Es la calle más corta de Barcelona, mide apenas 4 metros y debe su nombre a la bebida anisada que se originó allí
Lo que le falta de longitud lo compensa en historia.

En muchas ciudades del mundo existen calles que, más allá de su función práctica o de los comercios que alojan, se hacen famosas por un nombre peculiar, una curiosa historia o por su breve longitud. Son pequeñas vitrinas de identidad local donde se condensan anécdotas y memoria colectiva. En esta línea, Barcelona conjuga ambas cosas: nombres originales y callejuelas cuya mera longitud se ha vuelto una curiosidad urbana.
En pleno Born, entre la Basílica de Santa Maria del Mar y el carrer dels Canvis Vells, se esconde una vía tan minúscula que pasa desapercibida incluso para quienes conocen la ciudad al dedillo: el Carrer de l’Anisadeta, considerada como la calle más corta de Barcelona, con una longitud que ronda los cuatro metros. No obstante, lo que le falta en longitud lo compensa con una historia que mezcla leyenda, tabernas y marineros.
El nombre de la calle remite a la “Ca n’Anisadeta”, una antigua taberna donde marineros y comerciantes del puerto tomaban una mezcla de anís con agua conocida como anisadeta, tal y como recoge Metrópoli. Ese establecimiento tiene su origen en el siglo X y rápidamente se convirtió en un punto de reunión del barrio, cuando los alrededores del puerto y del Born se configuraban como centro neurálgico de la actividad comercial de la ciudad.
Antes era más larga
Los relatos orales han ido tejiendo alrededor de la anisadeta varias leyendas urbanas. Una de las más difundidas habla de una joven que trabajaba en la taberna y vendía anís a los pescadores, cuya belleza y misterio cautivaron a muchos marineros hasta que un día la mujer desapareció sin explicación alguna. Historias como esa explican por qué el recuerdo de la bebida y del local sobrevivió al paso de los siglos.
No obstante, cabe destacar que la fisonomía actual de la calle también es producto de transformaciones civiles, ya que antiguamente era algo más larga. La vía fue recortada por obras y reorganizaciones de la trama urbana a lo largo del siglo XIX, lo que dejó al pasadizo en su tamaño actual: apenas una puerta, una ventana y cuatro metros de piedra que conectan dos espacios emblemáticos del Born.
Más allá del dato curioso sobre su longitud, el Carrer de l’Anisadeta recuerda que las historias urbanas no siempre ocupan grandes espacios. Hoy sobrevive más como anécdota y reclamo para paseantes curiosos que como arteria de paso: muchos turistas la buscan como “la calle más corta” para hacerse una foto y los vecinos la ven como una pequeña pieza del puzzle medieval que todavía respira en el barrio.
