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Este fue el primer templario español: fue conde e ingresó en la orden antes de morir por dos motivos

Este fue el primer templario español: fue conde e ingresó en la orden antes de morir por dos motivos

Se casó con una hija del Cid Campeador.

Este fue el primer templario español: fue conde e ingresó en la orden antes de morir por dos motivos

Se casó con una hija del Cid Campeador.

Este fue el primer templario español: fue conde e ingresó en la orden antes de morir por dos motivos

Se casó con una hija del Cid Campeador.

Este fue el primer templario español: fue conde e ingresó en la orden antes de morir por dos motivos

Se casó con una hija del Cid Campeador.

Este fue el primer templario español: fue conde e ingresó en la orden antes de morir por dos motivos

Se casó con una hija del Cid Campeador.

Barcelona, ​​el monumento ecuestre del conde de Barcelona, ​​Ramón Berenguer III (1082-1131), frente al Palacio Real Mayor, torre del Palacio Real, palacio medieval del siglo XIII.Getty Images

En el siglo XII, cuando la Europa cristiana centraba su atención en Jerusalén en busca de gloria y redención, un noble catalán cambió para siempre la historia militar y espiritual de España. 

Este influyente personaje, fue Ramón Berenguer III, conde de Barcelona y primer noble hispano en formar parte de la enigmática Orden del Temple, conocidos como los Templarios. Se casó con una hija del Cid Campeador, ingresó en la Orden en el año 1130, poco antes de su muerte. 

La decisión de ingresar ahí fue impulsada por dos grandes motivos. El primero fue buscar la redención espiritual de sus pecados y el otro garantizar la implantación templaria en la península ibérica para combatir a los musulmanes.

En tierras hispanas

Los templarios habían llegado apenas tres años antes, en 1127, a los reinos cristianos del norte de la península, especialmente a Aragón, donde encontraron un terreno fértil para su expansión. Ramón Berenguer III no solo apoyó su llegada, sino que les cedió en su testamento el castillo de Grañena de Cevera, afianzando así un legado militar, espiritual y patrimonial que perduraría durante más de un siglo y medio.

Con este gesto, el conde barcelonés selló su devoción religiosa y también sentó las bases de una estrecha relación entre la Orden y las coronas hispanas. Si duda, la más especial fue la aragonesa, que protegería a los templarios incluso cuando en Europa eran perseguidos y ejecutados.

Ua orden poderosa en la península

Tras Ramón Berenguer III, otros templarios españoles seguirían sus pasos: Guillem de Montredon, Pedro de Montaigú o Berenguer de Cardona, entre otros, se convirtieron en protagonistas clave en la Reconquista, la educación de reyes como Jaime I y la defensa de fortalezas cristianas.

En España, el final de los templarios fue muy distinto al del resto de Europa. Sus bienes fueron confiscados pero no fueron quemados en la hoguera, como ocurrió en Francia tras las acusaciones de herejía en 1307. En lugar de desaparecer, su legado siguió vivo bajo otras formas y nombres.

En el siglo XII, cuando la Europa cristiana centraba su atención en Jerusalén en busca de gloria y redención, un noble catalán cambió para siempre la historia militar y espiritual de España. 

Este influyente personaje, fue Ramón Berenguer III, conde de Barcelona y primer noble hispano en formar parte de la enigmática Orden del Temple, conocidos como los Templarios. Se casó con una hija del Cid Campeador, ingresó en la Orden en el año 1130, poco antes de su muerte. 

La decisión de ingresar ahí fue impulsada por dos grandes motivos. El primero fue buscar la redención espiritual de sus pecados y el otro garantizar la implantación templaria en la península ibérica para combatir a los musulmanes.

En tierras hispanas

Los templarios habían llegado apenas tres años antes, en 1127, a los reinos cristianos del norte de la península, especialmente a Aragón, donde encontraron un terreno fértil para su expansión. Ramón Berenguer III no solo apoyó su llegada, sino que les cedió en su testamento el castillo de Grañena de Cevera, afianzando así un legado militar, espiritual y patrimonial que perduraría durante más de un siglo y medio.

