El pozo azul de Burgos que a día de hoy no se conoce dónde está su fin
Su temperatura es entre 9 y 11 ºC durante todo el año.

En el norte de la provincia de Burgos, escondido entre parajes kársticos, bosques y cañones del Parque Natural de las Hoces del Ebro y Rudrón, existe un lugar misterioso. Se trata del Pozo Azul, una surgencia natural de aguas cristalinas que ha cautivado a científicos y viajeros por igual ya que todavía nadie sabe cuál es su profundidad.
Este rincón se encuentra en Covanera, una aldea del municipio de Tubilla del Agua, cerca del conocido pueblo de Poza de la Sal, cuna del naturalista Félix Rodríguez de la Fuente. Lo que parece ser solo una pequeña piscina azul turquesa es en realidad la entrada a uno de los sistemas subacuáticos más largos y complejos del mundo.
Sus aguas, frías y puras —entre 9 y 11 ºC durante todo el año— emergen con fuerza en épocas de lluvias, alcanzando caudales de hasta 4.500 litros por segundo. En la superficie, forma un riachuelo que desemboca en el río Rudrón, pero lo que hay debajo es lo que ha despertado fascinación internacional.
El Everest del espeleobuceo
Apodado “el Everest del espeleobuceo”, el Pozo Azul guarda un entramado de galerías subacuáticas, sifones y pasadizos que solo pueden ser explorados por buceadores expertos. Desde las primeras inmersiones en los años 60 hasta las más sofisticadas expediciones recientes, este lugar ha ido revelando poco a poco su magnitud.
En 2010, el Pozo Azul batió un récord mundial al convertirse en la cueva sumergida con mayor recorrido lineal del planeta. En 2014, dos buceadores se adentraron hasta los 14 kilómetros tras cuatro días bajo el agua. Solo tres personas en todo el mundo han llegado a ese punto. A partir de ahí, el recorrido es tan complicado que el final sigue sin conocerse.
Un lugar hecho para expertos
Aunque el mundo subterráneo del Pozo Azul está reservado para la élite del buceo, su belleza exterior sí está al alcance de cualquiera. Un corto y sencillo paseo desde Covanera lleva a este paraje idílico, que en verano se convierte en una “cala burgalesa” donde algunos valientes se atreven a darse un chapuzón.
Eso sí, su apariencia tranquila esconde uno de los mayores desafíos técnicos del mundo subacuático. Sus aguas han sido testigo de exploraciones titánicas, marcadas por la constancia, la tecnología punta y la pasión por lo desconocido.
