No era sólo la falta de sexualidad o literatura lo que tenía despersonalizado a Antonio. Cada pequeño placer era podía pasar a engrosar su "lista de mortificaciones", renuncias de cosas cotidianas que ofrecía como muestra de entrega espiritual. También estaba quitarse el azúcar del café, no beber agua con las comidas o no apoyar la espalda en el asiento mientras trabajaba.