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La historia detrás de la fotoperiodista que se bañó en la bañera de Hitler

La historia detrás de la fotoperiodista que se bañó en la bañera de Hitler

Fue un ícono de rebeldía y memoria.

La historia detrás de la fotoperiodista que se bañó en la bañera de Hitler

Fue un ícono de rebeldía y memoria.

La historia detrás de la fotoperiodista que se bañó en la bañera de Hitler

Fue un ícono de rebeldía y memoria.

La historia detrás de la fotoperiodista que se bañó en la bañera de Hitler

Fue un ícono de rebeldía y memoria.

La historia detrás de la fotoperiodista que se bañó en la bañera de Hitler

Fue un ícono de rebeldía y memoria.

Bañera antigua de color turquesa en un baño vintage.Getty Images

El 30 de abril de 1945, el mismo día que Adolf Hitler se suicidó en su búnker en Berlín, la fotoperiodista estadounidense Lee Miller entró en el apartamento de Múnich del dictador donde realizó uno de sus trabajos más famosos.

A unos 600 kilómetros al sur de donde se encontraba el dictador, Lee se sumergía en la bañera para posar ante su pareja y fotógrafo David E. Scherman. La escena, se convertiría en una de las fotografías más emblemáticas de la Segunda Guerra Mundial.

Apasionada por su profesión

Lee Miller no era una reportera cualquiera. Durante su carrera fue una fotógrafa, modelo, corresponsal de guerra y artista surrealista. Empezó como modelo de la revista Vogue y musa de artistas surrealistas como Man Ray, pero con el estallido de la guerra se reinventó como fotoperiodista. Trabajó para la revista Life y fue una de las primeras mujeres en llegar al frente, documentando los horrores del conflicto. 

Sus imágenes de los campos de concentración de Dachau y Buchenwald aún estremecen al mundo. Pero la fotografía más recordada de su carrera no la tomó ella. Ese honor recae en su pareja quien inmortalizó a Miller desnuda en la bañera de Hitler, con las botas sucias que aún llevaban el polvo y el lodo de Dachau.

Una escena cuidadosamente preparada

Pese a su aparente espontaneidad, la imagen fue meticulosamente realizada. En la repisa junto a la bañera se puede ver una fotografía de Hitler, como un testigo silencioso. Miller, con una expresión relajada y desafiante, parece bañarse no solo en el agua, sino en la caída simbólica del régimen nazi. El contraste es tan brutal como poético con una mujer estadounidense lavándose del horror en la intimidad del dictador.

La imagen ha sido interpretada por muchos como una venganza simbólica, una apropiación del espacio privado de un dictador por parte de una mujer que había visto, días antes, las fatales consecuencias de su legado. La carga emocional se intensifica al saber que fue tomada el mismo día en que Hitler se quitó la vida, aunque Miller y Scherman no lo sabían aún.

Un ícono de rebeldía y memoria

Con el paso del tiempo, la fotografía ha trascendido su contexto histórico y se ha convertido en un poderoso símbolo de resistencia, irreverencia y justicia poética. Sin embargo, el legado de Miller va mucho más allá de esta imagen. Fue una de las pocas mujeres que documentaron la Segunda Guerra Mundial desde el frente y, con su cámara, rompió las barreras de género, estética y narrativa. 

El 30 de abril de 1945, el mismo día que Adolf Hitler se suicidó en su búnker en Berlín, la fotoperiodista estadounidense Lee Miller entró en el apartamento de Múnich del dictador donde realizó uno de sus trabajos más famosos.

A unos 600 kilómetros al sur de donde se encontraba el dictador, Lee se sumergía en la bañera para posar ante su pareja y fotógrafo David E. Scherman. La escena, se convertiría en una de las fotografías más emblemáticas de la Segunda Guerra Mundial.

Apasionada por su profesión

Lee Miller no era una reportera cualquiera. Durante su carrera fue una fotógrafa, modelo, corresponsal de guerra y artista surrealista. Empezó como modelo de la revista Vogue y musa de artistas surrealistas como Man Ray, pero con el estallido de la guerra se reinventó como fotoperiodista. Trabajó para la revista Life y fue una de las primeras mujeres en llegar al frente, documentando los horrores del conflicto. 

Sus imágenes de los campos de concentración de Dachau y Buchenwald aún estremecen al mundo. Pero la fotografía más recordada de su carrera no la tomó ella. Ese honor recae en su pareja quien inmortalizó a Miller desnuda en la bañera de Hitler, con las botas sucias que aún llevaban el polvo y el lodo de Dachau.

