Vivir con dependencia de la luz: lo que supuso el gran apagón para las personas que necesitan la electricidad
Tras irse el suministro eléctrico en la España peninsular, se encendieron todas las alarmas para aquellos que necesitan un respirador las 24 horas del día: "Fue como vivir una película de terror".

El gran apagón del pasado lunes lo paralizó casi todo en la España peninsular. La inédita caída general de la electricidad dejó sin luz a la gran mayoría del país y a Portugal. Algunas ciudades llegaron a estar hasta 10 horas esperando a que se reanudara el servicio.
El colapso provocado por el desvanecimiento repentino de la energía dejó a casi toda España sin comunicación, sin semáforos, ascensores paralizados o el transporte ferroviario detenido. Pero uno de los mayores efectos, sin duda, fue el de la desconexión de la luz para las personas que son electrodependientes.
Ya sea a través de respiradores u otras máquinas especializadas, muchas personas necesitan la energía para poder conectar y recargar las baterías. En algunos casos, según el relato de algunos de ellos, llegó a generar momentos de mucha tensión.
"Fue una terrible pesadilla"
Jordi Sabaté Pons, activista y paciente con esclerosis lateral amiotrófica (ELA), explica a El HuffPost que el apagón para todas las personas con esta enfermedad fue "una terrible pesadilla y una tortura psicológica".
"No tener luz para los enfermos de ELA es sinónimo de muerte. La luz nos mantiene vivos a seguir respirando y a poder utilizar nuestras máquinas de soporte vital para no morir asfixiados", cuenta.
Jordi Sabaté Pons asegura que en su caso estuvo durante 9 horas sin luz y "totalmente incomunicado sin saber que pasaba". "Sin tener conexión en Internet, ni podía hacer ni recibir llamadas", detalla.
"Fue como vivir una auténtica película de terror. Gestioné la situación con las baterías de mis máquinas de soporte vital, pero claro, las baterías que tengo no duran muchas horas y fue una situación muy agónica", asegura.
Él sentía en todo momento que su cabeza "iba a cien por hora" y aunque intentaba no pensar en un futuro, le costaba centrarse "en el presente". "La incertidumbre de no saber lo que estaba pasando y sin saber cuando volvería la luz fue muy angustiosa. Cada segundo que pasaba era imposible no pensar en que la muerte por asfixia cada vez era más cercana", explica.
"Un día muy complicado"
Urbano González, otra de las caras más visibles de la ELA, también explicó a través de su perfil en Facebook cómo vivió la difícil situación del apagón generalizado. "Fue un día muy complicado para muchos enfermos de ELA", reconoció.
"Algunos escucharon las alarmas de los aparatos que nos mantienen con vida, repito, sin ellos en buen funcionamiento no podemos vivir: respirador 24 horas, respirador nocturno, aspirador de flemas, tosedor, incluso la grúa, el colchón antiescaras y la silla eléctrica", contó.
Urbano González detalló que todo, "absolutamente todo", funciona con electricidad. "Algunos tienen baterías con una duración de entre tres y diez horas. Imaginad la angustia de ayer", señaló.
Pese a todo, el exjugador de baloncesto, bombero y apicultor reveló que estuvo tranquilo por varias razones. "Desde hace tres meses, tengo un respirador de repuesto de nueve horas que, junto con el antiguo de tres horas, me daba doce horas de autonomía", razonó.
Urbano González también estuvo más tranquilo porque tenía a 500 metros un centro de asistencia y, además, contaba con un enchufe en el coche que salía de la batería para poder cargar cualquier aparato.
La doctora, su ángel de la guarda
Sara Granada nació con una enfermedad rara genética llamada miopatía congénita de tipos de fibra por la mutación del gen RYR1, no cuenta con tono muscular. A los cuatro años, le hicieron una traqueotomía que sigue llevando. Desde entonces, va en silla de ruedas y necesita un respirador las 24 horas del día.
A diferencia de Jordi Sabaté y Urbano González, Sara Granada se llevó una gran sorpresa. Al ver que se había ido la luz, consiguió hablar con su madre y, pese a la mala cobertura, le avisó de que su edificio se había quedado sin electricidad. Ella le contó que era un problema nacional.
Su hermana fue a su casa para saber si estaba bien y si necesitaba alguna cosa, porque todo en su casa es eléctrico. Sara Granada calculó las horas que le quedaban en la batería del respirador, la silla y otros aparatos y sabía que si sobre las 21.00 horas de la noche no había vuelto la luz, tendría que ir al hospital.
En un momento dado, cuando ya había llegado su pareja y su hermana se había ido, apareció una ambulancia. "Se presentaron dos sanitarios en mi casa, corriendo, súper agobiados, diciendo que yo estaba muy mal. Que estaba desaturada y que me tenían que llevar al hospital", relata.
Ella se encontraba bien y al comprobar su oxígeno en sangre, se dieron cuenta de que no estaba mal. "Me preguntaron que cuánta batería me quedaba y yo había calculado que entre los tres respiradores que tengo tenía unas 8 horas más", cuenta.
Tras decirle a los trabajadores que no podría aguantar hasta el día siguiente con esas baterías, le dijeron que la iban a llevar al hospital. "Nunca había montado en una ambulancia. Nos llevaron a urgencias y pude usar los enchufes que había en una sala", explica.
Pero la sorpresa se la llevó al darse cuenta de por qué había ido una ambulancia a su casa. Sara Granada pensaba que había llamado su hermana, pero no fue así. Cuando volvió la luz, su doctora habitual le llamó por teléfono y se enteró: "Me dijo que revisó la lista de todos sus pacientes que usan respirador. Había sido ella".
El pasado lunes 28 de abril será un día difícil de olvidar para mucha gente, pero para aquellas personas electrodependientes fueron unas 10 horas de mucha tensión, en las que algunos llegaron a una situación casi límite.
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