Pérdidas de memoria y degradaciones cerebrales: las conclusiones 'apocalípticas' de un estudio sobre ChatGPT que aclaran los expertos
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Pérdidas de memoria y degradaciones cerebrales: las conclusiones 'apocalípticas' de un estudio sobre ChatGPT que aclaran los expertos

Un estudio de MIT Media Lab señala una degradación muy acentuada en personas con un contacto permanente con la herramienta estrella de OpenIA. Sin embargo, algunos datos no parecen estar tan claros para los expertos. Para interpretar mejor estos datos, 'El HuffPost' ha hablado con el catedrático de Psicobiología, Manuel Martín-Loeches y con el catedrático de Ingeniería Biomédica, Mariano Alcañiz.

Logo oficial de la aplicación ChatGPT en un teléfono móvil.Jakub Porzycki

“Estamos apenas al inicio de una nueva era. La IA cambiará cómo trabajamos, cómo aprendemos y cómo pensamos la creatividad". Con esta frase, el CEO de OpenAI, Sam Altman, anunciaba el comienzo de una revolución que como él mismo ha bautizado, es "solo la punta del iceberg". Para muchos puede dar miedo y otros tantos ven en ella un avance sin precedentes y lleno de oportunidades vitales y laborales.

Pero todo tiene un origen, y el pistoletazo de salida lo dio ChatGPT, el bot con el que cientos de millones de personas hablan, debaten y al que le preguntan, en muchos casos, decisiones de vital importancia. Sin embargo, esta "nueva era", iniciada en 2022 con la versión GPT -3.5, avanza a un ritmo vertiginoso, y actualmente la IA se encuentra ya en la versión GPT-5.  Las mejoras entre la primera versión, lanzada en 2022, y las del actual, son abismales, algo que ejemplifica la facilidad con la que la Inteligencia Artificial escala en complejidad, servicios y oportunidades para sus más de 800 millones de usuarios semanales -y en crecimiento-.

Sin embargo, como toda revolución -y más si hablamos en términos digitales- esconde una cara oculta y cuyos efectos negativos se han expuesto en más de una ocasión. SIn ir más lejos, hace algo unas semanas, unos padres de California denunciaron a OpenIA por el suicidio de su hijo de 16, acusando a la inteligencia artificial de haber inducido al menor a quitarse la vida.

Evidentemente, esto es un caso extremo, de los que hasta ahora hay pocos, afortunadamente. Sin embargo, muchas personas han experimentado y documentado situaciones muy negativas y que casi con total seguridad, irán en aumento, dado que la utilización de este servicio es cada vez mayor. 

Pero si nos centramos en cómo la utilización de ChatGPT puede condicionar nuestras vidas, nuestros cerebros y nuestra capacidad cognitiva, la situación merece una reflexión profunda. Al menos esa es la principal conclusión que se extrae de un estudio realizado por el MIT Media Lab, de Massachusetts. Es cierto que es solo uno de los primeros estudios realizados que analiza el impacto de ChatGPT en nuestra forma de pensar, actuar e interaccionar, pero de él se pueden vislumbrar algunos aspectos negativos si no se utiliza la IA de una manera correcta.

Tres datos muy preocupantes

Según los resultados del estudio elaborado por MIT, uno de los aspectos más negativos se centra en acostumbrarse en hacer todo o tomar todo tipo de decisiones basándose en ChatGPT. Esto provoca que cuando uno intente hacerlo por sí mismo, le costará mucho más. De acuerdo con lo que expone el MediaLab del MIT, las conclusiones las extrajeron tras más de cuatro meses en los que analizaron a tres grupos de personas que escribieron de tres formas diferentes: 

  • Por su cuenta
  • Con la búsqueda de Google
  • Con ChatGPT

Tras analizar los resultados, los expertos vieron ciertas tendencias preocupantes. Una de ellas radica en que el 83% de los usuarios de ChatGPT no pudieron recordar ni una sola oración que habían escrito minutos antes, mientras que las que no utilizaron la IA sí pudieron. Sin embargo, el dato más perturbador -aunque por el momento, no hay más evidencias concluyentes-, se centra en que los que usaron la IA mostraron una menor capacidad cerebral y un 47% de disminución en la conectividad cerebral.

