Las zanahorias crecen especialmente en primavera y en otoño. De ahí que durante la primavera los supermercados se llenen de este tubérculos siendo más económico que durante otra época del año.

No obstante, es común que al comprar un paquete de zanahorias, pasados unos días, cuando quieras utilizar alguna, te encuentres con que están blandas y no crujientes y óptimas para usarse o incluso que le haya salido moho a más de una.

La chef Steph, fundadora de Fearless Fresh, ha compartido en el diario británico The Express un truco para almacenar las zanahorias y que se mantengan en perfecto estado. "¿Cuántas veces has ido al supermercado y comprado un montón de zanahorias u otras verduras, que se quedaron guardadas en el refrigerador durante varios días? Y luego, media semana después, vas a usarlos cuando tienes una idea para la cena, ¿y son tan débiles y flexibles que casi puedes hacerles un nudo?”, recuerda.

Según apunta Steph, la peor opción y la más común es almacenarlas directamente en el frigorífico en su embalaje original, generalmente una bolsa de plástico, ya que estos plásticos generan un ambiente cálido que propicia el crecimiento de moho.

En su lugar, la chef recomienda guardarlas en un tarro de cristal sumergidas en agua que las mantenga frescas e hidratadas evitando que se ablanden y se arruguen. "Con este método, he guardado zanahorias y las he mantenido crujientes durante más de una semana. ¡En serio! Así sé que estarán frescas y listas para cuando las prepare para la cena", señala.

Para hacerlo basta con cortar las zanahorias del tamaño de un frasco, siempre que queden unos dos centímetros por debajo del borde del recipiente para que estén totalmente cubiertos con agua. Llena el recipiente con agua limpia, tápalo y mételo en el frigorífico. Hay que tener en cuenta que hay que cambiar el agua cada varios días para evitar que crezcan microorganismos.

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