La violencia conyugal a las mujeres forma una parte tan habitual de nuestro día a día que ni siquiera se piensa en erradicar el fenómeno, ni en sensibilizar a los ignorantes. En cambio, se considera necesario ayudar a esas pobres mujeres a camuflar sus heridas, a la espera de que reciban más.
Cualquiera que haya sufrido violencia doméstica podrá comprender la ardua tarea a la que nos enfrentamos para recomponernos a nosotros mismos, nuestras vidas y nuestra fe en el resto del mundo. Volver a ganar esa capacidad de confianza supone un esfuerzo sobrehumano.