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El súper tanque que España quiso crear en 1981 y acabó cayendo en el olvido

El súper tanque que España quiso crear en 1981 y acabó cayendo en el olvido

Iba a ser completamente nacional, potente y moderno.

Tanque eb BurgosFrogtography

España estuvo a punto de dar un salto de gigante en su industria militar. En 1981, los planes del Gobierno se centraban en desarrollar un nuevo carro de combate completamente nacional, potente, moderno y con la última tecnología del momento. A este plan se le denominó el proyecto Lince. 

El sueño de crear un tanque que compitiese con los mejores del mundo estuvo más cerca de lo que muchos recuerdan. Pero a pesar de la inversión inicial y del entusiasmo oficial, el supertanque español terminó sepultado en el olvido.

La ambiciosa idea era sustituir al envejecido parque acorazado del Ejército de Tierra, entonces compuesto por tanques estadounidenses M47 y M48 Patton y por los polémicos AMX-30 franceses, fabricados bajo licencia en España. Estos últimos fueron duramente criticados ya que eran propensos a fallos en el motor y la caja de cambios, con tasas de inoperatividad del 40 al 60%.

Con este panorama, España necesitaba un blindado propio que le permitiera dejar de depender del material extranjero y modernizar sus fuerzas acorazadas. La solución fue el proyecto Lince, presentado como un carro de combate de última generación, que tomaría como referencia el Leopard 2 alemán, uno de los tanques más avanzados del mundo en aquel momento.

Una inversión millonaria

En 1984, el Gobierno comprometió una inyección de 120.000 millones de pesetas para el desarrollo del nuevo vehículo, una cifra que llegaría a duplicarse en los años siguientes. El plan era producir hasta 400 unidades para el año 2000, con fabricación a cargo de la Empresa Nacional Santa Bárbara, en colaboración con una firma extranjera que aportara tecnología de vanguardia. La alemana Krauss-Maffei, fabricante del Leopard, fue la elegida.

El Lince prometía ser más ligero y maniobrable que el Leopard 2A4, adaptado al terreno español, con un peso de 49 toneladas, cañón de 120 mm, motor de 1.200 caballos y una velocidad máxima de 70 km/h. Un diseño imponente que combinaba movilidad, potencia de fuego y autonomía de 530 kilómetros.

Un abandono progresivo

Pero lo que parecía un futuro asegurado se desmoronó poco a poco. A pesar del entusiasmo inicial, el Gobierno nunca cerró el acuerdo definitivo con Krauss-Maffei ni con ninguna otra compañía. Las noticias que llegaban a los medios eran cada vez más desalentadoras. En 1986, el referéndum sobre la OTAN y el temor a un coste político por el gasto militar sirvieron como pretexto para congelar el proyecto

El golpe final llegó en marzo de 1989, cuando el ministro de Defensa, Narcís Serra, anunció en el Congreso que se apostaría por adquirir directamente un modelo extranjero. Con esa frase, se selló el destino del carro de combate español que nunca vio la luz.