Lejos de frenarse, la cifra sigue al alza: un 38% más de civiles no tienen qué comer. La culpa, de la proliferación de conflictos y los cambios de clima.
Pese a que Arabia Saudí había intentado impedir la entrada de prensa internacional en el país, un equipo ha superado el cerco y ha mostrado al mundo el infierno que vive el país.
Acabo de volver de Chad. Llevo tiempo en esto y nunca vi una situación tan devastadora como la que he recorrido en la región del Lago Chad. En este país, en Níger y sobre todo en Nigeria, se está viviendo una crisis humanitaria que afecta a 11 millones de personas. La primera escena del infierno se llama Boko Haram.
Son principalmente los niños quienes más sufren las graves consecuencias de la emigración, casi siempre causada por la violencia, la miseria y las condiciones ambientales, factores a los que hay que añadir la globalización en sus aspectos negativos. La carrera desenfrenada hacia un enriquecimiento rápido y fácil lleva consigo también el aumento de plagas monstruosas como el tráfico de niños, la explotación y el abuso de menores y, en general, la privación de los derechos propios de la niñez sancionados por la Convención Internacional sobre los Derechos de la Infancia.
Aunque a veces una sola foto da la vuelta al mundo y la gente le presta atención, hay muchas personas en el fuego cruzado del conflicto que nunca verán sus historias en las noticias. Además de Siria, Irak y la crisis del Mediterráneo, estas son otras tres crisis humanitarias que no podemos ignorar (más) en 2017.
Si la población se opone, directa o indirectamente, a la llegada de refugiados, o le es indiferente su situación, no es difícil entender que los gobernantes ni los rescaten ni les den amparo alguno; aún menos si saben que hacerlo les pasará factura en las próximas elecciones. Sin ir más lejos, resulta particularmente difícil no vincular de alguna manera el desplome de Merkel en las últimas elecciones con su gestión de la crisis de los refugiados.
Conocí a Olof Palme cuando yo era un refugiado en su país. Nuestra familia, que huía del régimen de la Dictadura de los Coroneles en Grecia, encontró refugio y apoyo en el pueblo sueco. Cuando nuestros dictadores nos llamaban terroristas, el Gobierno sueco respondía que estábamos luchando por las libertades que habíamos perdido.
Los sirios están viviendo bajo los bombardeos, soportando cientos de artefactos explosivos que se arrojan sobre sus ciudades y pueblos a diario, principalmente por parte de su Gobierno. Esta situación se ve agravada por los ataques aéreos de Rusia, Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, que fuerzan a más personas a escapar en busca de seguridad. Sin embargo, sus opciones de huida se están agotando.