Javier Pérez Campos: "El monstruo más peligroso es el que se parece a nosotros, se camufla como alguien ejemplar del que nadie sospecharía y actúa con impunidad"
Entrevistamos al periodista y escritor por la lanzamiento de su libro 'Nocturnos'. En él se aleja de los fantasmas para acercarnos horrores que han sido muy reales.

Javier Pérez Campos (Ciudad Real, 1989) está de vuelta en el mundo editorial. Nos hizo pasar miedo con libros como Los Otros (2016), Los Guardianes (2019), Los Intrusos (2021) o Immaturi (2023), y pretende volver a hacerlo con Nocturnos. Nos encontramos ante una novela, pero el autor nos advierte de que las escalofriantes historias que aparecen en el libro son reales. El jinete sin cabeza, el cazador de Anchorage, el payaso o la novia son algunos de los protagonistas de su nuevo libro, que también refleja el ancestral miedo a la oscuridad del ser humano. Hablamos con el autor sobre su novela, sobre sus propios temores e incluso de Halloween. Puedes leer esta entrevista de día o de noche, cuando prefieras, pero no olvides leer Nocturnos cuando se ponga el sol.
¿Por qué tenemos que leer Nocturnos de noche?
Nocturnos es una inmersión en los misterios de la noche, en sus mitos, en sus personajes. Yo escribí el libro completamente de noche. Esperaba al crepúsculo para bajar a mi despacho y escribir y documentarme para el libro. Y precisamente por eso le propongo al lector ese juego también. Que forme parte de esta rueda de la noche donde todo lo que tiene que ver con Nocturnos está ambientado en esas horas de oscuridad. Propongo al lector unas instrucciones que puede cumplir o no, evidentemente, pero me parecía gracioso intentar incitar al lector a formar parte de este experimento.
¿Tú eres más creativo de noche?
Sin duda. Yo soy mucho más productivo durante el día, pero por la noche soy más creativo. Tengo más imaginación y sobre todo tengo más capacidad de concentración porque es el momento en el que hay soledad, hay oscuridad, hay calma, el teléfono deja de sonar y uno puede concentrarse. Y muchas de las historias que yo he investigado y documentado a lo largo de estos 20 años son precisamente historias que indagaba en la noche y por eso he querido hacerle este homenaje.

¿Cuál de las historias que recoges en Nocturnos te impresionó más y por qué?
Quizá la más impresionante es la del cazador de Anchorage que abre el libro porque por primera vez hablo de un tipo de monstruo muy alejado de lo legendario o de lo misterioso. Hablo del monstruo más peligroso que es el que no necesita una máscara para actuar. Es el que se parece a nosotros, el que se camufla entre la sociedad como una persona ejemplar y en el fondo está cometiendo una serie de crímenes de los que nadie sospecharía. Este hombre, Robert Hansen, actuó en los años 70 en Alaska. Secuestraba mujeres y las llevaba a su finca donde él les daba caza después como si fueran animales, a veces con su rifle y otras persiguiéndolas como un salvaje con un puñal y durante años actuó con total impunidad teniendo mujer y dos hijos.
Hay un detalle que tiene que ver con el misterio clásico que a mí me interesa también y es que las dos únicas supervivientes del cazador de Anchorage escucharon voces en su cabeza mientras huían de este asesino. Esto lo han contado ellas mismas. Con su propia voz han relatado como mientras huían de este hombre porque consiguieron escapar de su vehículo mientras él las estaba transportando a la finca, Cindy Paulson y Krista Hayes, por separado, en momentos diferentes de la historia, oyeron a un grupo de mujeres gritándoles y alentándolas a correr para salvar sus vidas. Esto entra de lleno con uno de los misterios que a mí más me interesan que es el de la mente humana, si eso es instinto de supervivencia o si realmente en una situación de peligro somos capaces de conectar con algo que también nos ayuda a mantenernos con vida.
¿Hay que tener más miedo de los vivos que de los fantasmas que has documentado en tus libros anteriores?
Sin duda. A mí hay una frase que me encanta de Terele Pávez en Las brujas de Zugarramurdi, esa gran película de Álex de la Iglesia que dice: 'A mí las brujas no me dan miedo, a mí lo que me da miedo son los hijos de puta'. Pues creo que en este libro el miedo real es el de esos personajes que no necesitan camuflarse, que se mimetizan con nosotros y que actúan con total impunidad en ocasiones. Un ejemplo en el caso de John Wayne Gacy, un vecino ejemplar que se disfrazaba de payaso, que visitaba las plantas infantiles de los hospitales para entretener a los niños y cuando caía la noche a veces cogía su coche, montaba a adolescentes en su vehículo y los llevaba a su casa para torturarlos, violarlos y asesinarlos.
Las autoridades de Chicago terminaron descubriendo que bajo el sótano de este vecino ejemplar había 28 cuerpos enterrados y otros tres que había tirado al río. Esto impresiona porque era persona aparentemente normal y corriente, socialmente aceptada y querida estaba llevando a cabo este tipo de hechos macabros. Y varias familias de chicos que habían desaparecido en esa época y que sabían que la última visita que habían hecho era a John Wayne Gacy ya le habían señalado a nivel policial y sin embargo la policía decía que como no había indicios suficientes no podían incriminar o inculpar directamente a alguien y durante mucho tiempo nadie investigó en la casa de Gacy y a pesar de que ya le habían señalado, siguió actuando con impunidad.