De acuerdo con los datos aportados, ese porcentaje de gente no consiguió revertir la situación ni siquiera dejando de utilizar IA. Finalmente, el estudio señala que la utilización prolongada de ChatGPT puede acarrear una mayor dificultad para el aprendizaje debido a una reducción del 33% en el esfuerzo mental. Como recomendación, en el estudio se indica que la IA ha llegado para ser un asistente, no para ser un sustituto ni reducir al mínimo el esfuerzo mental, que va íntimamente ligado con desarrollar un mayor potencial cognitivo.

Escepticismo en la comunidad científica

Sin embargo, estos datos habría que dejarlos en cuarentena, al menos hasta que haya un mayor volumen de estudios que respalden o refuten estas afirmaciones. Esto es lo que defiende el catedrático de Psicobiología y responsable de la Sección de Neurociencia Cognitiva del Centro Mixto UCM-ISCIII, Manuel Martín-Loeches.

Según el experto entrevistado por El Huffpost "el estudio ha sido recibido por la comunidad científica como un tanto exagerado". Sin embargo, y pese a que se muestra cauto ante algunos de los datos ofrecidos por MIT, sí considera que hay "ciertos indicios que no debemos despreciar, y es muy posible que los resultados se repliquen (en otros estudios)", pero se requiere de muchas más evidencias científicas.

En esta línea, argumenta que es una realidad que no estimular y utilizar ciertos aspectos, "pierdes esa función o la mermas notablemente", aunque se muestra un tanto escéptico en que se trate de un 83%, ya que "depende de en qué cosas y para qué".  

En el mismo punto se sitúa Mariano Luis Alcañiz, catedrático de Ingeniería Biomédica en la Universidad Politécnica de Valencia. "El 83% es un dato muy contundente pero hay que ponerlo en contexto y comprender que cuando dejamos que una IA escriba por nosotros, recordamos menos porque no hemos 'hecho el esfuerzo' de generar las ideas", apunta.

"El cerebro aprende más cuando produce y organiza la información que cuando solo la lee o corrige. ¿Es realista que baje mucho el recuerdo inmediato? En ciertas tareas, sí puede bajar bastante. ¿Un 83% siempre? No, pero si delegamos demasiado, la memoria se resiente", asegura.

Otro de los puntos claves que aborda el estudio es la disminución en la conectividad cerebral, algo que preocupa y mucho a la comunidad científica, ya que una exposición y acostumbramiento cada vez mayor a este tipo de dinámicas basadas en 'que la IA solucione todo', provocaría una degradación de ciertas conexiones cerebrales, "lo más importante del cerebro".

"Los efectos (de usar ChatGPT) no son en ningún caso irreversibles"
Manuel Martín-Loeches, catedrático de Psicobiología

Sin embargo, Martín-Loeches sostiene con rotundidad que el porcentaje de un 47% no sería, en absoluto real. "Hay multitud de conexiones ya consolidadas que no se van a alterar, y otras que, aunque sean flexibles, también necesitarán su tiempo (semanas, meses) para degradarse. Desde luego no serían un 47% (¡nada menos que casi la mitad!)", afirma.

En cualquier caso, los efectos de este tipo de prácticas no serían en ningún caso "irreversibles", opinión que comparte con el catedrático Alcañiz. "Casi todo es reversible y el cerebro es bastante flexible y plástico. Dependerá del tiempo durante el que no se usen (ciertas conexiones), pero tendrían que ser muchos años sin usarlas, y... aún así, probablemente no sean irreversibles".

En otro orden de cosas, el catedrático ha explicado que para que la relación entre la IA y el ser humano llegara a ser un problema serio respecto a la disminución de esfuerzo mental y el aprendizaje, tendríamos que dejar que fuese la inteligencia artificial la que tomara todas las decisiones por nosotros. "En general, el cerebro consume mucha energía (el 20 % de toda la que tenemos, siendo sólo un 2% de nuestro peso corporal) y por eso intenta ahorrar siempre que puede. Es la ley del mínimo esfuerzo, que en el cerebro humano se aplica particularmente bien y a menudo", sostiene.

