La espía adolescente
Lola Pardo murió en su casa de Zaragoza, en los brazos de su hija, el día del cumpleaños de ésta. Ya tenía preparada la tarta cuando le cerró los ojos. Pero las velas nunca se encendieron, en honor de una fantástica mujer que, hace 70 años, en secreto, contribuyó a que nuestra civilización no fuera devorada por la barbarie.