¿Qué es lo que nos debe dar miedo verdaderamente?
Sin duda estos monstruos humanos que no se diferencian de nosotros y que a veces actúan en medio de un silencio cómplice. Desde luego estas historias me han llamado mucho la atención porque conectan directamente con la mente humana y con el miedo más auténtico a la noche. Ese miedo que llevamos grabado en el ADN a la noche es un miedo ancestral de hace miles de años cuando el depredador acechaba entre las sombras y el ser humano se volvía especialmente vulnerable porque dormía en esas horas de la noche.
Por eso seguramente nuestros sentidos están preparados para ponerse en alerta cuando oscurece. Uno escucha especialmente un chirrido en la noche, en la madrugada. Es capaz de escuchar con especial atención ruidos que a veces durante el día nos pasan desapercibidos y eso es fruto de ese instinto de supervivencia que llevamos grabado en el ADN y que de alguna manera demuestra que nuestra manera de comportarnos y nuestra manera de reaccionar y de percibir el mundo cambia por completo en la noche y en la oscuridad. Y eso es lo que me interesaba también.
Además somos más vulnerables porque no vemos bien. No estamos en plenas facultades, por así decirlo...
Claro, y el oído de alguna manera compensa esa carencia de visión. En la oscuridad, hace miles de años escuchar una rama partirse a lo lejos era la diferencia entre estar vivo o estar muerto. El diente de sable que llegaba y acechaba en la noche y se podía alimentar de sus presas. Y en el fondo lo que digo en el libro es que esas alimañas de la antigüedad, esos monstruos posteriores del romanticismo, el vampiro, el hombre lobo... Todo eso ha cambiado la forma, los miedos han cambiado la forma, pero los peligros siguen existiendo con la misma ferocidad que antes. El mito del vampiro se convirtió en el del asesino en serie cuando en los años 70 se funda la unidad de ciencias del comportamiento del FBI y se empieza a estudiar al psicópata de una manera diferente. Los monstruos se han mimetizado, ahora tienen otros rostros, pero nos siguen produciendo el mismo espanto.

¿Qué te da miedo a ti?
De niño me daba mucho miedo la oscuridad y por eso quizá este libro es una especie de rebeldía contra eso. Es como una liberación intentar librarte de algo que te atrapa. Y en este momento la muerte o la enfermedad, el daño físico. Igual que cuando era niño tenía miedo a los monstruos, los monstruos de la infancia se transforman, yo creo, con la madurez en los peligros más plausibles, más auténticos y más reales, que son esos.
Nocturnos llega para Halloween. ¿Qué opinas de esta celebración? ¿Te gusta o la ves demasiado americana?
Si uno estudia las raíces de Halloween se da cuenta de que es una fiesta europea. En España celebrábamos el Magosto, por ejemplo, las castañadas, que era el final de las cosechas cuando había excedente. En las familias más pobres en algunas poblaciones de Asturias o de Galicia los niños iban a las casas a llamar y a pedir el excedente de las cosechas para podérselo llevar. Era el truco-trato, antes del truco-trato tal y como lo conocemos hoy.
Sabemos el origen del Samhain de los celtas. Lo interesante es que cuando los europeos llegamos a América transportamos eso. Allí se transforma la fiesta y ahora nos llega de vuelta también transformada. Y yo creo que lo bonito de las tradiciones y de las creencias y de las culturas es que están vivas, cambian, mutan, nada permanece igual. Y Halloween es el ejemplo perfecto de eso. Es una fiesta sobre la muerte, pero que está más viva que nunca y por eso se transforma y nos llega de este modo. Yo creo que resistirse a esa nueva manera de celebrarlo, pues es absurdo.

¿Hay alguna celebración más española que te guste celebrar?
En colegios de Ciudad Real se hace la vendimia. Y a los niños les enseñan lo que es la vendimia, a pisar las uvas. Me encanta que lleven nuestras tradiciones también y que las enseñen y las muestren. Y que expliquen cómo se hacen algunas de nuestras cosas. En España hemos celebrado estas fechas de finales de octubre y principios de noviembre de una manera más íntima, visitando los cementerios con más pudor y con más cierto respeto, entre comillas, entendiendo el respeto como una manera de llevarse el dolor hacia adentro y no hacia afuera. Pero es interesante. En algunas horas todavía se celebra de esta manera y todavía se hacen estas castañadas y se hacen estas cabalgatas.
Hablando de luz, de oscuridad, de noche, de día, ¿qué opinas del cambio de hora que tanto conflicto genera siempre?
Esa es otra de las grandes polémicas. A mí me gusta cuando llegamos a estas fechas del año porque en el fondo son días de oscuridad. Hace cientos y cientos de años las culturas hablaban de los días de oscuridad. Y nosotros hemos iluminado la Navidad literalmente con guirnaldas, con luces, con árboles, porque era la manera de dar luz al periodo más oscuro del año. Los días son más cortos, hay menos sol y de hecho eso propició, curiosamente, esos días de oscuridad propiciaban la creencia de muchos seres monstruosos que se temían en la antigüedad.
Por ejemplo, en algunas horas de Cantabria se hablaba de la vijanera, que era una bruja con una uña larguísima que venía en las noches de Navidad y se alimentaba de los niños y les abría las tripas para comerse el festín de Navidad. Hemos dulcificado todo eso, evidentemente, porque no nos gusta mirar el miedo a los ojos, no nos gusta transmitir esos miedos, aunque antiguamente se hacía con más naturalidad que ahora, y creo que todo eso ha cambiado. Respecto al cambio horario me parece muy bien que lleguen momentos de oscuridad y modifiquemos el horario en base a esa jornada y lo mismo ocurre con el cambio de verano, que luego da mucha alegría reencontrarse con la luz.
