Federalismo europeo contra la extrema derecha
Opinión
Opinión

Federalismo europeo contra la extrema derecha

"La juventud española y europea ha recorrido un periplo que ha ido desde el moderantismo democrático al populismo de izquierdas y al neofascismo ultraconservador y autoritario".

Jóvenes en una universidad españolaEuropa Press via Getty Images

Berna González Harbour menciona hoy en la prensa una cita de Victoria Camps: “la ultraderecha crece porque el joven no ve que la izquierda le proteja”. La frase, bien atinada, contiene una evidente obviedad: todos los electores tienden, al menos en teoría, a respaldar las opciones políticas que les prometen un mejor tratamiento social y económico.

El aserto es, pues, veraz y descriptivo, pero es estático y probablemente debería ser inscrito en un proceso evolutivo mucho más amplio, en el que la radicalización neofascista no sea ni mucho menos el último y definitivo escalón sino apenas un peldaño que empieza a quedar ya muy desfasado.

Veamos el proceso del que venimos: reduciendo el análisis al caso español, que tiene algunas singularidades con respecto a la generalidad europea, la situación de los estratos sociales emergentes es de continua y creciente decepción en lo que va de siglo o de milenio. Primero fue la crisis económica 2008-2014, que irrumpió cuando el ambiente era de generalizado optimismo, se nos garantizaba una especie de crecimiento continuo y hasta se llegó a manifestar en algunos ambientes académicos que la era caracterizada por una sucesión de ciclos económicos había concluido.

El PSOE de Zapatero, que tuvo que encajar la brutal embestida, no tuvo más remedio que plegarse a los mandatos desorientados de Bruselas para tratar de evitar a toda costa un oneroso rescate que, por lo que se veía en Grecia y en Irlanda, podría sumirnos en la desesperación y en la ruina. En 2012 tomó el relevo el PP de Rajoy que irrumpió con mayoría absoluta, en medio de un atisbo de esperanza porque circulaba el axioma, nunca demostrado, de que la derecha sabía manejar mejor la macroeconomía que la izquierda.

En aquellos años, surgió en España y en buena parte de occidente un populismo progresista al que trataron de acogerse las muchedumbres que se veían desposeídas y debilitadas. Podemos y sus afines atrajeron con fuerza a la juventud y a diversos sectores marginados, e incluso, tras desmantelar el bipartidismo, aquellas formaciones llegaron a pesar decisivamente en la matemática parlamentaria. La derecha en el poder, lejos de reparar las fracturas de una economía en quiebra, se dedicó en aquellos años a saquear el Estado con un descaro que resultó destructivo para el sistema democrático, en el que afloraban las bajas pasiones incluso en los momentos más críticos de la comunidad nacional.

El resto de la historia es conocida: el 1 de junio de 2018 llegaba al poder Pedro Sánchez, respaldado por el PSOE y por una constelación de partidos progresistas y nacionalistas. La fórmula era inquietante porque sería muy difícil acordar asuntos vitales entre formaciones conservadoras —como los nacionalismos vasco y catalán— y partidos de izquierda. Y aunque llevamos siete años de desarrollo del modelo, con logros objetivos muy evidentes que permitieron resolver con bastante soltura la crisis sanitaria de 2020 y que han hecho avanzar objetivamente el país, nadie podrá negar que algunas de las grandes reclamaciones de la juventud están todavía estancadas.

El malestar actual de los más jóvenes se basa en elementos irrefutables: hay todavía un desempleo juvenil insoportable; la emancipación de los jóvenes es poco menos que imposible por la nueva y desaforada burbuja inmobiliaria; el salario medio de este país es totalmente insuficiente para que los sectores emergentes perciban el supuesto bienestar que anuncian los indicadores; el sistema educativo, privatizado en parte, ha dejado de ser un ascensor social…

Todo lo anterior explica el recorrido que han efectuado los jóvenes desde el comienzo del milenio cuando se derrumbó la ficción de que vivíamos en un mundo pletórico, en una Europa igualmente próspera y en pleno y constante desarrollo. A continuación, tras el batacazo, las energías juveniles se orientaron a potenciar al populismo que se encaraba con el “no nos representan” en los labios a los atónitos partidos tradicionales, que no terminaban de entender qué estaba pasando.

En 2018, al cambiar de manos el poder en España, surgió de nuevo la ilusión de que el futuro podía mejorar, pero fue una impresión equívoca y pasajera. En la comunidad occidental, mientas descendía el apego al populismo progresista, comenzaba a brotar y a crecer el populismo ultra, la extrema derecha, a lomos del problema migratorio global que se acentuaba cada vez más a medida que se extendían diversos conflictos regionales.

En definitiva, la juventud española y europea ha recorrido un periplo que ha ido desde el moderantismo democrático al populismo de izquierdas y al neofascismo ultraconservador y autoritario. Hoy, el panorama europeo es desolador, con la extrema derecha gobernando en Italia y en otros países de la UE, sendos partidos ultra de importancia en Alemania y Francia, y una presencia al alza del neofascismo en el Parlamento Europeo que llega a influir en las decisiones del PPE. Estamos viendo como el PPE cede ante requerimiento medioambientales de la ultraderecha, para desesperación del centro-izquierda (S&D).

