Por qué la L es la primera letra de las siglas del colectivo LGTBIQ+
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Por qué la L es la primera letra de las siglas del colectivo LGTBIQ+

Se trata de una forma de reconocer la solidaridad de las lesbianas.

Parejas de lesbianas dándose un beso con la bandera LGTBIQ+.Getty Images

Durante estos días del orgullo LGTBIQ+, las siglas y la bandera arcoíris están presentes en prácticamente todas partes. Estas siglas, creadas en 1969, tratan de representar todas las diversidades de orientación e identidad sexual y han sufrido varios cambios a la hora de tratar de abarcar todas las realidades, algunas recientes como añadir la I de intersexual, la Q de queer o el + para aunar todas las minorías.

De hecho, en un principio, la L no era la primera letra, sino que era la G, y no fue hasta mediados de los 90 cuando las lesbianas pasaron a ocupar la primera posición para agradecerle la solidaridad del colectivo.

Tal y como cuenta el influencer JotaRoja en un vídeo de Instagram, tiene una "historia preciosa" detrás. "Nos tenemos que remontar a los años 80 o 90 cuando se produjo la epidemia del VIH, tanto en España como en Europa y EEUU, en todo el mundo y los hombres gais fueron obviamente muy golpeados como las personas trans", señala y recuerda también lo que sufrieron las personas trans, olvidadas en muchos casos de sus familias y del sistema sanitario.

Sin embargo, si hubo un grupo que se quedó apoyando a los gais y las personas trans fueron las lesbianas. "Las mujeres lesbianas, incluso sin ser las más afectadas por el virus, se volcaron 100% en ayudar a los homosexuales", recuerda el influencer.

JotaRoja detalla que entre esos cuidados estaban "organizar cuidados en casa, preparar comidas, curar heridas, iniciar fondos de recaudación o donaciones de sangre para que la gente donara sangre a los homosexuales con VIH".

Tal y como recuerdan en Burdas, a estas mujeres lesbianas que organizaban donaciones se las conoció como The Blood Sisters (Hermanas de Sangre), quienes guiaron esta iniciativa, inicialmente en San Diego, esquivando así la prohibición del gobierno de los EEUU de donar sangre a los homosexuales. 

Según recogen en la web del Museo de la Mujer de California, Wendy Sue Biegeleisen, Nicolette Ibarra y Barbara Vick fueron las lesbianas que organizaron la primera campaña de donación de sangre de las Hermanas de Sangre el 16 de julio de 1983 a la que acudieron cerca de 200 mujeres.

"Las mujeres salieron de la nada; mujeres que no querían tener nada que ver con los hombres, ni siquiera con los hombres homosexuales", señaló una de ellas Peggy Heathers al citado museo.

Cabe destacar que esto tiene lugar en un momento en el que las lesbianas sufrían una doble discriminación por parte del patriarcado: por mujeres y por lesbianas. Esto sucedía incluso dentro del entonces movimiento gay que agrupaba a las personas trans y homosexuales, donde eran invisibilizadas.

Tal y como continúa JotaRoja, ellas "tejieron redes de apoyo" y en los años 90 cuando "el colectivo empezó a organizarse más formalmente, pasó de usarse GLB a decir LGTB y, posteriormente LGTBIQ+, que es lo que tenemos hoy".

"Sinceramente me parece maravilloso para recordar de manera simbólica para los restos de la posteridad que las lesbianas no solo existían sino que habían sostenido al movimiento en su peor etapa", reflexiona y recuerda que es una forma de "equilibrar la balanza, ya que el activismo estaba centrado en hombres homosexuales". 

Finalmente, las Hermanas de Sangre se disolvieron al cabo de unos cuatro años tras la crisis del SIDA, conforme fueron avanzando los retrovirales, los tratamientos y se investigó cómo evolucionaba la enfermedad.

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Soy redactora de LIFE en El HuffPost España y mi misión es acercarte la última hora del mundo de la cultura, la música y el entretenimiento.

 

Sobre qué temas escribo

Escribo principalmente de música, cultura, cine, series y entretenimiento porque, aunque sirva para desconectar, bailar o echar un rato entre palomitas, la cultura esconde mucho más. Evitando el elitismo, trato de tender la mano a las nuevas tendencias de la industria musical o del audiovisual a través de entrevistas con artistas emergentes —que pronto dejarán de serlo— y compaginarlo con el análisis de lo más mainstream como Taylor Swift o Bad Bunny.


En estos ocho años he cubierto los Goya, los Oscar, el Benidorm Fest o Eurovisión. Sí, soy la responsable de los memes que han inundado la cuenta de X de El HuffPost en Eurovisión. Siempre buscando un contenido cercano, sin perder el rigor, contando más allá de lo que se pueda ver en la pantalla.
Aunque no siempre haya relación con la industria cultural, también he cubierto temas relacionados con el Feminismo y el colectivo LGTBIQ+.

 

He podido contar en primera persona con supervivientes del “Stonewall español” que es el Pasaje Begoña, denunciar la situación que viven los menores trans o hablar sobre qué significa la manosfera antes de que llegara a Netflix ‘Adolescencia’.

 

Mi trayectoria

Nací en Málaga, donde estudié Periodismo por vocación en la Universidad de Málaga, entre playlists de Spotify, discos y conciertos. Antes de incorporarme a El HuffPost en 2017, colaboré diversas revistas culturales y de entretenimiento. En 2016 trabajé en el departamento de comunicación de UPHO Festival, un festival de fotografía contemporánea urbana parte del proyecto europeo Urban Layers. Y, aunque sigo echando de menos Andalucía, me trasladé a Madrid para estudiar el Máster en Periodismo Cultural en la Universidad CEU San Pablo. En 2018, compaginé mi trabajo en El HuffPost con la coordinación de proyecto de la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE celebrada en CentroCentro. Desde 2017 trabajo en El HuffPost España, donde he logrado una nominación a los premios GLAAD y ser finalista de los Premios Papageno en 2022.

 


 

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