La mentira detrás del arma que emplearon los conquistadores españoles para atemorizar América
Fue más un estorbo que una ayuda.

Un nuevo enfoque histórico desmonta el mito de la supuesta arma clave en la conquista española de América. Expertos han revelando que, a pesar de lo que se pensaba hasta ahora, no se usaron mucho durante los siglos XV y XVI debido a su lenta eficacia.
Durante siglos, la imagen del conquistador español armado con un arcabuz ha alimentado mitos sobre la superioridad bélica que permitió a unos pocos europeos doblegar a imperios enteros en América.
Sin embargo, según el investigador Juan Sánchez Galera, esta visión romántica distorsiona la realidad ya que el temido arcabuz apenas fue decisivo en la conquista, ni por su poder destructivo ni por su efecto psicológico sobre los pueblos originarios.
Un arma con muchas taras
El arcabuz, que en teoría simbolizaba el poder militar europeo en el Nuevo Mundo, era en la práctica un instrumento lento y poco fiable y nada práctico. Su recarga tomaba alrededor de un minuto en manos expertas.
En el contexto de un enfrentamiento, mientras un conquistador lograba disparar una vez, los arqueros indígenas podían lanzar hasta 20 flechas, según Galera, coautor de Vamos a contar mentiras, una obra que revisa mitos históricos profundamente arraigados.
A esto se sumaba el elevado coste de adquisición y mantenimiento del arma. A diferencia de las espadas o las alabardas, que eran más asequibles y duraderas, los arcabuces requerían pólvora, mechas, tacos, baquetas y constantes cuidados.
Un garrote improvisado y una ventaja psicológica
En la práctica, el arcabuz resultaba tan ineficaz en muchas situaciones que terminaba usándose como un garrote, especialmente en emboscadas o escaramuzas rápidas donde no había tiempo para encender la mecha y cargar el cañón. Además, mantener la mecha encendida era complicado debido a la humedad del entorno y la escasa disponibilidad de fuego hacían que muchos llegaran al combate con el arma inutilizable.
“Si una partida de conquistadores era atacada por sorpresa por un grupo de nativos, aquellos que llevaban las armas de fuego se encontraban totalmente indefensos durante los primeros minutos hasta que preparaban el arcabuz y, en muchos casos, sólo tenían tiempo de realizar un solo disparo con su arma antes de caer ensartados por una flecha enemiga”, explica Galera.
Algo que destacaba de este arma era el ruido, el humo que provocaba al dispararla. En sus inicios, el arcabuz, aterrorizaban a los pueblos indígenas, provocando huidas en masa. Sin embargo, Galera desmonta también esta idea ya que “ese efecto fue real al principio, pero desapareció rápidamente. Los nativos aprendieron cómo funcionaban esas armas y dejaron de temerlas.”