Con este gesto, el conde barcelonés selló su devoción religiosa y también sentó las bases de una estrecha relación entre la Orden y las coronas hispanas. Si duda, la más especial fue la aragonesa, que protegería a los templarios incluso cuando en Europa eran perseguidos y ejecutados.

Ua orden poderosa en la península

Tras Ramón Berenguer III, otros templarios españoles seguirían sus pasos: Guillem de Montredon, Pedro de Montaigú o Berenguer de Cardona, entre otros, se convirtieron en protagonistas clave en la Reconquista, la educación de reyes como Jaime I y la defensa de fortalezas cristianas.

En España, el final de los templarios fue muy distinto al del resto de Europa. Sus bienes fueron confiscados pero no fueron quemados en la hoguera, como ocurrió en Francia tras las acusaciones de herejía en 1307. En lugar de desaparecer, su legado siguió vivo bajo otras formas y nombres.

En el siglo XII, cuando la Europa cristiana centraba su atención en Jerusalén en busca de gloria y redención, un noble catalán cambió para siempre la historia militar y espiritual de España. 

Este influyente personaje, fue Ramón Berenguer III, conde de Barcelona y primer noble hispano en formar parte de la enigmática Orden del Temple, conocidos como los Templarios. Se casó con una hija del Cid Campeador, ingresó en la Orden en el año 1130, poco antes de su muerte. 

La decisión de ingresar ahí fue impulsada por dos grandes motivos. El primero fue buscar la redención espiritual de sus pecados y el otro garantizar la implantación templaria en la península ibérica para combatir a los musulmanes.

En tierras hispanas

Los templarios habían llegado apenas tres años antes, en 1127, a los reinos cristianos del norte de la península, especialmente a Aragón, donde encontraron un terreno fértil para su expansión. Ramón Berenguer III no solo apoyó su llegada, sino que les cedió en su testamento el castillo de Grañena de Cevera, afianzando así un legado militar, espiritual y patrimonial que perduraría durante más de un siglo y medio.

Con este gesto, el conde barcelonés selló su devoción religiosa y también sentó las bases de una estrecha relación entre la Orden y las coronas hispanas. Si duda, la más especial fue la aragonesa, que protegería a los templarios incluso cuando en Europa eran perseguidos y ejecutados.

Ua orden poderosa en la península

Tras Ramón Berenguer III, otros templarios españoles seguirían sus pasos: Guillem de Montredon, Pedro de Montaigú o Berenguer de Cardona, entre otros, se convirtieron en protagonistas clave en la Reconquista, la educación de reyes como Jaime I y la defensa de fortalezas cristianas.

En España, el final de los templarios fue muy distinto al del resto de Europa. Sus bienes fueron confiscados pero no fueron quemados en la hoguera, como ocurrió en Francia tras las acusaciones de herejía en 1307. En lugar de desaparecer, su legado siguió vivo bajo otras formas y nombres.

En el siglo XII, cuando la Europa cristiana centraba su atención en Jerusalén en busca de gloria y redención, un noble catalán cambió para siempre la historia militar y espiritual de España. 

Este influyente personaje, fue Ramón Berenguer III, conde de Barcelona y primer noble hispano en formar parte de la enigmática Orden del Temple, conocidos como los Templarios. Se casó con una hija del Cid Campeador, ingresó en la Orden en el año 1130, poco antes de su muerte. 

La decisión de ingresar ahí fue impulsada por dos grandes motivos. El primero fue buscar la redención espiritual de sus pecados y el otro garantizar la implantación templaria en la península ibérica para combatir a los musulmanes.

