A pesar de la trágica realidad, tratamos de llevar una especie de vida normal. Hemos aprendido a valorar las cosas pequeñas de la vida, esas que normalmente damos por sentado. Lo único positivo de la guerra es que la gente mantiene relaciones muy sólidas con sus seres queridos y vive el momento.
Hemos fallado a la gente de Alepo una y otra vez, pero todavía no es demasiado tarde: podemos actuar y ayudar a las personas que buscan asilo. La comunidad internacional tiene que hacer todo lo posible para proteger a los más vulnerables. Ellos siguen sufriendo mientras que el resto del mundo se queda de brazos cruzados.
El mundo prometió no olvidar. El mundo prometió ser un lugar mejor. Pero hoy, al leer los titulares que hablaban de una bonita ciudad hecha pedazos, al ver cómo los ciudadanos se despedían, supe que el mundo se había olvidado. El mundo ha visto morir a miles de personas y no ha hecho nada para evitarlo.
Llevamos mucho tiempo viendo cómo se viola el derecho internacional. Llevamos mucho tiempo viendo cómo los colegios son escenario de guerra y cómo los niños participan en ella. Si no hacemos que los culpables asuman la responsabilidad de sus actos, la situación volverá a repetirse.