Pero no se ha detenido aquí la maquinaria demoscópica. Pese al pesimismo, que nubla al parecer la visión, en Europa se advierte con claridad — y los expertos están dando cuenta de ello— un nuevo europeísmo federalista y creador. Nicolas Vinocur, uno de los más acreditados analistas de POLITICO, acaba de publicar un largo ensayo periodístico titulado “Olvídense de la extrema derecha. Los jóvenes quieren unos «Estados Unidos de Europa»”. Uno de los ejemplos que cita es el auge de la Asociación de Jóvenes Federalistas Europeos, una ONG que existe desde los años 70 pero que recientemente ha adquirido una gran notoriedad por el crecimiento a borbotones de sus bases. “Durante años — escribe Vinocur”—la narrativa política dominante en Europa ha sido que la extrema derecha está en ascenso y que la única pregunta que hoy por hoy tiene sentido es cuánto más ascenderá y cuanto más corroerá el proyecto de 80 años que surgió de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial para convertirse en la Unión Europea. Sin embargo, estos guerreros digitales creen que esto es completamente erróneo y que el futuro reside en una Europa más fuerte, una visión que se refleja en una creciente oleada de opinión en el mundo real. Así como el movimiento MAGA en línea reflejó e impulsó el ascenso de Trump antes de las elecciones presidenciales de 2016, el auge digital de Europa se refleja en las encuestas que muestran un apoyo a la web en su nivel más alto”.

Si hasta hace poco eran impopulares en Europa las propuestas que avanzaban en la integración comunitaria, hoy es constatable que la tendencia se ha invertido. El federalismo ya no se ha de ocultar, y las encuestas muestran nuevas tendencias sorprendentes. Por ejemplo, el Eurobarómetro 2025 informa de que una gran mayoría de europeos de todos los grupos de edad se muestra a favor de una seguridad y una defensa más integradas. Otra encuesta aportada por Vinocur muestra que el 69% de los alemanes, tan pacifistas hasta ayer mismo, se expresa también a favor de una seguridad y una defensa más integrada.

Todas estas tendencias no se limitan al ámbito intelectual: el sentimiento federalista, pro-UE, que está arraigando en la juventud, también ayuda a ganar elecciones. Por ejemplo, Rob Jetten, el centrista de 38 años que ha ganado recientemente las elecciones holandesas, está nutriéndose de ideas e iniciativas federalistas provenientes de las fuentes mencionadas, en tanto declina el rasgo autoritario.

La noticia es magnífica ya que, si continúa asentándose la tendencia, se irán debilitando los reclamos de extrema derecha que tan alejados se encuentran del potente humanismo que impregnó a Europa después de la Segunda Guerra Mundial y que, pese a los vaivenes, está todavía vivo y despertándose.

Los grandes partidos españoles, tan escasamente apreciables en esta era de hosquedad y crispación, deberían elevar la mirada y percatarse de que el mundo a su alrededor trata de levantar el vuelo. Ellos tendrían que despegar en primer lugar.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Mallorquín, de Palma de Mallorca, y ascendencia ampurdanesa. Vive en Madrid.

 

Antonio Papell es ingeniero de Caminos, Canales y Puertos del Estado, por oposición. En la Transición, fue director general de Difusión Cultural en el Ministerio de Cultura y vocal asesor de varios ministros y del Gabinete de Adolfo Suárez. Ha sido durante más de dos décadas Director de Publicaciones de la Agencia Española de Cooperación Internacional (Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación). Entre 2012 y 2020 ha sido Director de Comunicación del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y director de la centenaria Revista de Obras Públicas, cuyo consejo estuvo presidido en esta etapa por Miguel Aguiló. Patrono de la Fundación Caminos hasta 2024, en la actualidad es asesor de la Fundación. Ha sido durante varios años codirector del Foro Global de la Ingeniería y Obras Públicas que se celebra anualmente en colaboración con la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo en Santander.

 

Fue articulista de la agencia de prensa Colpisa desde los años setenta, con Manu Leguineche; editorialista de Diario 16 entre 1981 y 1989, editorialista y articulista del grupo Vocento desde 1989 hasta el 2021; y después de unos meses como articulista del Grupo Prensa Ibérica, es articulista del Huffington Post. También publica asiduamente en el diario mallorquín Última Hora. Ha sido colaborador del Diario de Barcelona, El País, La Vanguardia, El Periódico, Diario de Mallorca, etc. Ha participado y/o participa como analista político en TVE, RNE, Cuatro, Punto Radio, Cope, TV de Castilla-La Mancha, La Sexta, Telemadrid, etc. Ha sido director adjunto de “El Noticiero de las Ideas”, revista de pensamiento de Vocento. Ha publicado varias novelas y diversos ensayos políticos; el último de ellos, “Elogio de la Transición”, Foca/Akal, 2016.

 

Asimismo, ha publicado para la Ed. Deusto (Planeta) sendas biografías profesionales de los ingenieros de Caminos Juan Miguel Villar Mir y José Luis Manzanares. También es autor de un gran libro conmemorativo sobre el Real Madrid: “Real Madrid, C.F.: El mejor del mundo” (Edit. Global Institute).

Comentar:
comentar / ver comentarios