A los amantes de la soledad y el silencio les encantará esta playa de Murcia: ni niños ni perros
Se trata del refugio perfecto para los ermitaños estivales.

En pleno verano, las playas se colman de bañistas deseosos de tomar el sol y darse un refrescante chapuzón en aguas cristalinas. Las costas se llenan de sombrillas multicolores, risas y salpicones de los más pequeños, aunque no todo el mundo es fan de este plan veraniego. Hay quienes angelan escapar de ese bullicio y buscan calas recónditas donde el único sonido sea el vaivén de las olas.
Para estos amantes de la calma y la soledad, en la Región de Murcia se esconde un diminuto rincón que promete cumplir con sus expectativas. Se trata de la Cala de los Dentoles, también conocida coloquialmente como Cala Dorada, un santuario de arena dorada y aguas cristalinas, lejos de castillos de arena, pelotas de playa y ladridos constantes. Su tranquilidad constante la convierte en el refugio perfecto de los ermitaños estivales.
Con apenas 50 metros de longitud y una anchura similar, esta playa virgen no aparece en la mayoría de mapas oficiales ni en las recomendaciones turísticas de los portales de viajes más consultados. Pertenece al Parque Regional de Calblanque, un espacio protegido por la Ley de Ordenación y Protección del Territorio de la Región de Murcia desde 1992 y catalogado como Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) por su riqueza ecológica.
Un lugar de desconexión
Para llegar a la cala, es necesario primero internarse en el parque por la única carretera autorizada, donde un control regula la entrada de vehículos y aprueba el uso de una lanzadera hasta Playa Larga. A partir de ahí, comienza una caminata de aproximadamente 20 minutos bordeando la costa, atravesando pequeñas dunas y tramos rocosos no señalizados. La senda, sin sombra ni señalización, ahuyenta a la mayoría de los visitantes ocasionales.
La exigencia del trayecto a pie, la ausencia de servicios básicos como baños, chiringuitos o zonas de sombra, y el desnivel que rodea el sendero hacen prácticamente imposible el acceso con carritos o niños, lo que filtra automáticamente la afluencia familiar. Además, según la orden aprobada por la Consejería de Medio Ambiente, los perros tienen prohibido el acceso durante toda la temporada alta, hasta el 30 de septiembre.
Sin servicios, sin cobertura móvil y con un espacio reducido de arena fina, la cala se convierte en el emplazamiento idóneo para quienes buscan una auténtica desconexión. Aquí no se oyen ni música ni niños jugando en la orilla, tan solo el ruido de las olas rompiendo en la orilla. No es un destino para todo el mundo, pero aquellos pocos afortunados que consiguen alcanzar la cala suelen guardarse el secreto para conservar su tan querida paz.
