Pocos sabrán por qué vemos la nieve blanca cuando en realidad es incolora
Es un fenómeno complejo.

Cada vez está más cerca el invierno y el cambio de estación trae consigo nuevas rutinas y paisajes. La playa y el surf se sustituyen por la montaña y los deportes de nieve; el salmorejo da paso a una sopa reconfortante, y el bañador se guarda para dejar sitio a los jerséis.
Con el frío del invierno, cada año numerosos lugares se cubren con un manto de nieve que transforma montañas, bosques y ciudades en auténticas postales invernales. Sin embargo, detrás de esa estampa se esconde un dato sorprendente: la nieve que vemos blanca, en realidad no lo es.
Desde el punto de vista científico, la nieve está formada por diminutos cristales de hielo transparentes e incoloros. Cada copo que cae del cielo es, en esencia, agua congelada con estructuras hexagonales. Sin embargo, nuestros ojos perciben la nieve como blanca.
Cristales de hielo transparentes
La clave está en la luz. La luz solar que ilumina la Tierra se compone de todas las longitudes de onda visibles: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil y violeta. Cuando esta luz incide sobre un objeto, parte se absorbe y otra se refleja, lo que determina el color que vemos, por lo tanto, el color es luz reflejada.
En el caso de la nieve, los cristales de hielo reflejan y refractan la luz en todas direcciones. Al rebotar de un cristal a otro dentro de un ventisquero, la luz acaba dispersándose de forma caótica, pero manteniendo todas las longitudes de onda. Al llegar a nuestros ojos, esa combinación se interpreta como blanco. Así, aquello que a simple vista parece un simple "manto blanco" es en realidad un fenómeno complejo, cargado de ciencia, belleza y consecuencias ambientales.
Un fenómeno más complejo de lo que parece
Más allá de la percepción visual, la nieve es un fenómeno meteorológico de gran importancia. Desde su papel en la dinámica de los glaciares hasta su influencia en el ciclo del agua, su acumulación regula ecosistemas enteros y garantiza reservas de agua dulce cuando se derrite.
La nieve es fundamental para la existencia de los glaciares, ya que constituye la materia prima de la que se forman. Además, los glaciares son agentes de transformación del paisaje. A medida que se desplazan lentamente, arrastran consigo rocas y sedimentos, esculpiendo valles, morrenas y otras formas geológicas. De esta manera, la nieve y el hielo no solo regulan el suministro de agua en numerosos ecosistemas al derretirse, sino que también moldean el paisaje.
Además, no toda la nieve es igual. Existen varios tipos como: la ligera nieve en polvo, la húmeda y pegajosa, la granulada, la de ventisca o la que se congela y derrite en ciclos diarios. Cada tipo influye de forma distinta en la compactación y en el comportamiento de los glaciares. En conjunto, este fenómeno meteorológico aparentemente sencillo tiene un impacto profundo en el clima, el paisaje y la biodiversidad del planeta.