En tierras hispanas

Los templarios habían llegado apenas tres años antes, en 1127, a los reinos cristianos del norte de la península, especialmente a Aragón, donde encontraron un terreno fértil para su expansión. Ramón Berenguer III no solo apoyó su llegada, sino que les cedió en su testamento el castillo de Grañena de Cevera, afianzando así un legado militar, espiritual y patrimonial que perduraría durante más de un siglo y medio.

Con este gesto, el conde barcelonés selló su devoción religiosa y también sentó las bases de una estrecha relación entre la Orden y las coronas hispanas. Si duda, la más especial fue la aragonesa, que protegería a los templarios incluso cuando en Europa eran perseguidos y ejecutados.

Ua orden poderosa en la península

Tras Ramón Berenguer III, otros templarios españoles seguirían sus pasos: Guillem de Montredon, Pedro de Montaigú o Berenguer de Cardona, entre otros, se convirtieron en protagonistas clave en la Reconquista, la educación de reyes como Jaime I y la defensa de fortalezas cristianas.

En España, el final de los templarios fue muy distinto al del resto de Europa. Sus bienes fueron confiscados pero no fueron quemados en la hoguera, como ocurrió en Francia tras las acusaciones de herejía en 1307. En lugar de desaparecer, su legado siguió vivo bajo otras formas y nombres.

En el siglo XII, cuando la Europa cristiana centraba su atención en Jerusalén en busca de gloria y redención, un noble catalán cambió para siempre la historia militar y espiritual de España. 

Este influyente personaje, fue Ramón Berenguer III, conde de Barcelona y primer noble hispano en formar parte de la enigmática Orden del Temple, conocidos como los Templarios. Se casó con una hija del Cid Campeador, ingresó en la Orden en el año 1130, poco antes de su muerte. 

La decisión de ingresar ahí fue impulsada por dos grandes motivos. El primero fue buscar la redención espiritual de sus pecados y el otro garantizar la implantación templaria en la península ibérica para combatir a los musulmanes.

En tierras hispanas

Los templarios habían llegado apenas tres años antes, en 1127, a los reinos cristianos del norte de la península, especialmente a Aragón, donde encontraron un terreno fértil para su expansión. Ramón Berenguer III no solo apoyó su llegada, sino que les cedió en su testamento el castillo de Grañena de Cevera, afianzando así un legado militar, espiritual y patrimonial que perduraría durante más de un siglo y medio.

Con este gesto, el conde barcelonés selló su devoción religiosa y también sentó las bases de una estrecha relación entre la Orden y las coronas hispanas. Si duda, la más especial fue la aragonesa, que protegería a los templarios incluso cuando en Europa eran perseguidos y ejecutados.

Ua orden poderosa en la península

Tras Ramón Berenguer III, otros templarios españoles seguirían sus pasos: Guillem de Montredon, Pedro de Montaigú o Berenguer de Cardona, entre otros, se convirtieron en protagonistas clave en la Reconquista, la educación de reyes como Jaime I y la defensa de fortalezas cristianas.

En España, el final de los templarios fue muy distinto al del resto de Europa. Sus bienes fueron confiscados pero no fueron quemados en la hoguera, como ocurrió en Francia tras las acusaciones de herejía en 1307. En lugar de desaparecer, su legado siguió vivo bajo otras formas y nombres.

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Soy redactora en El HuffPost España, donde te cuento las historias más curiosas y te intento ayudar a encontrar esos detalles que marcan la diferencia en la vida cotidiana.

 

Sobre qué temas escribo

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Mi trayectoria

Soy madrileña, pero con raíces en Castilla-La Mancha. Estudié Periodismo en la Universidad Ceu San Pablo, aunque siempre digo que mi verdadera escuela ha sido El HuffPost, el lugar donde escribí mis primeras líneas como periodista. Empecé como becaria y ahora colaboro en este medio que me ha visto crecer.


Mi pasión por el periodismo nació en la infancia, cuando dibujaba las portadas de los medios deportivos y soñaba con convertirme en una de aquellas reporteras que veía en la televisión.

 


 

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