'Vidios'

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El exhibicionismo de los hombres haciendo de hombres es una forma de marcar el territorio portátil de su identidad, y con él tratar de establecer su significado, al igual que la santidad lo hacía con el halo alrededor de la cabeza, tanto mayor cuanto más importante era la persona santificada. Por eso, los hombres establecen su resplandor machista a través de vídeos que les dan reconocimiento e imponen miedo o respeto a los demás.

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Foto: ISTOCK

Perder la fe no significa dejar de creer, tan sólo cambiar el objeto de la creencia.

Es lo que ha ocurrido en una sociedad que ha dejado de creer en el más allá para situar la creencia en el más acá, justo en cada uno de los hombres que se sienten dueños y señores de una realidad en la que estorba el tiempo y la distancia que traía la trascendencia, de ahí la adoración de lo inmediato.

Por eso, primero los hombres crearon un dios a su imagen y semejanza y lo hicieron invisible, para disimular, y después crearon un hombre a la imagen y semejanza del poder divino para autoproclamarse reyes de la creación, o sea, para autodenominarse dueños de su propia creación, que no es otra que la cultura patriarcal levantada sobre referencias masculinas.

Y este cambio exige modificar las condiciones del ejercicio de la nueva fe. Antes se podía ver a un único dios en cualquier lugar a través de su invisibilidad omnipresente, pero ahora que los dioses son cada uno de los hombres, eso ya no es creíble. De manera que la omnipresencia masculina debe basarse en su constante exposición y en la continua demostración de todo lo que son, y de todo aquello que son capaces de hacer con ese poder tan divino de la muerte que muestran a la más mínima ocasión.

Esa exhibición del machismo no es casualidad, es la necesidad de mostrar y demostrar lo hombres que son, porque ser hombre es, fundamentalmente, ser reconocido como tal por otros hombres, y cuanto más osada sea la conducta realizada y grabada en un vídeo, más reconocimiento dará y más necesidad de mostrarla a los demás surgirá para, de ese modo, ascender a los cielos de la divinidad machista.

Ningún hombre o grupo de amigos se graba en la cola de un supermercado con el carro de la compra lleno y lo comparte en las redes, ni tampoco en la puerta del colegio mientras esperan a sus hijos o a sus hijas, porque para esos hombres no son conductas de las que presumir ni sobre las que ser reconocidos como hombres. Todo lo contrario: en algunos casos pueden ser motivo de burla y de pasar a ser considerados calzonazos o "manginas", como tanto le gusta decir ahora al posmachismo, una especie de hombres-vagina totalmente incompatibles con su modelo de hombre testicular.

El exhibicionismo de los hombres haciendo de hombres es una forma de marcar el territorio portátil de su identidad, y con él tratar de establecer su significado, al igual que la santidad lo hacía con el halo alrededor de la cabeza, tanto mayor cuanto más importante era la persona santificada. Por eso, los hombres establecen su resplandor machista a través de vídeos que les dan reconocimiento e imponen miedo o respeto a los demás.

Para muchos hombres, ser un delincuente es un accidente compatible con ser hombre, mientras que no ser hombre es para siempre e incompatible con el disfrute del reconocimiento y los privilegios.

No por casualidad, el delito de exhibicionismo, consistente en mostrar los genitales en público, es llevado a cabo por hombres en más del 99% de los casos. La cultura canaliza los comportamientos hacia conductas con significado, y para muchos hombres, mostrarse como tales y a través de aquello que para ellos más los identifica puede llegar hasta ese tipo de acciones.

Esa constante necesidad de ser ante los demás es la que los lleva también a la competitividad y a la violencia, pues mientras que con la primera se es hombre al ascender entre el resto, con la violencia se es hombre dos veces: una por vencer y otra por hacer que la otra persona deje de ser.

Son sus reglas de juego en la conducta y su terreno de juego para la convivencia. Unas referencias que han creado para que quien recibe esos vídeos y observa dichos comportamientos sean receptivos y comprensivos con ello. De lo contrario, no lo harían. Un hombre sabe que si sale en un vídeo de contenido sexual con una mujer, él será visto como un machote, mientras que a ella la tratarán con desprecio y la humillarán tanto que, como ocurrió con Tiziana Cantone, pueden llevarla al suicidio.

Las circunstancias pueden variar, pero el significado detrás de cada conducta y de cada grabación es el mismo: dos jugadores de fútbol manteniendo una relación sexual consentida con una mujer que no consiente la grabación, cinco hombres violando supuestamente a una mujer en Pamplona después de que cuatro de ellos supuestamente violaran y relataran los hechos a otra joven en Córdoba; hombres conduciendo coches y motos a más de 200 Km/h por carreteras estrechas, hombres maltratando animales... En todas estas conductas hay una necesidad de demostrar el valor de sus conductas en la escala machista, aunque se trate de conductas delictivas. Porque para muchos hombres, ser un delincuente es un accidente compatible con ser hombre, mientras que no ser hombre es para siempre e incompatible con el disfrute del reconocimiento y los privilegios.

Muchos hombres se creen dioses y, como tales, han ido otorgándose características divinas. Ya habían logrado la omnisciencia todopoderosa, les faltaba la omnipresencia, y ya la han conseguido con estos vídeos, es decir, por medio de los vidios.

Este post fue publicado inicialmente en el blog del autor