El momento de la historia en el que los duelos en España se convirtieron en toda una 'plaga'
España se convirtió en la gran referencia europea.

Durante los siglos XVI y XVII, España vivió una auténtica fiebre de duelos, donde el honor se defendía a capa y espada, a menudo en las mismas calles y plazas del país. Cualquier afrenta, desde una mirada desafiante hasta un insulto a la madre, podía desembocar en un enfrentamiento a muerte o a primera sangre, según la gravedad de la ofensa. La falta de un marco legal efectivo permitió que estos combates proliferaran sin ningún tipo de control.
La pasión española y su temperamento explosivo hicieron del duelo una institución no oficial, pero socialmente aceptada. En algunas calles, como en los días de destierro de Lope de Vega, la violencia alcanzó tales niveles que se volvieron intransitables al caer la noche. Cada amanecer traía consigo un nuevo cadáver abandonado en algún callejón oscuro.
La escuela española de esgrima
Los duelos tenían un aire de caos y violencia, sin embargo estaban lejos de ser meros enfrentamientos callejeros sin reglas. España se convirtió en la gran referencia europea en esgrima gracias a la "Destreza", un refinado arte marcial de la espada que, más que fuerza bruta, exigía técnica, precisión y estrategia. Con la emblemática espada ropera en una mano y una daga en la otra, los duelistas españoles se convirtieron en los más temidos de Europa.
La evolución de la escuela española se dio, en parte, gracias a la experiencia militar de los Tercios en los campos de batalla europeos. En el fragor del combate, los soldados perfeccionaron el uso del hierro y adaptaron su técnica a los enfrentamientos cuerpo a cuerpo. Fue en Italia, tras enfrentarse a los sicilianos que peleaban con dos dagas, cuando los españoles mejoraron el uso del espadín y de un pequeño escudo llamado broquel como complementos letales.
La obsesión española por la honra
En España, el honor era una cuestión de vida o muerte. Desde un hidalgo hasta un aristócrata, pasando por militares y hombres de letras, todos estaban obligados a defender su reputación. A pesar de su ilegalidad, los duelos se volvieron una tradición profundamente arraigada.
Ni siquiera los castigos impuestos por los Reyes Católicos, como la pena de muerte para el retador o el destierro a las Indias para el que aceptaba el duelo, lograron frenar la costumbre. De hecho, se encontró la manera de sortear la ley ya que si el vencedor aseguraba haber sido desafiado en contra de su voluntad, podía librarse del castigo.
La decadencia del duelo
Con el tiempo, el duelo pasó de ser una disciplina noble a una práctica cada vez más desvirtuada. Se perdió el rigor y la elegancia de la "Destreza", dando paso a peleas caóticas donde valía todo tipo de trampas, emboscadas, e incluso la ayuda de amigos para linchar al oponente. En el siglo XIX, los duelos terminaron por desaparecer debido a prohibiciones más estrictas y al auge de una mentalidad más civilizada en Europa.
No obstante, durante más de tres siglos, España fue la cuna de los más grandes duelistas, aquellos que con una espada y una daga en mano hicieron de la defensa del honor una auténtica religión.