Cuando España salva el honor de Europa
"Nuestro país está hoy a la vanguardia de una política internacional justa, humanitaria y audaz".
El deporte es un fenómeno social total, según la expresión del sociólogo Marcel Mauss. Abarca distintos ámbitos de nuestra vida, como el político, el jurídico o el identitario. Con el deporte, ganamos y perdemos, disfrutamos y sufrimos. Es vida intensa, pura emoción y razón calculada al servicio de la victoria final. En ese tránsito, reverberan nuestras pasiones y se proyectan nuestros anhelos e inquietudes.
Hoy, nuestra inquietud está con el pueblo de Gaza y con la injusticia sufrida por todas sus víctimas. La conciencia nos interpela y, por eso, numerosos ciudadanos han salido a la calle para protestar contra esta barbarie. La Vuelta ha sido para ellos un escaparate, una ventana de proyección pública que ha trascendido no solo el evento deportivo en sí, sino la propia política.
Porque el deporte, hacedor de grandes valores para la humanidad, no puede ni debe ser ajeno a la injusticia. Y si no, que se lo pregunten a Muhammad Ali, que perdió su licencia deportiva por su oposición a la guerra de Vietnam. O a los atletas Tommie Smith y John Carlos, que defendieron los derechos civiles negros con el puño en alto sobre el podio de los Juegos Olímpicos de México de 1968. Por no hablar de la exclusión de Sudáfrica de los principales eventos deportivos, hasta los años noventa, por sus políticas de apartheid.
Es de una lógica aplastante que, llegados a este punto, el presidente del Gobierno se pregunte por la idoneidad de la participación de Israel en las competiciones deportivas mientras dure el genocidio contra el pueblo de Gaza. Del mismo modo que Rusia permanece excluida de ellas después de invadir al pueblo sufrido de Ucrania.
Sin embargo, es desconcertante la equidistancia ambigua del PP, cuando no su crítica constante contra la posición del Gobierno a favor del Estado de derecho, del derecho internacional y de los derechos humanos sólo porque proviene del Gobierno. La causa de la paz y de la dignidad humana trasciende ideologías y políticas, y debería ser una bandera compartida por todos los grupos políticos. Aunque VOX, heredero de un proyecto construido sobre el antisemitismo atávico español, se halle alineado con el primer ministro Netanyahu, quizá el principal promotor del antisionismo actual.
La causa de la justicia, desde la defensa de un universalismo radical, como diría el israelí Omri Boehm, merece alzar la voz a favor de todas las víctimas de la barbarie que está sufriendo hoy Palestina. También de los israelíes asesinados y secuestrados hace dos años por Hamás, como siempre ha expresado el Gobierno condenando los ataques de octubre de 2023.
Vingegaard ha ganado La Vuelta con el mejor espíritu deportivo, a través de unas palabras de comprensión con las protestas protagonizadas al paso de esta competición. Estas manifestaciones han tenido una repercusión relevante dentro y fuera de nuestro país, y han puesto sobre el mapa el malestar social ante una Unión Europea que ha empezado a plantearse la suspensión del acuerdo comercial con Israel y ante la advertencia de la ONU para que los Estados actúen contra este genocidio.
Se ha garantizado la seguridad de los deportistas, así como el derecho a la manifestación. Porque, a diferencia de un argumentario de nula empatía que utilizan algunos, España no ha salido perjudicada de este episodio. Y así lo demuestra cada vez que organiza y acoge grandes eventos deportivos de repercusión internacional. La evidencia es que hace unos días, en el marco de una entrevista televisiva, el ex primer ministro conservador francés Dominique de Villepin se expresaba con meridiana claridad: “Es España quien salva el honor de Europa”, dijo sobre el papel de España al reconocer el Estado de Palestina.
España está hoy a la vanguardia de una política internacional justa, humanitaria y audaz, como demuestra su decisión, entre fuertes críticas, de reconocer el Estado de Palestina en mayo de 2024. Un año después, varios países europeos se plantean seguir la estela española en esta dirección.
España puede contribuir a recuperar el alma que la UE ha perdido en Gaza. Lo deploraba hace unas semanas el exalto representante europeo para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, ante una masacre que se recrudece cada día que pasa con un saldo insoportable de muerte, destrucción y hambruna. Donde el deporte puede tener también un papel vital para que podamos ver un día a israelíes y palestinos compitiendo entre ellos, en paz y sublimando así sus diferencias. Porque cuando el deporte vence, la guerra ya ha perdido.