"El cerebro trabaja menos entre sus redes de atención, memoria y control cuando la IA hace gran parte del trabajo" 
Mariano Luis Alcañiz, Catedrático de de Ingeniería Biomédica

Algo parecido sostiene Alcañiz, que aunque no se moja en porcentajes, lo explica de una manera muy clara. "No es que el cerebro 'se estropee', sino que entra en un modo más pasivo en ese momento, parecido a usar una calculadora para algo que podríamos hacer a mano. Útil, sí; pero si lo hacemos siempre, ejercitamos menos ciertas capacidades".

La clave: usar la IA como revisor, después de pensar

En cuanto a uno de los temas más candentes respecto a la IA, Martín-Loeche se posiciona claramente a favor de la teoría de que es una inteligencia creada por el hombre para decirnos "lo que queremos oír". "La IA puede fallar, debemos supervisar todo lo que haga, no fiarnos. Incluso nos engaña con mucha frecuencia. Está bien para extraer y resumir información (con cautela), y a partir de ahí decidir nosotros siempre en última instancia", aconseja.

Y en este sentido, uno de los aspectos más importantes que señala Alcañiz es "volver a practicar escribir, planificar y recordar sin apoyo. Lo importante es cómo usamos la IA: si primero pienso y luego la uso como revisor, mantengo el músculo cognitivo en forma. Si dejo que escriba desde el minuto uno, me vuelvo dependiente y me cuesta más arrancar sin ella". 

Y establece una similitud muy clarificadora respecto a avances previos: "El teclado agiliza, pero tomar notas a mano suele fijar mejores ideas complejas. Con el GPS, llegamos antes, pero ejercitamos menos el 'mapa' interno, es decir, ejercitamos menos el hipocampo. Con la IA pasa algo parecido", concluye.

Por último, Martín-Loeches apunta a que uno de los campos prioritarios que deberían estudiarse próximamente respecto a la IA debería de centrarse "en terrenos emocionales, reacciones a las interacciones con la IA, confianza, ansiedad, etc". 

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MOSTRAR BIOGRAFíA

Soy redactor de El HuffPost España, donde escribo sobre todo tipo de contenidos: desde actualidad, última hora, política, sociedad y deporte hasta política internacional, en menor medida.

 

Nacido en Jaén en 1998, me decanté por estudiar Historia y Periodismo en la Universidad Rey Juan Carlos durante 2016 y 2022. Desde entonces, mi trabajo se ha centrado en contar la actualidad con contexto, intentando entender no solo lo que ocurre, sino también de dónde viene y qué consecuencias puede tener. Al fin y al cabo, la Historia —aunque a veces parezca dormida— siempre está detrás de los titulares.

 

Sobre qué temas escribo

Como vocación, los asuntos históricos me llaman mucho la atención, pero durante los últimos años, la "actualidad manda", y el ritmo frenético de sucesos económicos, políticos y geopolíticos (casi todos negativos) en un mundo cada vez más convulso acapara gran parte del trabajo de manera diaria. Esto ha provocado que haya desarrollado una gran pasión e interés por entender cómo y por qué ocurren gran parte de todos los acontecimientos históricos que estamos viviendo constantemente.


Intento contar el presente con rigor, con un punto de contexto histórico y, cuando se puede y con una pizca de ironía. Porque incluso en los días más intensos, un poco de perspectiva —y de humor— ayuda a entender mejor lo que pasa.

 

Mi trayectoria

Mi experiencia profesional comenzó allá por 2019, como colaborador en Radio Libertad y Radio Marca, donde cubrí actualidad deportiva diaria y descubrí el vértigo de informar a contrarreloj. Más tarde pasé por AS, donde amplié el foco: además de deporte, seguí temas de actualidad general y aprendí que en el periodismo, a veces, el fuera de juego también puede ser político.


En enero de 2023 me incorporé a El HuffPost, donde escribo sobre política, sociedad y actualidad en todo tipo de frentes: desde elecciones hasta debates nacionales e internacionales, deporte y sucesos (un poco de todo). En definitiva, todo lo que marca la conversación pública y, en general, todo aquello que explica por qué el mundo gira como gira (y por qué a veces parece hacerlo del revés).

 


 

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