. Poco después, durante la guerra hispano-estadounidense, EE. UU. lo convenció de retomar la lucha prometiéndole libertad para Filipinas. Pero tras la derrota española, los estadounidenses se quedaron con el control del archipiélago.
Con los años, Aguinaldo denunció abiertamente lo que consideró una traición de EE. UU. En entrevistas posteriores, como la que concedió en 1962 al periodista Luis María Anson, expresó su dolor y arrepentimiento por haberse rebelado contra España, país al que seguía considerando con afecto.
Un profundo arrepentimiento
Según recoge El Debate, afirmó: “Después de Filipinas, amo a la Madre España”. Criticó con dureza la colonización estadounidense, que —según dijo— no trajo ciudadanía ni dignidad, solo explotación y violencia. Lamentó que Filipinas pasara de ser parte del Imperio español a convertirse en un mercado y colonia sin derechos plenos bajo el dominio estadounidense.
Aguinaldo mostró su respeto por los soldados españoles que resistieron el asedio en Baler, conocidos como los últimos de Filipinas. En 1899 firmó una orden reconociéndolos como “amigos” y permitiéndoles volver a España. Por este gesto, la reina María Cristina le concedió la Cruz Roja.