Una escena cuidadosamente preparada

Pese a su aparente espontaneidad, la imagen fue meticulosamente realizada. En la repisa junto a la bañera se puede ver una fotografía de Hitler, como un testigo silencioso. Miller, con una expresión relajada y desafiante, parece bañarse no solo en el agua, sino en la caída simbólica del régimen nazi. El contraste es tan brutal como poético con una mujer estadounidense lavándose del horror en la intimidad del dictador.

La imagen ha sido interpretada por muchos como una venganza simbólica, una apropiación del espacio privado de un dictador por parte de una mujer que había visto, días antes, las fatales consecuencias de su legado. La carga emocional se intensifica al saber que fue tomada el mismo día en que Hitler se quitó la vida, aunque Miller y Scherman no lo sabían aún.

Un ícono de rebeldía y memoria

Con el paso del tiempo, la fotografía ha trascendido su contexto histórico y se ha convertido en un poderoso símbolo de resistencia, irreverencia y justicia poética. Sin embargo, el legado de Miller va mucho más allá de esta imagen. Fue una de las pocas mujeres que documentaron la Segunda Guerra Mundial desde el frente y, con su cámara, rompió las barreras de género, estética y narrativa. 

El 30 de abril de 1945, el mismo día que Adolf Hitler se suicidó en su búnker en Berlín, la fotoperiodista estadounidense Lee Miller entró en el apartamento de Múnich del dictador donde realizó uno de sus trabajos más famosos.

A unos 600 kilómetros al sur de donde se encontraba el dictador, Lee se sumergía en la bañera para posar ante su pareja y fotógrafo David E. Scherman. La escena, se convertiría en una de las fotografías más emblemáticas de la Segunda Guerra Mundial.

Apasionada por su profesión

Lee Miller no era una reportera cualquiera. Durante su carrera fue una fotógrafa, modelo, corresponsal de guerra y artista surrealista. Empezó como modelo de la revista Vogue y musa de artistas surrealistas como Man Ray, pero con el estallido de la guerra se reinventó como fotoperiodista. Trabajó para la revista Life y fue una de las primeras mujeres en llegar al frente, documentando los horrores del conflicto. 

Sus imágenes de los campos de concentración de Dachau y Buchenwald aún estremecen al mundo. Pero la fotografía más recordada de su carrera no la tomó ella. Ese honor recae en su pareja quien inmortalizó a Miller desnuda en la bañera de Hitler, con las botas sucias que aún llevaban el polvo y el lodo de Dachau.

Una escena cuidadosamente preparada

Pese a su aparente espontaneidad, la imagen fue meticulosamente realizada. En la repisa junto a la bañera se puede ver una fotografía de Hitler, como un testigo silencioso. Miller, con una expresión relajada y desafiante, parece bañarse no solo en el agua, sino en la caída simbólica del régimen nazi. El contraste es tan brutal como poético con una mujer estadounidense lavándose del horror en la intimidad del dictador.

La imagen ha sido interpretada por muchos como una venganza simbólica, una apropiación del espacio privado de un dictador por parte de una mujer que había visto, días antes, las fatales consecuencias de su legado. La carga emocional se intensifica al saber que fue tomada el mismo día en que Hitler se quitó la vida, aunque Miller y Scherman no lo sabían aún.

Un ícono de rebeldía y memoria

Con el paso del tiempo, la fotografía ha trascendido su contexto histórico y se ha convertido en un poderoso símbolo de resistencia, irreverencia y justicia poética. Sin embargo, el legado de Miller va mucho más allá de esta imagen. Fue una de las pocas mujeres que documentaron la Segunda Guerra Mundial desde el frente y, con su cámara, rompió las barreras de género, estética y narrativa. 

El 30 de abril de 1945, el mismo día que Adolf Hitler se suicidó en su búnker en Berlín, la fotoperiodista estadounidense Lee Miller entró en el apartamento de Múnich del dictador donde realizó uno de sus trabajos más famosos.

A unos 600 kilómetros al sur de donde se encontraba el dictador, Lee se sumergía en la bañera para posar ante su pareja y fotógrafo David E. Scherman. La escena, se convertiría en una de las fotografías más emblemáticas de la Segunda Guerra Mundial.

Apasionada por su profesión

Lee Miller no era una reportera cualquiera. Durante su carrera fue una fotógrafa, modelo, corresponsal de guerra y artista surrealista. Empezó como modelo de la revista Vogue y musa de artistas surrealistas como Man Ray, pero con el estallido de la guerra se reinventó como fotoperiodista. Trabajó para la revista Life y fue una de las primeras mujeres en llegar al frente, documentando los horrores del conflicto. 

Sus imágenes de los campos de concentración de Dachau y Buchenwald aún estremecen al mundo. Pero la fotografía más recordada de su carrera no la tomó ella. Ese honor recae en su pareja quien inmortalizó a Miller desnuda en la bañera de Hitler, con las botas sucias que aún llevaban el polvo y el lodo de Dachau.

