Isabel Reoyo, psicóloga, sobre el verano y la autoestima: "El cuerpo se ve más expuesto y surgen las comparaciones por cómo debería ser un verano feliz"
La experta nos da pistas sobre cómo hacer frente a esos problemas, sin caer en el error de confundir autoestima y superioridad.

Advierten las psicólogas de Somos Estupendas, la plataforma de salud mental y bienestar que ofrece servicio de terapia online y presencial en Madrid y Barcelona, que el verano es una época complicada para la salud emocional de muchos y especialmente para la autoestima. "Nuestro cuerpo se ve más expuesto, aparece la comparación no solo corporal, sino vital o social respecto a cómo debería ser un verano feliz, y todo esto nos lleva a vivir en una constante sensación de que no es suficiente", explica una de sus psicólogas, Isabel Reoyo.
¿Por qué en verano? ¿Y el resto del año?
Si entendemos la autoestima como la distancia que existe entre nuestro “yo real” y nuestro “yo ideal”, cualquier meta imposible que nos pongamos va a afectar a la relación que tenemos con nosotras mismas. Y, lo cierto es que, ahora mismo, la sociedad está llena de metas inalcanzables. Las ideas de “cuerpo perfecto”, la presión estética, los ideales utópicos de felicidad o de éxito, la era de la productividad….
Pasa lo mismo a comienzos de año, cuando las expectativas que nos hemos puesto son tan altas que se traducen en una frustración, culpa, y sensación de insuficiencia constantes.
¿Qué es la autoestima? ¿Querernos a nosotros mismos?
Quizá la respuesta sería más corta sería “qué no es la autoestima”, por toda la dimensión que esta palabra adquiere en nuestra vida, y por todo el significado que la autoestima tiene en la forma en la que nos movemos por el mundo. La autoestima es lo que mal-entendemos como lo capaces que somos de querernos. Pero la autoestima es mucho más que “querernos”. Es la forma en la que hemos aprendido a mirarnos y a tratarnos, en función de cómo hayamos sido miradas y tratadas a lo largo de nuestra historia de vida. Entender cómo nos relacionamos con nosotras mismas ahora requiere de profundizar en las experiencias que hemos ido viviendo. En resumen, podríamos decir que la autoestima es la manera en la que hemos aprendido a relacionarnos con nosotras mismas y queda delimitada por la distancia que existe entre nuestro “yo real” y nuestro “yo ideal”.
¿La autoestima de unos se construye y se alimenta de la de otros?
La autoestima se construye, como la identidad, en el contexto de otras personas. Es decir, se construye de forma colectiva, a nivel social, por la influencia que tienen en nosotras, especialmente, las personas con quienes más vínculo tenemos. Si las personas de mi entorno me miran con cariño y admiración, más fácil será que yo pueda interiorizar esa mirada, y hacerla propia. A la inversa pasaría, por supuesto, lo contrario.
Por otro lado, la autoestima de otras personas no se contagia ni se puede hacer nuestra. Lo que sí podemos es admirar la forma en la que otra persona ha trabajado en su autoestima, y dar el paso de trabajar la nuestra propia. Este es un proceso complejo y profundo que depende de muchísimos factores que tienen que ver con nuestra historia individual. Y, si este paso se ve acompañado por personas de nuestro entorno que quieren ayudarnos, mejor que mejor. Porque, incluso ahí, estaremos recibiendo el mensaje de que merecemos ayuda, y esto ya nutre nuestra autoestima.
¿Cuándo sobra la autoestima?
No sobra nunca porque siempre hace falta. Quizá lo que tenemos es un concepto erróneo de la autoestima, que nos hace creer que tener autoestima es sentirnos superiores a otras personas, como si nos sobrara ego. Pero, realmente, las muestras constantes de superioridad pueden, incluso, venir de una sensación camuflada de inseguridad.
Por eso, lo que necesitamos, ahora y siempre, es una autoestima bien trabajada, saludable. Y esto, “únicamente”, requiere de desarrollar la capacidad para mirarnos con amabilidad y para cuidarnos como necesitamos.
Entonces, una autoestima especialmente alta en una persona no hace daño a los que la rodean...
Una autoestima saludable no es ni demasiada ni dañina, porque permite un equilibrio entre poder cuidarnos a nosotras mismas y cuidar de las personas que nos rodean. Puede que, cuando trabajamos nuestra autoestima, sea incómodo para el entorno, porque quizá aparecen límites o peticiones que antes no se estaban dando. Pero eso no quiere decir que no necesitemos este cambio. Y, lo ideal, siempre y cuando los límites o autocuidado se lleven a cabo desde la asertividad y el cuidado ajeno, es que el entorno sea lo suficientemente seguro como para que pueda sostener estos cambios. La dirección hacia la que la sociedad debería ir es a la de crear espacios seguros en los que poder trabajar hacia un mayor bienestar individual, porque esto también se traducirá en un bienestar colectivo.
