De derrota en derrota hasta la victoria final
A veces menos es más, y a veces se hacen las cosas con el vehemente deseo de que salgan mal.

Pedro Sánchez considera que no tiene sentido presentar unos Presupuestos Generales del Estado si no se cuenta con los votos necesarios para su aprobación, pero sí tiene sentido presentar una propuesta de modificación de la Constitución en donde se blinde el derecho al aborto aunque no se cuente con los votos necesarios para su aprobación. He ahí la diferencia entre las propuestas que se presentan para ganarlas y las propuestas que se presentan para perderlas. A veces menos es más, y a veces se hacen las cosas con el vehemente deseo de que salgan mal. “¿Y si después de la megacagada de Almeida, presentamos una reforma de la Constitución que incluya el aborto como un derecho?”. “Buena idea, presidente, además no tenemos tres quintos de diputados a favor, así que perdemos fijo”. “¡Perfecto, adelante!”.
El dicharachero Sigmund Freud, hablando acerca de los sueños, defendía que había que diferenciar entre sus contenidos manifiestos y sus contenidos latentes. A medida que desciende la valoración del padre del psicoanálisis como psicólogo, asciende la idea de que nos encontramos ante un extraordinario analista político. Freud no hablaba de los sueños del Hombre de los Lobos, sino de las intenciones de los miembros de la flotilla Global Sumud, que ha llegado esta semana, tras un mes de odisea, a las aguas territoriales de Gaza. Es ahí donde es fundamental distinguir lo manifiesto y lo latente. Lo que todos sabemos y lo que fingimos saber. La voluntad expresada en las declaraciones y la voluntad expresada en el hecho de hacer esas declaraciones.
Porque la flotilla, —como la propuesta de Sánchez—, estaba pensada, y lo sigue estando, para fracasar. Su misión manifiesta era entregar cuatro blisters de paracetamol y diez botes de leche en polvo al pueblo gazatí. Pero las misiones manifiestas tienen el valor de las imágenes que vemos en los sueños: se olvidan al poco de despertar, dejando una huella borrosa de irrealidad e inquietud. Lo importante era y es su misión latente: ser una fuente diaria de actualidad para denunciar la atroz e indefendible masacre que el gobierno israelí está cometiendo sobre la población de Gaza. Y esa misión no terminó tras la detención de la flotilla por las fuerzas israelíes, sino que simplemente pasó a otra fase igualmente interesante, —a pesar de que el plan de paz de Trump esté poniendo patas arriba el escenario—.
La aventura de la flotilla tenía todos los ingredientes para ser un éxito de audiencia, en particular, la indiscutible justicia de su denuncia y los discutibles egos de algunos de sus participantes. La contradicción que supone una acción que tiene como objetivo fracasar lleva a otra todavía más rocambolesca, como es el uso instrumental del dolor de los gazatíes para conseguir una repercusión mediática que indirectamente ayude a aliviarlo. Poco sabemos de las motivaciones latentes de sus participantes, pero con seguridad freudiana han de ser muy diferentes a las motivaciones manifiestas. “De derrota en derrota hasta la victoria final” dicen que dijo Mao Zedong en mitad de la Revolución China. No lo dijo en el sentido con el que están pensando lo mismo en este momento Pedro Sánchez y Ada Colau.
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