Una escena cuidadosamente preparada

Pese a su aparente espontaneidad, la imagen fue meticulosamente realizada. En la repisa junto a la bañera se puede ver una fotografía de Hitler, como un testigo silencioso. Miller, con una expresión relajada y desafiante, parece bañarse no solo en el agua, sino en la caída simbólica del régimen nazi. El contraste es tan brutal como poético con una mujer estadounidense lavándose del horror en la intimidad del dictador.

La imagen ha sido interpretada por muchos como una venganza simbólica, una apropiación del espacio privado de un dictador por parte de una mujer que había visto, días antes, las fatales consecuencias de su legado. La carga emocional se intensifica al saber que fue tomada el mismo día en que Hitler se quitó la vida, aunque Miller y Scherman no lo sabían aún.

Un ícono de rebeldía y memoria

Con el paso del tiempo, la fotografía ha trascendido su contexto histórico y se ha convertido en un poderoso símbolo de resistencia, irreverencia y justicia poética. Sin embargo, el legado de Miller va mucho más allá de esta imagen. Fue una de las pocas mujeres que documentaron la Segunda Guerra Mundial desde el frente y, con su cámara, rompió las barreras de género, estética y narrativa. 

El 30 de abril de 1945, el mismo día que Adolf Hitler se suicidó en su búnker en Berlín, la fotoperiodista estadounidense Lee Miller entró en el apartamento de Múnich del dictador donde realizó uno de sus trabajos más famosos.

A unos 600 kilómetros al sur de donde se encontraba el dictador, Lee se sumergía en la bañera para posar ante su pareja y fotógrafo David E. Scherman. La escena, se convertiría en una de las fotografías más emblemáticas de la Segunda Guerra Mundial.

Apasionada por su profesión

Lee Miller no era una reportera cualquiera. Durante su carrera fue una fotógrafa, modelo, corresponsal de guerra y artista surrealista. Empezó como modelo de la revista Vogue y musa de artistas surrealistas como Man Ray, pero con el estallido de la guerra se reinventó como fotoperiodista. Trabajó para la revista Life y fue una de las primeras mujeres en llegar al frente, documentando los horrores del conflicto. 

Sus imágenes de los campos de concentración de Dachau y Buchenwald aún estremecen al mundo. Pero la fotografía más recordada de su carrera no la tomó ella. Ese honor recae en su pareja quien inmortalizó a Miller desnuda en la bañera de Hitler, con las botas sucias que aún llevaban el polvo y el lodo de Dachau.

Una escena cuidadosamente preparada

Pese a su aparente espontaneidad, la imagen fue meticulosamente realizada. En la repisa junto a la bañera se puede ver una fotografía de Hitler, como un testigo silencioso. Miller, con una expresión relajada y desafiante, parece bañarse no solo en el agua, sino en la caída simbólica del régimen nazi. El contraste es tan brutal como poético con una mujer estadounidense lavándose del horror en la intimidad del dictador.

La imagen ha sido interpretada por muchos como una venganza simbólica, una apropiación del espacio privado de un dictador por parte de una mujer que había visto, días antes, las fatales consecuencias de su legado. La carga emocional se intensifica al saber que fue tomada el mismo día en que Hitler se quitó la vida, aunque Miller y Scherman no lo sabían aún.

Un ícono de rebeldía y memoria

Con el paso del tiempo, la fotografía ha trascendido su contexto histórico y se ha convertido en un poderoso símbolo de resistencia, irreverencia y justicia poética. Sin embargo, el legado de Miller va mucho más allá de esta imagen. Fue una de las pocas mujeres que documentaron la Segunda Guerra Mundial desde el frente y, con su cámara, rompió las barreras de género, estética y narrativa. 

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Soy redactora en El HuffPost España, donde te cuento las historias más curiosas y te intento ayudar a encontrar esos detalles que marcan la diferencia en la vida cotidiana.

 

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Mis artículos son un surtido de historias curiosas, viajes, cultura, estilo de vida, naturaleza, ¡y mucho más! Mi objetivo es despertar tu curiosidad y acompañarte con lecturas útiles y entretenidas.

  

Mi trayectoria

Soy madrileña, pero con raíces en Castilla-La Mancha. Estudié Periodismo en la Universidad Ceu San Pablo, aunque siempre digo que mi verdadera escuela ha sido El HuffPost, el lugar donde escribí mis primeras líneas como periodista. Empecé como becaria y ahora colaboro en este medio que me ha visto crecer.


Mi pasión por el periodismo nació en la infancia, cuando dibujaba las portadas de los medios deportivos y soñaba con convertirme en una de aquellas reporteras que veía en la televisión.

 


 

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